Desperté como si hubiera dormido cien horas seguidas, qué a gusto estaba... Un momento, ¿dónde me encontraba? Abrí los ojos y lo primero que vi fue la cara de alivio de mi amiga Alice, que me observaba desde la butaca del rincón de aquella habitación que apestaba a antiséptico. Mierda, me encontraba en un hospital y no sabía cómo había llegado allí.
—¡Madre mía! ¡No sabes lo preocupada que me tenías! —chillaba Alice mientras se acercaba y me abrazaba hasta casi dejarme sin respiración.
—Joder, Alice, afloja. Me vas a espachurrar como sigas abrazándome así. ¿Cómo he llegado aquí? ¿Y Tina? ¿Cómo se encuentra? Solo sé que entré en su apartamento y todo lo que ocurrió después es confuso, no lo recuerdo. ¿Qué pasó? - El desconcierto ocupaba mi mente, sin dejarme entender lo sucedido.
—Tranquila, Tina está bien. Al parecer Mark debió de drogaros y escapó antes de que llegara la policía. Cuando os encontraron ya estabais inconscientes. Mientras huía tuvo un accidente y su coche fue a parar al río. Todavía no han encontrado el cuerpo. La policía dice que con un impacto así, a esa altura, es casi imposible que sobreviviera. Ella despertó hace una hora. Un oficial la está interrogando, aunque al parecer tampoco recuerda nada. ¡Ese tío era un puto psicópata! —se agitó con razón mi amiga al decir aquello.
De pronto alguien llamó a la puerta, interrumpiendo nuestra conversación. Un hombre de unos cincuenta años se acercó con el semblante cansado y portando una carpeta de documentos en las manos. El inspector de policía Jones se mostró amable en todo momento con nosotras y le contamos todo lo sucedido. Bueno, yo hasta donde recordaba..., que no era mucho.
—Bien, eso es todo, señoritas. Gracias por su colaboración, seguiremos buscando y las mantendremos informadas. No se preocupen por su amiga, la tendremos vigilada en todo momento, por si acaso. Un agente la seguirá día y noche sin perderla de vista. Señorita Di Angelo, si recuerda algo más no dude en llamarme, aquí tiene mi número —me extendió una tarjeta y dio por finalizada la conversación.
—Se lo agradezco, señor Jones. Si logro recordar algo le llamaré —respondí sonriendo. Sin decir más se marchó, cerrando la puerta de la habitación, dejándonos a solas nuevamente con nuestra conversación.
Todo era muy extraño. ¿Por qué no podía recordar nada? Quizás con el tiempo lo recordaría o quizás no, tal vez fuera mejor así... Tal vez.
Esa misma noche otra vez la misma pesadilla de siempre; sin embargo, esa vez fue diferente. Los mismos gritos de lamento, el mismo dolor, aunque con la diferencia de que ahora podía ver su rostro, que aún con la agonía que reflejaba era hermoso. Sus facciones eran marcadas, tenía los ojos de un azul tan claro como el cielo en un día despejado, sus labios carnosos eran los más apetecibles que había visto nunca, su cabello negro azabache le caía por sus anchos hombros y sus alas negras con reflejos plata, que en algún momento fueron hermosas, solo eran una sombra de lo que fueron. Padecía un terrible sufrimiento y me miraba como si de verdad pudiera hacerlo, suplicándome otra vez que lo ayudara. Desperté con una terrible sensación de impotencia al no poder hacer nada por él. La marca de mi cuello empezó a dolerme igual que si quemara y una lluvia de imágenes explotó en mi cabeza, haciéndome recordar lo sucedido en el apartamento de Tina. ¿Cómo podía ser posible? Eso no podía haber sucedido. ¿Estaba volviéndome loca? Quizás fue la droga que Mark nos había dado, que tenía efectos secundarios. Aunque, si todo era real y no existía tal droga, ese ángel caído borró nuestras memorias dejándonos sin esos recuerdos como si nada. ¿Acaso ese ángel de mis sueños tenía algo que ver con el ángel caído que estaba en el apartamento de Tina? Debía averiguar qué estaba pasando o terminaría perdiendo la cabeza de verdad. Ya habían pasado unos días y no lograba disipar esos pensamientos tan confusos, que ocupaban mi mente a todas horas. Me duché, me puse mi top de Avenged Sevenfold, mis pantalones negros rajados y las botas estilo militar que tanto adoraba. Maquillé y pinté mis ojos con una sombra negro intenso, me recogí el cabello en un moño deshecho y salí de casa a toda velocidad porque ya llegaba diez minutos tarde, cosa rara en mí, al estudio de tatuajes. Había demorado demasiado tiempo con esos nuevos pensamientos que no lograba sacarme de la cabeza y sin darme cuenta el tiempo pasó volando. Sabía que hasta dentro de media hora no tendría que atender a mi nuevo cliente, aun así me gustaba anticiparme y dejarlo todo preparado para cuando llegara. Entré al estudio. Mi amiga Alice ya estaba tatuando, la saludé. Decidí empezar a preparar mis cosas y al instante Ben se acercó con esa sonrisa típica en él que tanto me gusta. Realmente, esa sonrisa podría derretir a cualquiera.
—¡Hey, preciosa! ¿Qué tal amaneciste? —me preguntó, de tan buen humor como de costumbre.
—Buenos días, Ben. No tan bien como me hubiera gustado — intenté responderle con la mejor de mis sonrisas, aunque mi cara me delataba.
—Por lo que veo, alguien no pasó muy buena noche. Pese a ello, estás tan guapa como siempre —me sonrió devolviéndome el gesto.
—Gracias. La verdad es que no, no la tuve. Últimamente estoy teniendo un sueño que se repite y no es muy agradable, es angustioso y al despertar tengo una sensación de ansiedad terrible. Cuando estaba a punto de contarle a Ben con todo detalle lo que ocurría en mi repetitivo sueño, repentinamente la puerta se abrió y entró él. No podía ser, ¿qué estaba haciendo allí? ¡Tierra trágame!