Cayendo en tí

Parte 8

 

Trato de mantener la calma y relajarme, pero es difícil y me molesta, no puedo calmarme  y eso es algo que debo evitar que todos noten, he enviado a mis asistentes en búsqueda de aquella librería y debo decir que en esta ciudad no hay muchas, pero eso no significa que sea fácil,  no pueden simplemente entrar gritando su nombre, deben buscar un cuadro  en específico  y eso hace que  sienta tristeza, me estoy aferrando a cualquier cosa y no puedo detener mi propia locura, pero lo necesito, lo necesito tanto  que no puedo explicarlo.  Escucho sonar el teléfono de mi oficina y de inmediato contesto ansiosa.

- ¿Qué?- pregunto de inmediato.

-  Señora, no hay ningún cuadro o pintura.- escucho por cuarta vez.

- Te envié a buscar un dibujo.- le recuerdo con molestia.

- Tampoco un dibujo, la librería es demasiado moderna  y…- la interrumpo.

- ¿Los dueños son apellido Williams?-le pregunto.

- No lo sé.- responde apenado.

- ¿No preguntaste?- pregunto poniéndome de pie, me encontraba sentada detrás de mi escritorio.-  ¡Vuelve ahí y pregunta!- grito molesta.

- Si, señora.- escucho su voz baja.

Suspiro y cierro mis ojos por unos segundos.

- Me disculpo, no debo gritarte.- digo admitiéndolo.-  de verdad necesito encontrar este cuadro,  necesito paz mental.- digo con honestidad.

-  Lo haremos señora, me aseguraré de ello.- me asegura.

- De acuerdo.- digo antes de colgar.

Apoyo mis manos en mi escritorio, suspiro luego de unos segundos y me siento avergonzada ¿Cómo he podido cambiar tanto? Joder…  esto no luce como alguien que está luchando, se supone que le dije a Iris que lo haría,  pero aquí estoy, perdiendo horas de trabajo y haciendo que mis empleados busquen a un fantasma.

-  Iris ¿Por qué tuviste que hacer esto? ¿me escuchas?- pregunto a la nada.- no te pedí ver a su hijo, no te pedí esto y no quiero seguir jugando un juego que no puedo ganar, maldita sea.- digo golpeando mi escritorio con mis dos manos.

Me alejo de mi escritorio y pongo mis manos en mi cintura mientras camino en círculo,  pienso por unos segundos si debo seguir, pero cada vez que la posibilidad de renunciar cruza por mi mente algo dentro de mí duele ¿Cómo puedo   ser mala con todo el mundo y de todas maneras derrumbarme por un hombre que posiblemente nunca vuelva a ver?   Quizás deba aceptar que eso fue todo, que no habrá otro día viéndolo, que solo fui algo que utilizaron para lograr su cometido.

Escucho mi celular sonar y  sé que será otra mala noticia, otra librería en donde no había ninguna puntura o cuadro, tampoco un dibujo. Camino hacia el escritorio y tomo mi celular, veo el nombre de uno de mis asistentes y lo dejo sonar por unos segundos, cuando contesto no permito que hable.

- Suspendan la búsqueda y vuelvan a la oficina.- pido de inmediato.

- Pero…- la interrumpo.

- No me importa, a la mierda todo esto.- digo sonando molesta, pero en verdad estoy herida.-  regresa aquí y te agradecería si le informarás a los demás sobre mi decisión.- digo.

- Si señora.- responde.

Cuelgo de inmediato y sonrió por unos segundos tratando de no llorar, maldigo ruidosamente cuando me encuentro marcando el número de una de mis asistentes,  golpeo mi pie en el piso con impaciencia y cuando no me contesta salgo de mi oficina enojada, debo decirles que continúen buscando y que ignoren cualquier intento de mi orgullo por detenerlo ¿a quién engaño? No soy la misma desde que todo eso pasó, no soy la misma desde que entre en aquel “libro”. 

Veo a Cara  antes de  llegar a la recepción y noto como intenta  salir de mi camino, pero no tiene el tiempo suficiente, me detengo delante de ella y me sonríe con amabilidad,  a pesar de que he sido buena con ella y no le he gritado en los últimos meses, ella todavía teme que yo despierte siento la misma de antes, quisiera que eso sucediera, todo era más fácil cuando mi mayor preocupación era fingir un orgasmo cuando me acostaba con mi esposo.

- ¿En qué puedo ayudarla?- me pregunta de inmediato.

- ¿Cuántas personas están fuera de la oficina?- le pregunto.

- Las personas que ordeno, seis de nosotros.- me responde.

- Necesito que le digas a…- me detengo cuando huelo algo ¿Qué?

Me giro lentamente y miro el pasillo,  puedo observar la puerta de mi oficina desde donde estoy y eso me confunde, el aroma se ha ido ¿Qué era  eso? ¿Eran rosas?  Abro mi boca para seguir hablando con Cara, pero el aroma regresa y sin poder evitarlo mi cuerpo tiembla al reconocerlo, son rosas rojas, ese olor dulce.

- ¿Puedes oler eso?- le pregunto a Cara.

- Lo lamento, no debí ponerme tanto perfume, no volverá a suceder.- responde con rapidez.

- ¿Tenemos rosas en el almacén?- le pregunto.

- No señora, no tenemos flores, puedo ordenar algunas si desea.- responde.

- No.- digo de inmediato.

Me giro y la miro.

- ¿Puedes oler las rosas?- pregunto.




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