La semana pasó tranquila hasta llegar el viernes. Abrí la puerta de mi casa y encontré a mi padre en el salón esperándome. Tenía su cabello castaño acabado de secar y sus ojos me miraban serios. Me tensé al notar el ambiente.
-¿Qué pasa? -pregunté.
-Explícame lo del martes. Si no hubiera sido por el rastreador, estarías en grandes problemas. Y por lo que me han dicho Carla Swan también. -asentí y me apresuré a explicar lo sucedido.
Tras acabar, mi padre se llevó una mano en la barbilla y con un gesto me indico que le siguiese hacia su oficina. Al llegar, se sentó en la silla delante del escritorio y abrió rápidamente el portatil. Después de desbloquearlo, abrió un programa mientras tecleaba la contraseña de usuario y buscaba algo. Me quedé de pie detrás suyo mirando silenciosamente. Al encontrar lo que buscaba, abrió el documento y me agaché un poco para leerlo. Me quedé de piedra ante la información. En tres días habían desaparecido un centenar de cazadores del planeta. Misteriosamente, no habían dejado ni una sola pista. Ningún humano se había dado cuenta. Era como si un velo nublase sus mentes al intentar recordar algo. Notaban su cabeza embotada y en blanco como cuando sabes algo pero no puedes recordarlo. Aquello era claramente un indicio de magia. Cogí el ratón y bajé por el documento. En él, también decía que habían habido unas tres pequeñas batallas sin demasiadas bajas, una docena por cada una, en la frontera con los hechiceros en el Bajomundo. El gran continente del que provenimos. Esta, tal y como dice su nombre, bajo la Tierra. Pero no debajo literalmente, sino en una dimensión o plano por el que se accedía bajando unos kilómetros hacia el interior de la Tierra. Obviamente, la calor no nos mataría como a cualquier humano. Sino que nos arroparía como un abrigo en el invierno. La energía del planeta nos reconocía y no nos intentaba expulsar.
-¿Qué hago? -pregunté mirando a mi padre nada más acabar el último párrafo.
-Por ahora, nada. -me informó girando la cabeza hacia mi.
-Pero...
-No. Aún no es tiempo. Atacaremos cuando menos se lo esperen. Intentaremos que las bajas sean mínimas hasta que descubramos el por qué atacan o se pasen de la raya.
-Está bien. ¿Informarás a mamá?
-Lo haré en cuanto pueda. Espero que no lo sepa. Sino, no tendré ninguna excusa para no atacar.
-asiento de acuerdo. Y me giro para salir. Pero antes, al llegar al marco de la puerta, le solté la bomba.
-El lunes le informaré a Liam sobre esto e intentaré sonsacarle algo de información.
-¿Qué?
-El lunes de esta semana me topé por casualidad con Liam en la biblioteca. Se ve que ha convencido a mamá para que le dejase ir a la universidad y estamos en la misma. Megara, mi compañera de habitación y amiga, es una bruja. Al igual que su hermano. Y no me separaré de ellos por mucho que insistas. -aclaré antes de salir hacia mi habitación. Al llegar, cogí mi bolsa de deporte perfectamente hecha y me cambie por un top junto a unas mallas. También me puse una chaqueta deportiva y unas deportivas muy cómodas perfectas para entrenar. Me recogí el cabello en una cola de caballo y salí de mi habitación para irme hacia la Kardia. Pero antes de poder salir, la voz de mi padre me detuvo.
-Nunca dije que pudieras irte.
-Papá...
-Bien. Ten cuidado. Y, en la universidad, no confíes en nadie excepto en tu hermano y Carla. Y Megara, si quieres. Pero no bajes la guardia. -advirtió. Asentí mientras salía e iba a la Kardia.
Al llegar, estaba a dos kilómetros de casa, me dirigí a la sala de entrenamientos obligatoria. También denominada como SEO. Estaba formada por dos rings de boxeo, utilizado para la lucha, tres paredes de escalada de diferente nivel, una pared de un metro llena de armas, una sala de observación en lo alto de esta y cinco dianas por cada tipo: flechas, jabalinas y dagas. Al entrar, vi a Carla en el ring junto a otra chica peleando con cuchillos cortos, de un filo de 30cm. Su cabello estaba perfectamente trenzado y el de su oponente, supuse que con una coleta muy alta ya que me daba la espalda. A su alrededor, se encontraba una masa de gente animando y abucheando. Cuando Carla lanzó un tajo directo al rostro de su contrincante, esta rodó por el suelo mientras lanzaba una patada hacia la muñeca de Carla. Ella, con gran agilidad, retiro la muñeca y el pie dio contra el metal. Al ver el rostro de su la chica de coleta muy alta, descubrí que era Lauren. Tenía un mueca burlona en el rostro y de su labio bajaba un pequeño río de sangre que se quito con la muñeca. Su cabello castaño estaba recogido en una coleta muy alta, tal y como a ella le gustaba, y sus ojos relucían de desafío. Carla le lanzó otro tajo y ella lo detuvo con su propio cuchillo a unos centímetros de su rostro. Como un rayo, su codo viajó hacia la mandíbula de su oponente pero esta dio un salto hacia atrás evitando el golpe. En respuesta, Carla se agachó e intentó derribarla con un giro de pierna de 180º. No funcionó pero, tal y como supuse, le dio un rodillazo directo en el estómago que Lauren no pudo evitar. Esta se arrodilló pero, no se dio por vencida y le lanzó el cuchillo en modo de daga. Carla lo evitó por unos milímetros y el filo del cuchillo le cortó unos mechones de su cabello rubio. Su antebrazo bloqueó justo a tiempo el puñetazo que iba dirigido a su mejilla.
-No te rindes, eh.
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Editado: 11.03.2022