—ya se que fuiste tú quien realizó aquel atentado, solo te diré que acabas de traer de regreso a ese ser repugnante e insaciable que había ocultado hace tiempo, así que prepárate Maykel porque volví a ser El Cabras—
Esteban me acababa de dar toda la información necesaria para saber que fue él quien organizó aquel atentado y no era de dudarse, Maykel me la tenía jurada desde que le incendié varias toneladas de cocaína.
—Sandino quiere hablar con usted señor— Esteban estaba del lado afuera de la habitación de Marlene
—ahora no, no quiero que Marlene escuche nada de esto— mire hasta donde ella estaba y se le veía durmiendo plácidamente —ve a la casa y recoge todos los papeles que tengan que ver con mi negocio, son pocos , pero no quiero llevarme sorpresa alguna —
—¿algo más señor?—
—no, solo eso, por ahora te puedes retirar— cerré la puerta y volví junto a Marlene, en ese momento ella se movió un poco y despertó estrujando sus ojos
—¿qué haces ahí?— su voz estaba un poco ronca después de haber dormido por 5h
—te veía dormir— toque su nariz con mi dedo índice
—acuéstate conmigo — me hizo un diminuto espacio en la cama, me acosté y Marlene giró hasta estar frente a mí, subió su pie derecho sobre mí y fue así que volvió a cerrar sus ojos, pero está vez estaba prácticamente encima de mí.
A la mañana siguiente mi cuerpo dolía como el carajo, quería pararme de la cama, pero no quise interrumpir su sueño, así que sin darme cuenta caí en un sueño profundo. Sentí un ligero movimiento en la diminuta cama, luego el movimiento fue más brusco y me vi obligado a desacomodar a Marlene para ver el motivo de sus fuertes movimientos
—me duele Taylor, no quiero perder a nuestra bebé — mis ojos se cristalizaron ante la escena que se reproducía ante mí, Marlene tenía sus manos en el vientre y sollozaba sin consuelo alguno, rápidamente me puse de pies y llame a un doctor, luego de varios segundos llegaron y la rodearon, cuando me intenté acercar me pidieron que saliera, pero me mostré renuente a ello, no me iría sin ver que ellas estaban bien.
—señor Maher tiene que salir, así no podemos proceder y me imagino que quiere que ayudemos a su esposa— asentí y no me quedó más remedio que salir
Cinco minutos más tarde llegó la madre de Marlene y está se alteró bastante al saber lo ocurrido
—debe de calmarse señora Fernanda, recuerde que debe tener buena salud para cuando nazca su nieta— le sonreí para tratar de calmarla, pero la verdad es que yo estaba en la misma situación
—señor Maher— rápidamente me paré del asiento de espera y fui hasta la doctora —su hija y su esposa se encuentran bien, el dolor se debió a la severa infección que presenta su esposa, en este momento está sedada, pero ya le empezamos a suministrar antibióticos y calmantes, me temo a que o se podrán ir hoy como se tenía previsto—
–no importa el tiempo que dure aquí doctora si eso me garantiza su salud— le miré con determinación —¿puedo verlas?—
—sí pueden pasar— miro a Fernanda –despertará en media hora— se despidió y se marchó; Fernanda y yo nos abrazamos de la emoción y entramos hasta la habitación.
Salí del hospital en contra de mi voluntad, pero necesitaba darle un claro mensaje a Maykel, se metió con lo más sagrado que es mi familia y ahora que la estoy formando no pienso perderla por un desgraciado como el. Iba exhorto en mis pensamientos en la parte trasera del auto, mientras Esteban conducía, tenia que ver a Sandino.
—señor, me acaban de informar que vieron a Maykel merodear por el hospital— mire a Esteban por el retrovisor
—¿qué mierda estás esperando que aun no me has llevado de regreso?— el auto freno estrepitosamente y dimos un gran giro en una vía contraria, pero me importaba un rábano todo aquello, si ese hijo de put* se atrevía a ponerle tan siquiera un dedo al cabello de Marlene... suspire y golpee el asiento de la impotencia —¡ACELERA DE UNA MALDITA VEZ!— le grite a Esteban mientras sacaba mi arma y me aseguraba de que estuviera cargada y también alerte a los hombres que deje en el hospital para que buscaran a ese mal nacid*.
Cinco minutos después, los cuales parecieron una eternidad, llegamos al hospital y corrí tan pronto como puede, intente tomar el elevador , pero estaba ocupado, asi que corri por las escaleras, al llegar a la habitación me sacaron a toda prisa, salí confundido y pude ver a Fernanda llorando en un rincón y con un gran golpe en su rostro
—Fer...— no termine las palabras ya que ella se abalanzó sobre mí y entre llantos me relató lo ocurrido
—y por último, me dijo que tu no eras merecedor de tal felicidad— mi corazón estaba destrozado, pero aquel dolor lo convertí en enojo y salí del lugar hecho furia, busque por cada rincón, hasta llegar al techo donde pude ver en el pequeño helipuerto del lugar un helicóptero, el cual estaba encendido y corrí hasta allí, pero ya era demasiado tarde, le disparé varias veces, pero no pude lograr nada. Allí mismo llore de la frustración y golpee hasta el cansancio un tendedero que había, mis nudillos estaban cubiertos de sangre y dolian, pero nada de eso se comparaba a lo que sentía por dentro; bajé las escaleras bajo la atenta mirada del personal, donde una de las enfermeras se ofreció a vendar mis evidentes heridas, pero ¿como curare la que ha marcado mi alma?