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Nuestra naturaleza nos lleva a tener pensamientos que juzguen lo que observamos por vez primera, otorgando un significado muchas veces erróneo, por ello tengamos presente que más allá de nuestra vista, se esconden acontecimientos, frases o sentimientos que nos demuestran que lo percibido no es lo que parece. Todo suceso lo precede una causa y el desenlace que tenga dependerá de nuestra reacción frente al mismo.
“La vida es muy corta para estar razonando ante los disparos del corazón, por ello deja de detenerlo y navega una sola vez por ese primer impulso de pasión”
Eva González.
El desespero invadía el lugar ¿Dónde estaban los salvavidas? ¿Cómo era posible que en una playa tan recurrida no hubiese alguien que fuera a rescatar a ese hombre? Sentí, ¡debía hacer algo! por lo que interrumpí mi caminata diaria y le pedí prestado un flotador en forma de tiburón a un hombre que minutos antes había estado jugando con su hijo. Nade rápidamente y al llegar a él, estaba inconsciente, por lo que lo subí sobre el flotador y me sumergí mientras con una de mis manos halaba para llegar a la orilla y así nos manteníamos una distancia segura que no pusiera en peligro el rescate. “Que pesado es” pensé, para dar un poco de gracia a aquel trágico momento. Se oían gritos por doquier, pero nadie hacia nada por ayudarle, así que me convertí en la heroína de aquella escena que casi acaba con la vida del galán que se volvería protagonista de mi triste historia.
Estando sobre la arena, el hombre no reaccionaba, el oxígeno se estaba agotando en sus pulmones, así que era momento de poner a prueba mis conocimientos médicos y hacer una reanimación cardiopulmonar: uno, dos, tres; uno, dos, tres, repetía una y otra vez mientras presionaba su pecho para lograr que el agua que había ingresado a su cuerpo, saliera.
-Necesito que por favor se alejen. Disminuyen el oxígeno estando tan cerca.
Se oían murmullos y todos estaban a la expectativa de ver reaccionar al chico, cuando de repente, una chica se escabullo entre la gente y gritaba “estoy con él, permiso, permiso; abran paso, necesito verle”. En ese instante, el chico expulso el agua que había entrado a sus pulmones y tocia fuertemente. La gente gritaba de alegría al ver que había vuelto a reaccionar y me felicitaban por haber hecho “la obra del día”.
- ¿Cómo va a estar? -Preguntó la chica.
-Estará mucho mejor. -Contesté. - ¿Eres su novia? Necesita ser llevado a un hospital.
-Viene una ambulancia en camino. -Respondió un señor que se encontraba presente.
En ese momento aparecieron de la nada dos salvavidas preguntando quien había sido víctima de aquella corriente que, lo había tomado por sorpresa.
-Es Daniel Olivero. Estábamos nadando, pero cuando sentimos la corriente sumergiéndonos intentamos salir, pero él no lo logró. Yo estaba muy nerviosa, pero en medio del miedo logré llegar a la orilla. -Dijo ella. -El salvavidas la miró y asintió.
-De no haber sido por esta jovencita, éste hombre estaría muerto. De suerte que usted ha logrado llegar a la orilla sin ayuda. -Añadió el señor. - ¿Quién es usted señorita? –Inquirió, dirigiendo su mirada hacia mí.
-Soy Sara.
- ¿Eres rescatista?
-No, estudio medicina, pero me defiendo un poco en la natación. -Respondí.
-De no haber sido por ti, no estaría aquí. -Dijo el chico que, a duras penas, podía medio hablar.
-Necesitas ir a un hospital. Acaba de llegar la ambulancia.
Los paramédicos pusieron la camilla debajo de él para poderlo levantar y subir a la ambulancia que lo trasladaría al hospital más cercano. La gente me abrazaba y me daban las gracias por haber sido la única con el valor para ir a rescatar a un desconocido. Me sentía agotada, pero a la vez estaba satisfecha, porque cuando me sumergí lo hice por instinto de salvación y no por algún interés a ser elogiada por los presentes del lugar.
-Quédate aquí, iré solo. -Alcancé a escuchar cuando el chico le dijo a la mujer que, lo acompañaba.
-Puedo ir contigo por si necesitas algo.
-Quédate. Me dejaste solo, mientras tu si alcanzaste a salir. No olvides que quien te empujo para que la corriente no te halara fui yo; de no haber sido por esa chica, no estaría vivo.
- ¡Daniel, pero pensé que saldrías! -Exclamó ella.
-Pensaste mal. Solo pensaste en ti y no hiciste nada por ayudarme. Ahora no quiero hablar, estoy mareado.
- ¡Pero Daniel! -Insistía ella, mientras las lágrimas resbalaban por su rostro.
Minutos después de lo que parecía ser una discusión entre ellos, la chica se acercó a mí con la esperanza de encontrar un aliciente a su sentimiento de culpabilidad.
-Gracias por haberlo rescatado. -Dijo sollozando.
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Editado: 19.06.2020