—No quiero hablar contigo Aiden —Nadia apartó la mirada hacia la pared más cercana.
Él ya se había disculpado por mentirle, sin embargo el amargo sabor de la tradición no era algo que pudiera desaparecer. Ella odiaba sentirse engañada, y que fuera su mellizo quien lo hubiera hecho, empeoraba las cosas. Necesitaba unos días para asimilar el drama en el que su vida se había convertido. Ella había accedido por petición de su tío y de su hermano a dormir en la casa de “su padre”. Jackson no estaba feliz con su decisión, pero el hombre la había respetado con la condición de pasar con ella más tiempo.
—Lo siento —Aiden dijo con resignación. Segundos después sonrió viendo como ella se dejaba abrazar por él—. ¿Me perdonas? Prometo que te voy a recompensar como la vez que te mordió el perro por mi culpa. Habrá muchos postres y helado.
Ella achicó los ojos y después le lanzó una mirada envenenada. Él sabía muy bien cómo sobornar a su hermana, la comida podía hacer maravillas con el temperamento de Nadia. Incluso su madre se había sorprendido cuando vio a Aiden pasándole sus postres a Nadia después de que el perro la atacase. Eso solo había confirmado lo que todos pensaban, Aiden era el culpable de que su hermanita estuviera herida; Por otro lado ellos necesitaban de una gran cantidad de alimentos. La ventaja de su naturaleza era que sin importar cuánto comiesen ellos no sufrirían ningún cambio en su peso. Claro que con el ejercicio y usando su transformación Aiden si había notado los cambios en su masa muscular. Ahora tenía seis cuadritos en su torso y el resto de su cuerpo tenía mucha musculatura.
—Tendrás que darme algo muy bueno para recompensar el daño que me hiciste. Pero por ahora estaremos bien, ya después buscaré una forma de cobrar.
Aiden contuvo las ganas de poner los ojos en blanco. Una de las ventajas de que su hermanita no conociera la malicia, era que siempre pedía algo sencillo en comparación de lo que otra mujer pediría. Estaba seguro de que ella terminaría pidiendo que le comprase un perro, un pez o tal vez una tortuga. Era aficionada a los animales, sin embargo su madre no los dejaba tener una mascota por la faltan de tiempo entre la escuela y los entrenamientos de su abuelo.
—Te lo pagaré comprándote una iguana.
—En serio, a veces pregunto qué tan normal eres. ¿Para qué podría querer una iguana?
Aiden se encogió de hombros sin tener una respuesta.
—No te quejes sino no te voy a decir lo qué los clanes están planeando. Soy el mejor hermano mayor que puedas desear. Tengo una jugosa propuesta para ti hermanita.
—Eres tres minutos mayor, eso no cuenta.
—Bueno, eso lo vamos a aclarar después. Ahora...
Aiden empezó a relatarle las noticias nuevas de las que se había enterado. Sabía que su hermana siempre disfrutaba de una buena Caza. De nueva cuenta los mayores los habían dejado de lado, ¿Por qué todos se negaban a creer que ya no eran unos niños? Ellos era cazadores de nivel 1. Tenían cinco estrellas que les daba el título de un cazador adulto y con experiencia.
James yacía reposando su cuerpo en una cómoda cama en la casa del "imbécil arrogante", a pesar de los años nunca podría cambiarle el apodo al lobo. Había dejado a sus sobrinos en algún lugar por ahí y por allá. Ahora Anker sentía lo qué Dustin llegó a sentir cuando otro hombre estaba arrebatándole la atención y el tiempo con su hija. James no estaba burlándose o algo parecido, simplemente estaba haciendo una pequeña comparación de lo que vivió el cazador. Él adoraba a sus sobrinos, sin embargo ellos pronto tendrían que empezar a tomar sus propias decisiones. Ambos habían nacido para cumplir con un gran propósito, y él confiaba en que ellos siempre tomarían excelentes decisiones. Su prima a pesar de sus errores, siempre fue una madre maravillosa, todo lo que hizo fue con un propósito del destino. Ahora Dustin estaba al tanto de las nuevas noticias el hombre estaba agradecido y feliz de tener a su hija con vida.
Alaia no solo era la adoración del hombre sino también era lo mejor que el cazador había llegado a tener. Ella era su única hija, no era la primogénita, Dustin tenía otro hijo en alguna parte del mundo llamado Elliot Blackwood. No muchos sabían de él, ni siquiera Alaia lo sabía. Dustin era viejo y con los años aprendió a mantener a su familia en las sombras de la manera más cruel. Estuvo casado dos veces antes de que Alaia naciera. Dos veces vivió el terrible dolor de ver morir a sus hijos y a las mujeres con quiénes los concibió.
Con la madre de Alaia nunca se comprometió, pobre de su prima había sido creada en una noche de locura y borrachera. El pobre cazador había estado aterrorizado cuando la madre de Alaia la dejó abandonada en la puerta de la casa de Dustin un día. Se suponía que ellos la iban a criar juntos, sin embargo la mujer tomó el camino fácil. Lena siempre estuvo con él y ella se convirtió en la mejor madre del mundo, Lena no podía concebir. Tener a Alaia fue el mejor regalo que la mujer pudiera pedir. También el viejo Dustin no pudo resistirse a la bondad y dulzura de su ahora esposa y madre de su única hija.
—No te acomodes en mi casa con tanta tranquilidad —Anker apareció de entre las sombras.
—¿Quieres que te acuse con mi prima? —en esos momentos el cazador se sentía poderoso.
Molestar al lobo siempre era su prioridad estando en la casa. Claramente el lobo no pensaba que fuese gracioso o algo parecido.
—Deja de jugar —Anker evidentemente quería arrancarle la cabeza—. Vigila a Aiden, que no se acerque al cuarto de Alaia.
Eso era una orden.
—¿Por qué tendría que evitar que mi sobrino vea a su madre?
—Deja las estupideces para otro momento. Tengo cosas que resolver y sabes muy bien lo que ocurrió ayer.
Sí, James lo sabía...
Aiden se coló en la habitación donde mantenían a su madre y eso no terminó bien. La mente de su prima había recibido un reinicio de lo que intentó hacer el primer día o mejor dicho, noche de su regreso. Atacó a Aiden sin contemplación alguna gritando que ellos tenían que morir para que sus hijos vivieran. Eso era algo muy loco, ellos eran sus hijos. Desde ese momento ninguno de sus sobrinos tenía permiso de entrar en esa habitación. Por suerte en la habitación no había nada que Alaia pudiese usar como arma, Anker incluso había retirado la cama y solo había dejado un par de colchones lo suficientemente grandes para que ella estuviera cómodamente. Sin mencionar también que Nadia casi hace lo mismo. Ella todavía estaba enojada con su hermano, con él y con Anker.
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Editado: 16.11.2019