Alexander preparo todo para hacerle una fiesta a Paige; ellos acordaron no hacer nada y solo ir a cenar pero el, le dará una sorpresa.
Paige sabía que él está tramando algo; desde que salió del hospital, ha estado demasiado pendiente de ella. Para Paige es algo lindo pero no comprendía el porqué del cambio. El se ha encargado de obtener más tiempo en los encargos para este año; de esa forma, ella no trabajará
Alexander ya tiene todo listo; a mandado a traer a los padres de ella de Lane y Amanda se ha encargado de invitar a Olivia y a sus padres; esta es la primera vez que toda la familia y amigos estarán juntos.
Era sábado en la tarde, ellos se encontraban en la oficina, pero no precisamente trabajando.
Paige fue a buscar unos registros de unas temporadas pasadas al archivero general de la empresa; era una habitación con poca circulación donde se almacenaba solo de documentos y presentaciones.
El espacio era muy reducido debido a los bloques; ella se encontraba leyendo unos datos cuando Alexander llego en silencio y la abrazo por atrás, enterrando su rostro en su cuello.
— ¡Por Dios! ¡Alexander! No hagas eso; casi me matas del susto— dijo ella girándose y quedando cara a cara.
—Lo siento amor; te vía acá, sola y no me pude contener.
Dicho eso la beso, la fue empujando de forma suave hasta que su espalda estaba pegada a uno de los archivos; Paige sentía su cabeza volar al sentir el firme cuerpo de Alexander aplastarla contra el archivo mientras sus lenguas jugaban.
—Cariño, espera— dijo con la respiración un poco agitada— que alguien nos puede ver.
Alexander enarco una ceja y sonrió de lado mientras la tomaba de la barbilla y le rozaba sus labios.
—Crees que de saber que estaríamos solos ¿no le habría colocado la cerradura a la puerta?— le dijo Alexander antes de seguir besándola.
Paige se dejó hacer por las manos de Alex. A ella le encantaba esa forma tan desesperada con la que la besaba.
Sintió las manos de Alexander en su cintura moviéndolas hacia sus pechos.
—Me encantas cariño— le dijo besando su cuello y jugando con sus manos— Eres perfecta.
Paige sonrió ante las palabras de su esposo.
—Sabes que si salimos juntos todos sabrán lo que hicimos aquí— le dijo Paige quitándole la chaqueta del traje.
—Dudo que hagan algún comentario a no ser que quieran ser despedidos— dijo tomando su trasero y alzándola para que enrollará sus piernas en sus caderas.
La apretó contra el archivo y la beso con toda la pasión que sentía en su interior, le recorrió sus labios con la punta de su lengua para luego introducirla en la boca de ella.
Él amaba sentirla temblar de deseo en sus brazos y saber que eso era por él, no hay nada que el deseara más que hacerle el amor ahí; en ese momento, pero no lo haría por dos razones.
La primera era porque ella merecía más que un rapidito en el archivero, y segundo, no sabe todavía si sería peligroso para él bebé o no.
No estaba dispuesto a arriesgarse.
Siguió besándola, calmando un poco sus ansias de su esposa, ella apretaba sus piernas haciéndolo presionar sus caderas en las de ella.
—Cariño, espera— le dijo Alex jadeando la sentirla repetir el movimiento— si seguimos así no podremos parar y recuerda que hoy iremos a cenar, así que resistamos hasta después de la cena.
Ella hecho la cabeza hacia atrás observándolo, verlo despeinado y con los labios hinchados era de lo más sexy para ella.
Alexander noto en su mirada el deseo y siguió besando su cuello bajando hasta la sima de sus senos; él amaba a ese par, le encantaba cada parte de su esposa y en especial esa.
—Sabes algo— empezó a decir Alexander levantando la mirada y viéndola a los ojos— Te amo.
Ella no pudo evitar la tonta sonrisa de enamorada que ponía siempre que Alexander le decía eso.
—Yo también te amo.
En la tarde ellos salieron antes de trabajar; por suerte, nadie se había fijado de la pequeña aventura en el archivo.
Alexander la llevo directamente a su casa; Paige lo observo con desconfianza.
— ¿Que hacemos aquí Alexander? — le pregunto enarcando una ceja.
—Nada, solamente olvide algo. Ven, acompáñame a buscarlo.
Paige sabía que era mentira; pero no le iba a arruinar la sorpresa a su esposo; a veces los hombres son tan obvios que se olvidan que las mujeres traemos talento para ese tipo de cosas.