—Mira que hermoso— Olivia estaba examinando la piedra que Paige llevaba en la mano, su anillo de casada era sencillo pero muy impresionante.
—Lo sé— contesto con una sonrisa, estaba que sudaba azúcar de la felicidad que sentía.
—Pero mira que alegre te encuentras; parece que alguien disfrutó de su noche de bodas.
— ¡Olivia!— la reprendió Paige.
Pero era cierto, ayer durante el almuerzo ella se asustó al ponerle nombre a lo que siente por Alexander.
Pero ese pensamiento la hizo feliz, tiene un año para enamorarlo. Si no... Ya vera donde la lleva la vida pero no se rendirá sin luchar.
Alexander en cambio se muestra tierno y cariñoso con ella; ayer fue increíble la forma desinteresada en la que ayudo a su hermano. Y por la noche la ayudó a arropar a la su hija y le hizo el amor de forma delicada, como si la adorará solo con su cuerpo, ella se siente en una nube de felicidad.
—Bueno iré a contactar con el centro de materiales para corroborar estas medidas, si necesitas algo me notificas.
—Está bien. Gracias Olivia.
—De nada.
Paige se dirigió a su escritorio pero un golpe en la puerta la detuvo.
—Adelante.
—Hola señora Ambrosetti— Ella todavía no se acostumbraba a su nuevo apellidó, pero se impresiono más al ver a Miranda en la puerta.
—Hola ¿Que sucede?— era raro tener a Miranda buscándola.
—Quería hablar contigo. El señor Ambrosetti me dijo que fuiste tú la que intercediste para evitar que me despidieran; te quería dar las gracias por eso— se notaba que no quería decir lo que dijo, y ella supo que fue Alexander quien la mando.
—Mira Miranda, yo sé que nunca nos hemos llevado bien...pero no solo por eso te deseo el mal. Pero no vuelvas a besa a mi esposo, si no; no podré volver a interceder por ti ¿entendido?
—No se preocupe— dijo cruzándose de brazos— mientras él no quiera nada de mí. Yo no haré nada, con su permiso— giro sobre sus talones y salió de mi oficina.
¡Qué arpía!— pensó Paige.
Ignoro las palabras de Miranda y se concentró en su trabajo, estaba feliz por tener ya terminados los Stan del concurso; se decidió a llamar a su familia, pero fue igual que siempre…nunca contestan su llamada.
Ella no sabía porque eran así, pero no importaba; Sabia no podía hacer nada para cambiar la situación por mucho que lo deseara.
Otro golpe en la puerta la trajo de vuelta a la realidad y Alexander entro a la oficina.
—Hola querida esposa.
—Hola querido esposo— le siguió la broma.
—Te venía a recoger para ir a almorzar en la cafetería o si quieres ir a algún otro lado por mí no hay problema.
—No, la cafetería suena bien, ya sabes… debo presumir estar casada con el jefe— bromeo aprovechando el buen ambiente.
—A riesgo de parecer arrogante; pensé que te habías casado conmigo por mi estupendo sentido del humor— dijo con una sonrisa sardónica.
—Ya...seguro que tu agudo ingenio y arrolladora personalidad fueron otros de los motivos.
El soltó una divertida carcajada.
—Gracias por tu voto de confianza.
—De nada. Es lo menos que puedo hacer después de todo lo que has hecho por mí.
Él se acercó a ella y la beso; le quería decir que lo hacía por que obtenía un beneficio propio pero sería una vil mentira.
Quizá en un principio si lo fuera pero las reglas del juego están cambiando.
—Ven salgamos de acá, ese escritorio se ve muy tentador.
Paige todavía aturdida por el beso se imaginó el escenario de esa afirmación.
Ella sobre el escritorio mientras Alexander la besaba y la amaba con toda la sensualidad que desbordada ese hombre.
—Sí— dijo con la voz ronca— será mejor que salgamos.
Agarro su bolso y salieron de su oficina con sus manos entrelazadas.
— ¡Oye! ¿Es cierto que tú le dijiste a Miranda que se disculpara con migo?
—Sí, me pareció lo justo; yo la hubiera despedido si tu no hubieras intercedido, así que lo mínimo que podía hacer era agradecerte, ¿Por qué?— ella rio.
—Digamos que su idea de disculpa es muy… peculiar. Me dejo muy claro que no haría nada que tu no quisieras— le dijo Paige tratando de sonreír, pero sentía un nudo de ansiedad en el estómago ante la posibilidad que el acepte la propuesta.
—No está en mi lista de fantasías tener algo con mi asistente— se encogió de hombros.
—Algo me dice que no me gustaría saber los puntos de esa lista—enarco una ceja en su dirección
—Yo creo que si— apoyo su mano en su cintura y la acerco para decirle al oído— porque tu protagonizas muchas de ellas.
No pudo evitar ponerse colorada al imaginarse las diversas situaciones. Últimamente su imaginación estaba muy activa.
Alexander lanzo una carcajada al verle, ella le pego en el pecho de forma juguetona y le sonrió. Le gustaba bromear con el de esa forma. Ya enfrente de la cafetería en teléfono de Alexander sonó.