Cuando un gato me mira ,es normal que me sienta observado: el gato me mira, el gato me interroga. Esos gatos salvajes, a los que llevo la comida, me miran como si yo fuese una incognita para ellos. Impredecible. No hay sumisión, aceptan lo que les doy como si fuese mi obligación el darles. Me lo agradecen,sí, pero no demasiado, para que no me sienta incómodo. En el fondo, se creen superiores. Pero ellos, también, han abierto mis ojos. Los amo como, humanamente, Dios puede amarme a mi.
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