Caza (parte I)

Capítulo 5

Anker había recibido la noticia del ataque, sus lobos se organizaron inmediatamente. Él no estaba preparado para tal noticia. Los guerreros le dijeron que las criaturas de Caín estaban atacando. Había llegado tarde y la carnicería frente a sus ojos se lo decía, los cuerpos totalmente destrozados. Algunos con flechas en la cabeza o corazones, pero había algo... Un olor muy familiar su Alaia sentía su exquisita esencia en el aire, su corazón latió desbocado en su pecho, su hembra. También estaba el olor dulce de los jóvenes cazadores, extrañamente ellos tenían esencia a cachorros. El olor de su sangre estaba en el aire.

—Señor... ¿Qué hacemos con todos estos?

—Hay que quemar todos los cuerpos, su sangre no puede entrar en contacto directo con alguna herida por más mínima que sea o terminarían como ellos.

Los guerreros se pusieron pálidos.

—Sí, señor —respondió el soldado—, pero el hijo de Max fue herido por uno de ellos.

Anker abrió mucho los ojos por la sorpresa.

—Traigan más hombres para quemarlos. Me encargaré de Max ahora mismo.

Los hombres asintieron para cumplir las órdenes de su Alpha.

Anker se fue, sabía que tendría que tomar una decisión muy difícil pero el chico no tenía salvación conocida. Tendría que informar a su familia de la maldición y sacrificarlo por el bien de su pueblo.

Su interior era un caos de diferentes emociones.

Jackson estaba acostado en su cama descansando de su eterno tormento. Era un lobo bendecido, el más joven de todos. Él no tenía una manada, la mitad murió cincuenta años atrás, cuando él era todavía más joven. Sus padres se sacrificaron para que él pudiera vivir. Él había guiado al resto de su manada al territorio de Anker, quien permitió que se unieran y ellos se quedaron formando una sola. Ahora él le ayudaba a Anker con los problemas que surgían.

Tabatha llegó a su lado en la cama. Solo traía puesta una camisa de él.

—Amor me has tenido muy abandonada.

Ella se despojó de la única prenda que cubría su cuerpo.

—No recuerdo haberte invitado a mi casa Tabatha.

Ella sonrió acercándose para besarle el cuello.

—Yo tampoco recuerdo necesitar una invitación —Tabatha habló abriendo la bragueta de sus vaqueros.

Él la detuvo sujetando sus manos y negando con la cabeza.

—Recuerdo haber sido muy claro contigo, el otro día en el instituto.

—Por eso estoy aquí amor, para hacerte cambiar de opinión.

Ella nuevamente intentó besarlo, él se apartó negando.

—No soy un hombre paciente.

—Una pena, pero yo puedo serlo por ambos.

Él la miró con un claro gesto de fastidio.

—Estás estresado amor, yo sólo quiero ayudarte.

—Me estás colmando la paciencia —Jackson dijo con una tranquilidad que no sentía.

Tabatha se levantó de la cama en toda su desnudez, sonriendo muy coqueta.

—Sé que estabas muy preocupado por mí —habló arrastrándose desde los pies de Jackson hasta colocarse a horcajadas en su torso. Él estaba acostado en la cama sin camisa y los brazos detrás de la cabeza—. Te prometo que la próxima vez le causare un daño irreversible a la golfita, cazadora.

—La próxima vez que le pongas un dedo encima -él sonrió con crueldad—, yo te causare un daño irreversible, y, a quién se atreva a tocarle un solo cabello.

Tabatha rió a carcajadas.

—No conocía tu lado bromistas, Jack.

Él le miró con unos intensos ojos de color rojo.

—No estoy bromeando Tabatha.

—Soy tu novia, ¡tienes qué estar bromeando!

Jackson se puso de pie, con su semblante denotando enojo.

—Quiero que salgas de mi casa ahora, y entrega la llave —él extendió la mano, una Tabatha muy asustada le entregó la llave—. No vuelvas a llamarme Jack, no significas nada para mí para usar mi nombre.

—¡Jackson, no puedes hacerme esto!

—Sesenta.

—¡¿Qué?!

—Es el tiempo que tienes para salir de mi casa o tendrás serios problemas.

—Jacks...

—Veinte.

—Jac...

—Diez.

Tabatha salió como alma que lleva el diablo de la casa de Jackson.

Jackson no estaba de buen humor. Las intenciones de Tabatha no ayudaban. Ellos tenían sexo cuando ambos lo requerían, sin amor, sin compromiso, sin ataduras. A veces pensaba que ella era quien le utilizaba a él, pero se terminó hace un par de semanas. Ahora su aroma le resultaba desagradable. No ayudaba que ella fuera una arpía cobarde para intentar atacar a una joven... A ella, quien le robaba el sueño en las últimas noches. La única a la que su esencia le llamaba como un adicto a una droga, a ella y su hermosa mirada. Se reprendió mentalmente.

Tendría que tomar un baño de agua fría si seguía por ese camino.

Él golpeó su pecho como si hubiera algo defectuoso en el. ¡Dios, esas emociones! Le tenían loco, incluso le dio una paliza a Carter por hacerle daño.

Había disfrutado romper cada hueso del lobo. Nadie tocaría lo que era suyo o intentaría dañarlo.

—Respira Jackson, te matará el estrés.

Finalmente dejó que el sueño le ganará la partida.

Él estaba en una cabaña en medio del bosque, había dos habitaciones en ella. Caminó lentamente a la segunda. Ella estaba de pie en medio de la habitación con un ligero camisón de seda para dormir. Desde donde estaba podía admirar su belleza, la seda era casi translúcida y reflejaba la curva de sus suaves senos, caderas y sus perfectas piernas.

—Jackson... Amor estoy aquí.

—No puede ser...

—Te necesito, ven conmigo, me duele.

Ella se acercó lentamente para besarle. Él no puso ningún tipo de resistencia, sujetó con firmeza su pequeña figura temiendo que se alejara. Poco a poco el camisón desapareció, pero él no dejó de besarla, disfrutando por primera vez de sus dulces labios. Él la depósito en la cama acariciando su suave piel y besando cada parte de su cuerpo. ella se alejó repentinamente.

—Te necesito —Ella dijo con su cuerpo lleno de heridas sangrando.




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