Catlas, la isla invisible

Capítulo 10

Gea

 

Hace una semana que la cabeza me estaba por explotar de tantas ideas, pero en cuanto le cuento a Alan la que más me había costado decidir... él comienza a reírse, como si lo que le dije fuese gracioso. En cuanto abre los ojos y ve mi expresión, su carcajada  aminora hasta extinguirse por completo.

— No puedes estar hablando enserio.

— Sí, acabo de decirte que ya no te mentiría, ¿Qué no me oíste?— le pregunto molesta, es obvio que no me ha escuchado.

— Si pero... es imposible.— sus ojos se abren de golpe.— Espera... ¡Por eso puedes hacer tantas cosas extrañas! como sacar el agua a las hojas o sentir las cosas aún antes de que pasen.— me sorprendo, no esperaba que lo notara tan rápido. Genial, porque eso ahorrará tiempo.

— ¡SI!— lo felicito, orgullosa por su razonamiento.

— ¿Pero qué estoy diciendo? esto tiene menos sentido que un camello sobre una patineta.— se me cae el alma a los pies, definitivamente no tengo idea de lo que es una patineta, pero igualmente, me quiere dejar en claro que no cree  lo que le digo.

— No, tienes razón, puedo hacer todas esas cosas por esto.

— Gea, está bien, la cirugía debe haberte dejado algo mareada, ven, recuéstate y durmamos un rato...

— ¡NO! Alan... te estoy diciendo la verdad.

— Gea, la Madreselva es un mito, no existe.

— Alan, la Madreselva existe, y esa soy yo.— jamás lo he dicho en voz alta, pero me siento orgullosa por hacerlo, como si mi mente lo hubiera estado esperando. Definitivamente necesito soltarlo, dejar que por una vez flote en el aire.— supongo que tendría que contarte la leyenda para que lo entiendas.

— ¿De qué leyenda me estás hablando?

— La leyenda de Catlas, la isla invisible.

Alan me mira más confundido todavía, asique agrego:

— Escucha, no se bien toda la historia, pero tengo una idea general.— Alzo la mirada, encontrándome con los claros ojos del muchacho, los cuales están  inconclusos, me lo pienso mejor, quizás mucha información le haga mal. Por eso  decido contarle en general  lo más importante.— La historia dice que todas las Madres Naturalezas nacen en esta isla, la cual es invisible antes los ojos de los humanos. Pero, estas mujeres necesitaban procrear, es por eso que, en un momento determinado en la vida de cada una, llega un hombre a la isla por acción del Destino. Conoce a la Madre Tierra y tienen una niña, la cual se convierte en la próxima. Esos hombres son los únicos que pueden ver  la isla desde que son jóvenes hasta que llegan a ella, pero luego del nacimiento de la niña, el padre será arrastrado de regreso al continente y no podrá volver a ver la isla... nunca más.

Alan se queda en silencio un buen rato, yo supongo que está  meditando mis palabras, las cuales para él son una completa locura.

En un momento abre la boca, y yo me preparo para escuchar su pregunta, sin embrago, vuelve a cerrarla.

El silencio reaparece,  para entonces ya no sé qué hacer.

Me pongo de pie y me dirijo hacia la salida del refugio. No le digo a dónde voy, porque él sabe que nos estamos quedando escasos de comida. Me parece buena idea dejarlo solo un rato, para que piense. Obviamente no me alejaré demasiado, el chico está recién cosido.

Por fin puedo salir afuera, luego de tanto tiempo ahí encerrada, la última vez que busqué alimento ha sido ya una semana atrás, el mismo día en el que encontré la soga para coser a Alan. Me introdujo en la maleza a paso ligero, cuanto menos tarde mejor para el muchacho. Río hacia mis adentras al recordar una teoría: aunque él nunca me lo dijo, sospecho que no le gusta quedarse mucho tiempo solo. Una sonrisa se pinta en mi rostro al darme cuenta de lo dependiente que se ha vuelto ese chico de mi presencia, aunque debo admitir que yo también estoy  acostumbrada a su compañía, si mañana me lo sacaran está mas que claro que me costaría superarlo.

Mis pies rosando las hojas del piso es algo suave y lindo, amo correr y últimamente no lo hice mucho. Recuerdo que con mi madre siempre hacíamos carreras, yo ganaba todo el tiempo, pero sospecho que era así porque ella me lo permitía.

Bajo la intensidad de mis zancadas, para convertirlas en pasos. Tengo un manzano justo frente a mí. Me trepo a la rama más baja, lo cual me permite arrancar la primera fruta. No tardo mucho en darme cuenta que no he traído la canasta conmigo, por eso construyo rápido una, sin demasiado cuidado, solo necesito que me sirva un rato.

 Continúo juntando y juntando perdida en recuerdos y pensamientos que me vuelven loca. Estos días las visiones del pasado me han llegado muy seguidas, y la mayoría me hunde en un profundo pozo de añoranza y melancolía. Claro que nunca lo demuestro frente a Alan.



#23987 en Fantasía
#9565 en Personajes sobrenaturales
#32895 en Otros
#4562 en Aventura

En el texto hay: naturaleza, cientificos, amor y amistad

Editado: 03.05.2018

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.