Cartas para un amor perdido

D.C (Extra I)

D.C (Extra I)


🍁Otoño 2012🍁


El vaivén de las hojas en el suelo hicieron que de un solo manotazo las liberará de entre las cartas. El otoño había comenzado y el sin fin de hojas caídas hacían que todo el patio se llenará de ellas.


Los años habían pasado y mis escrituras apenas se habían formado de doce cartas en total, la mitad de mis anécdotas y recuerdos no había ni siquiera sido plamasdas aun, todo aquellos relatos aún no habían sido revelados y los pocos que había escrito había sido los más allegado a mi.


Todo recuerdo, todo verso y toda rima no habia tardado en aparecer pero si habia demorado en narrar, porque a pesar del tiempo aún no sabía cómo expresarlo con claridad y darlo a entender con sinceridad.


Era algo inoportuno y poco convencional narrar algo que no nacía de tu corazón y sobre todo que no tenía nada que ver con lo que se había empezado a relatar.


—¿Crees que algún día dejará de aludir a sus libros o a caso tendremos que quitarselos para que al fin salga de esa fantasia? 


El susurro a penas audible de esa voz logró que en unos segundo me levantará con recelo entre la grama y saliera casi corriendo al inmenso roble resguardado en el profundo patio compartido, la pequeña casita no demoro en visualizarse cuando estuve lo suficiente cerca del pequeño prado lleno de flores secas y de unos cuantos árboles sin sus hojas.


Mi cuerpo escaló con agilidad toda la estructura del árbol en dónde no tarde en resguardar aquella escalera que ellos podían trepar. 


—¡Eres un tramposo!— La voz frustrada de mi hermano menor hizo que lo observará desde lo alto del roble, su mirada azulada estaba hecha una molestia mientras la de mi hermano gemelo estaba llena de una tranquilidad sin igual.—¡¿Por qué ya no quieres estar con nosotros?!


El remolino de viento sacudió un par de hojas que hicieron a penas notar el cambio que pronto atraería ese tortuoso clima. Sin embargo el gruñido que soltó mi hermano menor me hizo vacilar cuando trato de escalar el enorme roble lleno de astillas.


—¡Joder!— Mi hermano menor rugió de rabia cuando se estampó con una astilla sobresaliente del tronco.—¡¿Quien coño tuvo la idea de colocar astillas al roble?!


Mi sonrisa apareció y de entre ella una suave risa que los hizo paralizarse en su lugar. Era más que lógico que aquella damita de ojos girasol y de sonrisa risueña fuera la principal idealista de esa trampa mortal. Su locura y celos de resguardar nuestra privacidad había sido la mejor, aunque en cierta parte ella había amado y se había esforzado en realizar estrategias para despistar a todos las persona de su refugio a excepción de mi o al menos eso habia creído antes de que su partida me desmoronará.


Esa partida que se llevó una parte de mi y que de alguna forma tuvo un elocuente daño que me dejó aterrado.


Aterrado por haberla perdido y por tener nuevos errores y nuevas torturas de las cuales no podía escapar.


—Hermano mayor...


Mi risa se fue deshaciendo con el paso de los recuerdos y del dolor que traía con ello, no sabía en qué momento había acarreado a mis hermanos a la locura de mis pensamientos y de mis temores. Mis ojos se cerraron y de mis labios un suspiro agotador salio sin retorno.


—Fuera de aquí.


Mi voz salió dura y llena de un palpable dolor que no solo hizo detener a mi hermano menor sino de avanzar a mi hermano gemelo, quien no tardó en hablar.


—Somos tus hermanos, no te dejaremos aquí solo.— La calma de su voz no logro que me relajará, pero si que sintiera rabia de mí mismo.—No importa lo que digas ahora, ninguno de los dos nos moveremos de nuestro lugar.


Y con solo finalizar aquella palabras lo ví sentarse a lado del roble mientras que mi hermano menor lo veía con sorpresa y con una ligera curiosidad. Nunca era de hablar de más y mucho menos de contradecir la decisión de las personas, pero está vez había sido diferente y aquella acción también me había dejado sorprendido.


Mis piernas levemente se agacharon y quedaron inclinadas en mi merced, no entendía porque debían de perseguirme, no era su dolor, era el mío y no lo quería compartir con ellos.


No quería que ellos llegarán a padecer lo mismo que yo, o al menos no quería involucrarlos más de lo que estaban.


Mis cartas y mis dolores solo eran para ella pero todo el proceso con el que lo hacia no parecía solo el de mi sufrimiento sino también el de mis dos hermanos.


Y aquello sin duda me hizo sentir peor de lo que ya antes había estado.




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