Elizabeth
Estaba cansada de pensar mucho las cosas, y hoy mientras bailaba con John, decidí que era momento de dejar que las cosas fluyeran, no más pensamientos negativos, y no más dudas al respecto. Él va a ser mi esposo por lo que queda de mi vida, y prefiero que todo comience por los buenos términos, y tener una linda vida y plena, a comenzar con odio y rencor.
Podía ver la mirada incrédula de mi ahora esposo, sin creer que había sido capaz de semejante cosa, lo pensé durante todo el día, he iba a evitar tener una mala experiencia, solo por un grupo de idiotas que solo quieren ver la desgracia de otros.
—Quie-ero… —mi voz flaqueo por un momento. Carraspeo para poder continuar con lo que esta diciendo. —Quiero que me hag-as tu mujer.
Al escuchar lo que sale de mi boca, lo deja totalmente sorprendido. Es algo que se puede leer totalmente en todo su rostro.
—Eli… —es la primera vez que me llama de esa manera.
Veo como se para de la cama y mi corazón comienza a latir mucho más rápido.
Se agacha para tomar la bata y ponerla en mis hombros, cubriendo mi desnudez, cosa que me dejo muy confundida.
—¿Qué crees que haces? —pregunto, sintiendo que me empiezo a alterar.
—Eli. —de nuevo ese mote cariñoso.
—Tenemos que consumar el matrimonio, sino—
Mis ojos principian a llorar, y el miedo surge en mí.
Toma mi rostro entre sus manos, acariciando mis mejillas en el proceso.
—Eli, no llores, escucha. —da pequeños besos en mi frente.
—Sino lo hace-mos, ell-os van, ellos van a asesinarnos. —mis manos van al cuello de su camisa, y al apretarlas, esta se arruga.
—Escucha, tengo un plan ¿Sí?
—¿Un plan?
—Si, no te preocupes. —vuelve a acariciar mis mejillas, y el ritmo de mi corazón comienza a tener un ritmo más calmado. —Te prometí que haría las cosas bien contigo ¿recuerdas?
—Si…
—Vamos a come—
Unos toques en la puerta lo frenan. Lo miro alarmada y me empiezo a hiperventilar.
—¡Son ellos!
—Tranquila, Eli, vamos respira conmigo. —dice para que me calme, pero los nuevos toques en la puerta lo hacen imposible. —Voy a abrir la puerta.
—¡No, no!
—Tengo que hacerlo, sino van a sospechar que algo malo esta pasando. —me ayuda a ponerme la bata de nuevo. Se desarregla el perfecto peinado y camina hacía la puerta, me mira un segundo, pero se devuelve volviendo hacía mi.
—¿Qué pasa? —le pregunto, pero no obtengo respuesta, solo baja un poco la bata dejando mi hombro derecho al descubierto.
Sin más vuelve a la puerta y abre.
—¿Por qué se tardó tanto en abrir, señor Morgan? —la voz de la señora Sarah me desconcertó.
—Lamento haber tardado, —John responde. —estamos ocupados con algo muy importante, si me disculpa. —intenta cerrar la puerta.
—Parece que se siente con mucha autoridad, señor Morgan. —puedo sentir algo de molestia en la respuesta. Me acerco un poco, y logro ver a la señora Sarah del otro lado de la puerta.
—Pues, están interrumpiendo algo entre mi esposa y yo. —habla molesto. Sarah lo mira sorprendida, creo que no espera esa respuesta.
Su mirada cae sobre mi, mirando el desastre que es mi cabello, en comparación a como estaba momentos antes de subir. Su mirada comienza a analizar todo mi cuerpo, quedando esta en el hombre descubierto, y como acto de reflejo, lo cubro, sintiendo mis cachetes calientes.
—Ya veo… —dice mirándome a los ojos, haciendo que me sienta más incomoda. —Lo mejor será que los deje terminar…sus asuntos maritales.
Da media vuelta, y veo como se pierde en el pasillo. Doy unos pasos atrás, y John cierra la puerta poniéndole pestillo a esta.
Suelta un largo suspiro recargándose en la puerta.
—Será una larga noche.
(…)
—Ahí vienen los recién casados. —nos saluda Aníbal Lennox, el esposo de Sarah, quien nos detalla con la mirada a ambos, quedando en nuestras manos unidas. Ambas familias estaban sentadas en el gran comedor. Donde anoche había un montón de mesas, ahora solo hay una, donde podrían caber fácilmente treinta personas.
Sería raro que después de una “feliz noche de bodas” estuviéramos separados uno del otro.
—Fue un placer verlos esta mañana, pero soy un hombre de negocios, y tengo trabajo que hacer. —con toda la intención de irnos de ahí, damos la vuelta listos para partir.
—No creo que esos sean los modales que le enseñaste a tu hijo, Benjamín.
El padre de John miro a este dándole una mirada, y a los pocos segundos, ambos estábamos sentados también, quedando John al lado de Aníbal, y yo al lado de mi esposo.
Había mucha comida, pero sentir la mirada de todas esas personas que están aquí para presenciar el circo que ellos mismos armaron, no me permitía pasar nada.
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Editado: 06.01.2023