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Por más años que pasen siempre habrá situaciones en las que no sabremos como actuarán las personas a quienes amamos, pero mientras la confianza sea la protagonista de su historia, tendrán una base sólida. Es difícil reconocer los errores de nuestro ser querido y aun cuando sospechamos, preferimos hacernos los ciegos por temor a perder a esa persona, pero más vale una verdad dolorosa que una felicidad basada en traición.
“Ninguna cosa hay tan difícil como el arte de hacer agradable un buen consejo”
Joseph Addison
Pronto mis vacaciones llegarían a su final, pero él no había vuelto a buscarme. A pesar de mis sospechas, tenía la esperanza de volverlo a ver y que todo fuera como antes; sentía que había sido un poco paranoica y que quizá me había equivocado, pero algo en mí, me decía que tenía que ser paciente.
Arrepentida por haberle dicho que me diera tiempo, me sumía cada vez más en mi tristeza; sin embargo, Tifani siempre me recordaba que cuando se ama de verdad, por más grande que haya sido el error, terminamos buscando a esa persona, porque el verdadero amor no acaba y si acaba, no era amor.
Mi madre, quien me conocía tanto, sabía que algo me sucedía; después de tanto insistir, le conté un poco sobre mi discusión con Daniel (obvio que, no le dije los verdaderos motivos, ni que me había dejado sola) y se puso iracunda porque decía que su único objetivo fue –Mi primera vez-. Ese día, es uno de aquellos en los que te encierras en el cuarto y la almohada se convierte en cómplice de todos y cada uno de los recuerdos que no permiten que se detenga el torrente de lágrimas; aunque sabía que no me podía arrepentir por lo que había hecho, sentía un gran vacío por la agonía de no saber cómo transcurrían sus días sin mí.
Cada vez que hacia mis caminatas lo veía estando tan sonriente y sin deseos de acercarse a mí ¿Cómo podía ser tan fuerte, mientras yo me destruía por dentro? Así que, debía demostrarme a mí misma el soportar verlo y aguantar las ganas de sentirlo a mi lado.
-Sara, tenías rato sin venir a tomar tu batido preferido.
-Sí, es que he estado un poco ocupada.
- ¿En vacaciones?
- ¡Si! Me he dedicado mucho a la música.
Trataba de disimular mi tristeza para que Carla no descubriera que algo en mí no estaba del todo bien; sin embargo, no fue posible.
- ¿Segura es eso? o ¿Estás así por Daniel?
-No. –Respondí a secas.
-Tranquila, es normal que te afecten las discusiones, pero veras que pronto volverán a hablar. También fui joven. –Sonrió.
-No sé si esta vez podamos.
-Entonces tu tristeza si tiene nombre y apellido.
-Hemos estado distanciados estos días.
De repente, su actitud cambio y me dijo: -Entonces mejor olvida a ese hombre, no te merece.
- ¿Tú crees?
-Estoy segura; además, una persona que dice amar a otra no espera tanto tiempo para buscarla, ¿no crees? Mejor olvídalo, así como hay peces en el agua, hay hombres en la tierra.
La miré fijamente y me extraño su cambio de actitud tan repentino; sin embargo, le respondí: -No es fácil dejar de amar a alguien.
-Pero no es imposible. Además, es inevitable sentir dolor, pero el sufrimiento depende de ti. Si fuera Luna la que estuviera en tu posición, jamás la dejaría sentirse abatida por desamor.
- ¿Nunca has sufrido por amor?
- ¡Claro! Por eso te digo que no pases por lo que pasé. Escucha consejos y llegarás a vieja.
- ¿Y cómo haces para evitar sentirte así?
-Buscando en que distraer la mente.
-Pero en cada cosa veo su reflejo.
-Trata de olvidarlo.
- ¿Y si quiero que regrese?
-Mejor olvídalo. No sé qué sucedió entre ustedes, pero quien te ama no te lastima. Además, ya casi entrarás a clase y tu tiempo se reducirá.
-Pero cuando se ama, las ocupaciones no son obstáculo.
-Mira Sara, lo mejor es que te olvides de él. Si te amara, no estarías sufriendo por él. Creo que debes dedicarte solo a tus estudios… Ya quisiera que, Luna tuviera la oportunidad de ser como tú.
- ¿Cómo yo? Ella no tiene nada que desearle a los demás.
-Por supuesto que no, es una chica completa; aunque a veces, sea un poquito cabeza hueca.
¿Era la voz de la envidia o la voz de un buen consejo? Siempre sentí que Carla tenía algo de apatía hacia mí, pero trataba de no prestar atención y mantener una buena relación con ella y Luna, quien desde pequeña había sido una gran amiga durante muchos años, hasta que poco a poco nos fuimos distanciado porque su personalidad no iba acorde a la mía. Es cierto que las personas no somos iguales, pero se requiere de empatía para lograr encajar y ello, lo perdimos a medida que fuimos creciendo.
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Editado: 19.06.2020