Catlas, la isla invisible

Capítulo 8

 

Gea

Aunque admito que su pregunta me resulta graciosa, ya que nunca se me ocurrió pensar en que él no recordaba ni la ultima vez que se vió a un espejo, me pone un tanto incómoda. Alan es un muchacho que llama mucho la antención... o me llama mucho la atención, ¿Cómo describirlo? Empecé por lo básico: sus ojos. ¿Por dónde continuar?

Alan sigue mirándome. Intrigado por cuál será mi próxima descripción.

— Tu cabello es muy corto, y eres castaño. Tu rostro es de curvas suaves y tienes una nariz delgada y recta — concluyo, en mi interior sé que podría seguir una eternidad pero eso es suficiente.

Él muestra un asomo de sonrisa. Me mira directamente a los ojos y puedo notar en ellos  alegría y diversión.

— Todavía no sé cómo imaginarme, a veces me vuelve loco.

— Cuando puedas andar, iremos al manantial e intentaremos ver tu reflejo en el agua.

— ¡Tienes razón!, no se me había ocurrido. —Sus cejas se alzan y su mirada brilla con más intensidad.

— Es obvio que no se te ocurrió, porque no piensas —aseguro. Su rostro pasa del asombro a la comprensión.

— Tienes razón, no pienso las cosas muy seguido. —Me sorprendo ante su respuesta, se supone que es un testarudo, no debería admitirlo.

— Espera, eso no vale...

— Planeabas ofenderme, bueno, dame tu mejor golpe —espera desafiante a mi reacción ante aquella nueva faceta.

— Eres testarudo y también torpe — ataco, que conste que él empezó.

— Por supuesto que soy testarudo, por eso huí y claro que torpe también, sino no estaría aquí tirado —eleva las cejas con orgullo y me mira complacido—, pero tú eres una bipolar orgullosa con habilidades extrañas —perfecto, si quiere jugar... jugemos.

— Tonto.

— Engreída.

— Inútil.

— Mentirosa —nos quedamos en silencio mientras yo proceso lo dicho y busco alguna otra imperfección. El problema es que no encuentro ninguna. Me pongo furiosa.

Me recuesto de espaldas y pongo una de mis manos sobre mi frente, tratando de tranquilizarme, la ira no es buena. Cuando me siento preparada, hablo.

— Tienes razón... soy todas esas cosas — digo, manejando mi enojo lo mejor posible. Pero Alan está en lo correcto, mi orgullo me gana y concluyo la discusión con una frase de la que él, en su estado, no puede escapar:

— Es suficiente por hoy. —Me siento y me muevo en diagonal para apoyar mi espalda en el troco del árbol que había metido en el refugio.

—Lo siento.

 Me parece increíble. ¡Él comenzó está estúpida conversación! Siempre me enseñaron a ser más fuerte que cualquiera y por eso soy como Alan me describió: una bipolar orgullosa, engreida, mentirosa y con habilidades extrañas. Es así porque las malditas cosas que me ocurrieron en la vida me convirtieron en lo que siempre temí transformarme.

— Ya duermete.

— No puedo.

— ¿Por qué?— traté de que mi voz suene lo más cortante posible, intentando que piense que no me interesa lo que le pasa, pero en mi interior, estoy preocupada.

— Me duele mucho la espalda —su voz suena tierna y firme, como si quisiera dejarme en claro que lo que pasó recién había quedado en el pasado. Y después yo soy la bipolar—. Es tu turno de descansar, no te preocupes, de todas formas, no tengo sueño.

No quiero discutir más, asique decido confiar en él. Hace bastante que no duermo y lo necesito con urgencia, ya que últimamente estoy muy irritada. Los dos lo estamos.

Me acomodo un poco y me dispongo a descansar, aunque no lo logro. La isla se halla intranquila hoy y por lo tanto me es difícil relajarme. Me despierto seguido,  preocupada y sudando. No entiendo qué me pasa. Imagino muchas cosas pero sin llegar a una idea fija.

Pasa la mitad de la noche y yo sólo he descansado a penas. Miro a Alan, el cual está despierto pero en completo silencio, seguramente, temeroso a molestarme, pero me es fácil notar sus puños cerrados y nudillos blancos otra vez.

— Alan... ¿te duele mucho? — pregunto, ahora sí demostrando mi preocupación, la cual era grande porque se suponía que la peor etapa ya había pasado.



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En el texto hay: naturaleza, cientificos, amor y amistad

Editado: 03.05.2018

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