Caminaba de un lado a otro desesperado por saber sobre mi mayordomo. Hacia media hora que había salido y aún no me daba la señal para poder salir de este infierno.
Observo atento mi reloj, siento como el corazón me late rápidamente a causa del alto nerviosismo que tenía. Era la primera vez que me iría de casa, no es nada fácil salir de un palacio a hurtadillas.
En menos de lo que pensaba Roger se encontraba delante de mi respirando entrecortadamente y con la mano en el pecho, aún así no dejaba de ser serio y correcto mientras hace han reverencia.
- Príncipe Erick las puertas han sido abiertas con total facilidad. Lo está esperando su coche-. Anuncia nada más poder hablar.
Me acerco a él para darle la mano animadamente en forma de agradecimiento.
- Muchas pero muchas gracias Roger, prometo decirle al rey que aumente tu salario-. Es lo último que digo acompañado de una sonrisa para salir por la ventana de mi habitación.
Gracias al cielo había improvisado una soga amarrando varias sábanas entre si.
Al bajar con total cuidado y sigilo, camino lo más rápido posible hacia el auto que se encontraba parqueado enfrente de las grandes puertas de metal.
El chófer hace una reverencia para luego abrir la puerta trasera del auto.
- No gracias, yo conduciré-. Digo nada más estar frente a él.
- Si me lo permite señor, eso es algo que no puedo dejar que suceda. No me perdonaría si le sucediera algo-. Comunica serio igual que siempre.
- Agradezco su preocupación Bruno pero no debe hacerlo. Se como cuidarme sólo-. Respondo lo más neutro posible.
No espero más ninguna absurda respuesta y me adentro en el coche.
Comienzo a manejar lentamente sin ningún apuro por las altas calles. Conduzco hacia un pueblo alejado del norte para evitar la presencia de paparazzi buscando cualquier buena oportunidad para comenzar un debate sobre la familia real.
En este pueblo nadie me conocía, creo que ni siquiera sabían de la existencia de un teléfono móvil.
Aparco el auto cerca de otros para luego bajar lentamente y entrar a lo que parecía ser un bar. Quedo asombrado ante tal ambiente.
Alto olor a alcohol inunda mis fosas nasales, ocasionando que hiciera una mueca de desagrado. Observo las bebidas que brindan, me decido por un whisky y me acerco a la barra.
El camarero toma mi pedido y en menos cinco minutos ya lo tenía en la mano.
Camino más hacia el interior del bar tratando de mezclarme con las personas. La mezcla de olores era horrenda; sudor, alcohol, comida era algo extremadamente repugnante pero aún así no me quejo y sigo mi camino.
Ubico un poco a lo lejos una mesa donde se encontraban sentados un montón de chicos, cinco hombres y tres mujeres. No dudo un segundo más y voy hacia donde ellos.
- Buenas noches jóvenes-. Todos me miran y comienzan a reír.
- ¿A caso tienes ochenta años? Vamos que así es como habla mi abuelo-. Habla entre risas una rubia.
- ¡Qué hay tio!-. Saluda animado un chico de pelo rizado mientras palmea mi espalda bruscamente.
- Todo bien. ¿Y a qué os dedicáis aquí en este bar?-. Pregunto para luego ser obligado a sentarme junto a ellos.
- Lo normal tio, beber fumar, fumar beber-. Me observa sonriente otro chico pero esta vez pelirrojo.
- Muy bien-. Digo no muy convencido.
Luego de eso comenzamos a hablar muy fluidamente como si nos conociéramos de toda una vida.
Eran majos en realidad y me agradaba tener su compañía. Con el pasar del tiempo iba bebiendo cada vez más y más al punto de llegar a estar ebrio.
Aún en este este estado recordaba parte de la noche, de como casi me desnudo enfrente de todos los presentes en el bar e incluso de como caí redondo en un sofá de una casa que en mi vida había visto.
[•••]
Abro lentamente mis ojos, la luz del sol me deja ciego por unos pocos minutos para luego poder notar en donde me encontraba.
Era una habitación pequeña con un mueble y una cama. Las paredes poseían un color desagradable, una mezcla entre gris y un verde opaco.
Observo confundido todo a mi alrededor hasta que mi vista llega a una ventana o más bien termino comprendiendo todo.
¡Era de día!
Rápido me levanto de donde estaba y salgo como puedo de ese cuarto tan horrible. Lo primero que encuentro es un salón con una televisión prendida.
Iba a seguir con mi camino cuando escucho la noticia principal del día.
"El príncipe Erick Canaán Dankworth MacQuoid es captado a altas horas de la noche en un bar de quinta besando a tres distintos hombres."
Todo en ese momento se me fue a la mierda. Había metido la pata y hasta el fondo. No se cómo lograría salir de una polémica tan llamativa para los paparazzi como esa. Y lo más importante es que mis padres me iban a matar, educadamente pero lo iban a hacer.
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Editado: 23.05.2021