Casado Con Un Escandolo

Capítulo Diecinueve: Decisiones que tomar

                                                 

Olivia se despertó sintiéndose mal. Le costó salir de la cama y enfrentarse a un nuevo día. Como de costumbre, Jeff se había levantado antes que ella, bebiendo café y leyendo la prensa.

—El trasnochar no te sienta bien, — le dijo el bajando el periódico y la miró por encima de la tapa, con los ojos plateados de una ligera diversión velada, y ella lo fulminó con la mirada, sintiendo que el abismo que los separaba se ensanchaba.

Olivia se sentía demasiado agotada para intentar superarlo; la distancia era demasiado grande. Algún día, en un futuro próximo, tendría que intentarlo. Pero ahora, ahora.

—Tu secretaria llegará llena de energía. Supongo que eso será una compensación. —Sabía cómo se veía y sentirse mareada no ayudaba ni un poco. Aunque no había comido mucho la noche anterior, algo no debió sentarle bien.

—Sí, lo preveo totalmente—levantó el papel, pero demasiado tarde para ocultar su sonrisa.

—Entonces te dejaré que te anticipes a ella en paz, —soltó Olivia, enviando una mirada furiosa al periódico, cogió su bolso y salió.

Volvió tarde ese día y tomó algunas decisiones claras.

Por primera vez, había sido incapaz de concentrarse en su trabajo y, al darse cuenta de que estaba tramando volver a casa a la hora de comer, colarse por la puerta, espiar a su marido y a aquella mujer, ver lo que hacían, la había horrorizado.

Si no tenía cuidado, se encontraría comportándose como una loca: merodeando, espiando a su marido, tendiéndole trampas. ¡No podía permitirse hacer algo tan indigno!

Tenía que usar su cerebro, manejar la situación adecuadamente, no dejarse llevar por la desproporción y no permitir que los celos la hicieran actuar como una tonta.

Jeff parecía burlarse de ella con la sexy rubia. Le divertían sus celos, de eso estaba segura. Así que la única forma de detenerlo era actuar como si no tuviera ni un hueso celoso en el cuerpo. Al final él se cansaría del cruel juego.

La noche anterior le había demostrado a Jeff que sus evidentes celos de Marilyn Turner no hacían más que animarle a dar una vuelta de tuerca. En el futuro, ella no le daría ningún estímulo en ese sentido.

Olivia no se atrevía a contemplar la situación de él haciendo el amor con aquella espantosa mujer mientras ella estaba de espaldas, o incluso si él lo estuviera pensando, deseándolo, entonces su matrimonio estaba acabado. Por el momento no se sentía con fuerzas para contemplar el horror de aquello.

Así que anduvo con mucho cuidado, con cautela, sobre todo durante los primeros días del supuesto empleo de Marilyn... cuando volvió a casa a su hora habitual y se encontró a la gran rubia balanceándose por las escaleras, ¡abrochándose el botón de arriba de la cosa sin mangas, de cuello bajo y recortado que Olivia decidió católicamente que se suponía que pasaba por blusa!

—Sólo estaba usando tu baño. No te importa, ¿verdad? —La rubia enseñó los dientes ante la cara tensa y sospechosa de Olivia, y luego curvó sus labios carnosos en una sonrisa sensual cuando Jeff apareció al final de la escalera.

                                                                                ***

—¿También está usando mi baño? —Olivia resopló en cuanto la puerta se cerró sobre la horrible mujer, odiando que le devolviera la sonrisa, furiosa con él.

—No, en realidad buscaba una lista de vuelos programados para Hong Kong. No recuerdo dónde la puse. Bajó despacio las escaleras, aún con aquella sonrisa lenta y perversamente satisfecha. —¿Tienes algún problema con que Marilyn utilice nuestro cuarto de baño? No puedo ponerle un cubo en la acera y decirle que se refresque allí, ¿verdad? ¿Qué pensarían los vecinos?

Le estaba dando vueltas a la tuerca, sin ocultar que disfrutaba enormemente de la táctica. Olivia se negó a aceptar el tormento, a darle la satisfacción de reaccionar.

Así que todas las noches, al llegar a casa, abría de par en par todas las ventanas para librar a la casa del olor del inconfundible perfume de Marilyn Turner. Simplemente no podía vivir con ello.

Pero ése era el único reconocimiento que hacía de la existencia de la otra mujer. Olivia era muy cortes con él... no le preguntó por su día, porque eso implicaría mencionar el nombre de Marilyn en la conversación, pero le contaba, a menudo minuciosamente, lo suyo. Ella preparaba tranquilamente la comida para los dos, fingía que no le importaba que, después de cenar, él se pusiera a escuchar música con los auriculares.

Varias veces estuvo a punto de exigirles que hablaran de su matrimonio, pero se detuvo a tiempo. Olivia tenía que estar tranquila y serena, no solo fingirlo, antes de que se embarcaran en una discusión que podría cambiar sus vidas.

Pero la tensión de esperar el momento adecuado era enorme. Se sentía agotada todo el tiempo y apenas podía arrastrarse fuera de la cama.

El desayuno era cosa del pasado y, aunque normalmente se acordaba de enviar bocadillos para comer en su oficina a la hora del almuerzo, se dejaba la mitad, con la garganta cerrándose por el rechazo.

Estaba perdiendo peso y eso no le sorprendía. Era todo el trauma emocional por el que estaba pasando. Habría sido más fácil si Jeff se hubiera enfadado con ella. Su fría cortesía, esas pequeñas sonrisas sin sentido que a veces le dedicaba, a menudo sin motivo aparente, eran mucho peores que las palabras duras.

Su indiferencia le hacía creer que estaba haciendo tiempo, esperando tranquilamente a que llegara el momento de explotar alguna terrible bomba. No era de extrañar que estuviera hecha polvo.

Y la falta de menstruación tenía que deberse al estrés.

No podía ser otra cosa.

Este sería el peor momento posible para estar embarazada. En circunstancias normales, le habría encantado descubrir que llevaba al hijo de Jeff. Pero estas no eran circunstancias normales y él pensaría que ella estaba tratando de atraparlo en un matrimonio con el que ya se había aburrido.




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