¡Sorpresa!
Estoy demasiado cansado por el vuelo de regreso a casa pero ¿Cómo podría rechazar la invitación de mis amigos? Sería un maldito desagradecido si lo hago.
En cuanto doy un pie en la casa de mi mejor amigo, Donghae, todos gritan ¡sorpresa!
A decir verdades, no me lo esperaba y es grato saber que eres querido entre tus amistades. Me quedo sonriendo recibiendo abrazos de todos mis amigos sin embargo, me desconcentro por completo cuando mis ojos se desvían hacia un resaltante cabello color zanahoria.
Después de saludar a casi todo el mundo, se me acerca con extraña timidez.
Sonrío porque simplemente no puedo evitar fijarme en esas pequeñas pecas que adornan el contorno de su nariz.
— Pensé que no llegarías. Te has tardado demasiado.
— La verdad es que estaba pensando en no venir.
Sus delicados labios se alzan formando una sonrisa.
— Bienvenido.
La atraigo hacia mi cuerpo cuando sus brazos me envuelven, su perfume olor a vainilla me cautiva y me recuerda sobre ese amor en secreto que guardo por ella.
— Te he echado de menos, Beth. He extrañado mucho estar aquí.
Irme de la ciudad por temas laborales no ha sido nada fácil, en especial cuando no conoces a nadie. Extrañas a tu familia, amigos y te preguntas varias veces qué hubiera sucedido si te le declarabas a la persona que te gusta.
— Todos te hemos extrañado, Hyukjae.
— Pero miren a los tortolitos ¡No pueden despegarse!
Suelto una carcajada cuando Ashley, mi vecina y amiga de la infancia, me saluda efusivamente con un abrazo. El resto de la noche me la paso respondiendo preguntas y riéndome de las ocurrencias de Ash hasta que Donghae la saca a bailar.
Me quedo a solas con Bethany, nos miramos y ambos chocamos nuestros vasos con alguna bebida alcohólica.
— ¿Bailamos?
— Oh, por Dios, ¿Hyukjae sacándome a bailar?
— No te lo dije antes porque temía de que te desmayaras de la impresión.
Beth ríe y... no quiero sonar como un idiota enamorado pero extrañaba el sonido de su risa.
— Vale, acepto.
Tomo su mano y camino con ella hacia la improvisada pista de baile. Sitúo las manos en su cintura mientras me rodea el cuello con sus brazos.
— Prométeme que no vas a pisarme.
La miro y me quedo hipnotizado por esos increíbles ojos color océano.
— Lo prometo.
Ni sé si lo sabe o lo sospecha pero me tiene sonriendo como un tonto en toda la noche.