Gea
Esto no está bien... fraternizar con el enemigo no está nada bien. Sinceramente, no confío en él, ¿Enserio le falla la memoria o sólo quiere engañarme de nuevo? ¿Y por qué le he salvado la vida? Al fin y al cabo, la última vez que lo vi, estaba parado junto al hombre que mató a mi madre. Pero se trata de Alan... ¡Basta ya! no debo dejarme convencer por su encanto. Es uno de los locos maniáticos que quieren aprovecharse de mis habilidades; cómo si fuera a ayudarlos algún día.
Por suerte la lluvia me calma un poco, me relaja, hace que me sienta fresca. Puedo sentir cada gota que cae en esta gran isla. Es placentero. Pero es mejor cuando el viento la acompaña, ese me da una hermosa sensación de libertad.
Cierro los ojos y me dispongo a sentir el agua que pasa a través del techo, y cae en mis mejillas.
—Te haré una pregunta, ¿Cómo estaba cuando me encontraste?, me refiero a... ¿Me hallaba gravemente herido?— Alan me toma por sorpresa.
— No... Sólo desmallado sobre una gran raíz... la nariz te sangraba y tenías un moretón muy feo en la nuca —miento, en realidad ha estado cinco días inconsciente, le sangraba la cabeza, tenía un aspecto deplorable y le hubiera faltado poco para morir, pero no me gusta nada la imagen y juzgo innecesario que esta también habite su cerebro.
—Supongo que los recuerdos volverán pronto... por suerte no fue grave —asiento levemente.
De repente percibo movimiento y sé que no es de un animal. Me pongo alerta, Alan lo nota y trata de agudizar el oído, pero yo estoy segura de que no escucha nada. No es un sonido lo que me preocupa, sino un, para él muy leve, temblor. Puedo distinguir entre las pisadas humanas y las de los animales por su forma. Nadie más las siente porque no están conectados con la tierra como yo. Si tiran un papel lo siento, si hacen un pozo también, cualquier cosa que hagan. Conozco a la perfección esos pasos: los de las personas del laboratorio.
—¿Qué pasa? —me interroga preocupado.
— Shh.
Las pisadas son cada vez más fuertes y más cercanas. Le hago señas al muchacho para que no haga ruido y nos quedamos totalmente quietos por unos minutos. Rezo porque a los hombres no se les ocurra hablar, así Alan no se entera que en la isla sí hay personas. Pasan muy cerca del refugio pero ni lo notan. Cuando sé que están lejos, me dirijo a él.
— Sera mejor que no salgamos por ahora, esperemos a la mañana.
—¡Pero aún es de día!— lo dice en forma de susurro, sin embargo, su rostro refleja reproche.
— Dije que esperaremos a la mañana, a menos que quieras ser cenado por uno de esos animales salvajes. —Escucho como traga de una forma audible y nerviosa. No puedo evitar sonreír—. Eso pensé.
Cuando despierto estoy muy acalorada gracias a la humedad que le da la bienvenida a un nuevo día. La pesadez es casi palpable, a ese tipo de clima tropical ya me he acostumbrado antes de que me secuestraran, pero el estar tanto tiempo en un lugar encerrada no me ayudó mucho. Me remuevo incomoda.
—Tú tampoco puedes dormir ¿eh?— la voz de Alan suena a mis espaldas. Volteo para verlo mejor, su cara está húmeda y la frente le brillaba a causa del sudor, cuando noto que su torso lo llevaba desnudo una chispa eléctrica me recorre de pies a cabeza. Nunca he visto a un muchacho tan formado, claro que, yo nací en esta isla y viví en esta isla y nunca hubo muchos hombres que digamos. Bueno, ninguno en realidad.
— Eso intentaba hasta que me interrumpiste— farfullo.
— Entiendo, perdóname, sólo creí que ya te habías despertado.
— No te preocupes, de todas formas deberíamos salir a buscar comida. Supongo que debes estar muriéndote de hambre — espeto. Él posa una de sus manos en el estómago.
— Tienes razón.
Luego de unos minutos, ambos estamos listos para salir. Esta vez debo vigilar muy bien a Alan para que no tenga otro accidente. Salimos afuera, donde hace mucho más calor que adentro, y comienzo a inspeccionar el terreno. Reconozco el camino perfecto que debemos seguir.
— Hacia allá se encuentran la mayoría de árboles con frutos comestibles —afirmo señalando con el dedo índice el lugar. En el momento en el que me dispongo comenzar a caminar, él me detiene agarrándome del brazo.
— Espera... ¿Qué? ¿Frutos? ¿Enserio?— me dice confundido.
— Si, frutos, ¿por qué?
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Editado: 03.05.2018