Cazadores de Almas Oscuras - Nina

CAPÍTULO III - POR FIN LO ENCONTRAMOS

Después de ir a recoger algo de ropa a mi apartamento, durante el transcurso del camino sentí como si alguien nos observara. Me giré unas cuantas veces, pero no veía nada extraño, así que decidí no alarmar innecesariamente a Raziel. Seguramente serían alucinaciones mías causadas por el estrés de los últimos días.
Por fin, al cabo de un tiempo andando, llegamos a la puerta de la Catedral. Allí se alojaban otros Grigori con sus camaradas Nefilim esperando cualquier indicio, dispuestos a cazar almas oscuras o demonios cuando hiciera falta.
La Catedral era impresionante. La fachada estilo barroco contrastaba con la arquitectura moderna del lugar y contenía unos detalles de decoración altamente ornamentados, las columnas eran impresionantes, y contaba con un gran número de ventanales. Justo en el centro estaba la torre más alta, donde se situaba el campanario, la cual estaba coronada por una inmensa cruz y, pese a la altura, se vislumbraba hermosa. Me adentré en ese impresionante lugar por una puerta trasera y lo que vi cuando entré todavía me sorprendió más que el exterior. Un gran recibidor, adornado con impresionantes cuadros, daba paso a un inmenso pasillo repleto de salas, con dos imponentes escaleras de madera tallada colocadas en los extremos.

—¡Madre mía, esto es impresionante! —exclamé alucinada—.¿Cuántos ángeles caídos vivís aquí? —curioseé, observando cada detalle.

—Vivimos seis Grigori con nuestros respectivos camaradas y dos rastreadores, que también son Nefilim como los camaradas. Ellos solo se dedican a rastrear, porque son de tercer rango y no tienen tanto poder, aunque si es necesario pueden entrar en combate. También tenemos un capitán general que nos gobierna, que en este caso es Azazel. Hoy conocerás a los que se encuentran aquí, mañana te presentaré al resto. Los rastreadores han salido — me informó sonriente—. Ven, sígueme.

Sin decir más, se metió en una sala repleta de gente.

—¿Qué tal, chicos? —saludó Raziel alegremente—. Tengo una gran sorpresa que daros. Después de tanto tiempo buscando la llave, por fin la hemos encontrado. Ella es Nina. Con su ayuda podremos rescatar a Azazel y restaurar el orden.

Todos los allí presentes me miraban como si no pudiera ser verdad que yo fuera la tan buscada llave.

—¡Ahora está claro! Por eso podía vernos el otro día en aquel apartamento. Ya decía yo que tenía algo especial. Una simple humana no es capaz de vernos si no lo deseamos. Tenías razón, Raziel, debíamos mantenerla vigilada —razonó la mujer, que reconocíal instante. Era Nora, la camarada de Raziel.

—¿Cómo estás tan seguro de que es ella? ¿Has visto la marca? —preguntó un hombre alto, castaño de ojos verdes, bastante guapo también.

—¿Por quién me tomas, Ananel? ¿Crees que si no hubiera visto su marca, o no estuviera seguro al cien por cien de que es ella, la hubiera traído? —respondió con esa pregunta, algo molesto.

—Perdón, lo siento, hermano. Después de tanto tiempo buscándola, me parece increíble que esté aquí. Por fin buenas noticias, las necesitábamos —se disculpó el tal Ananel.

—¿Cómo puede ser que no la rastreáramos antes? Ni siquiera ahora consigo detectar su aura angelical con facilidad. Es muy extraño —continuó una mujer con una larga cabellera cobriza y ojos verdes. ¿Pero qué pasaba allí? ¿Es que eran todos supermodelos o qué?

—No lo sé, Nahama. Supongo que no la pudimos detectar antes porque hasta que no he tocado su marca no me he dado cuenta del hechizo de encubrimiento que tiene. Quien lo lanzó sabía lo que hacía, lo que no sé es quién trata de ocultarla.

Cavilando, pensé que tampoco yo lo sabía.

—No sé, pero si trataban de ocultarla es por algo y no me da buena espina. ¿Es necesario que se quede aquí? —quiso saber, demala gana, un hombre fuerte con aspecto rudo, con los ojos azules y una larga melena rubia.

—Oye, ¿te crees que a mí me hace gracia dejar mi vida, a mis amigos, mi trabajo y quedarme aquí a ayudar a un grupo de gente a la que ni conozco? No os ofendáis, no dudo de que algunos de vosotros seáis muy agradables, aunque la verdad es que sois unos extraños para mí. Comprended que se me haga algo difícil esta situación, yo no la he elegido —sentencié con toda la calma que pude para no sonar antipática, aunque mi cara reflejaba el mosqueo que llevaba por dentro.

—Vaya, vaya. La mujer tiene carácter, ¿eh, John? —se reía, un hombre musculoso de pelo castaño y ojos turquesa, que tampoco estaba nada mal, mirando al que anteriormente había formulado la desafortunada pregunta.

—Y, además, Armers, he de añadir que está de muy buen ver. Si no hay habitación donde alojarla, no me importa compartir la mía con semejante bombón. Puedo hacer el sacrificio. Todo sea por el bienestar del grupo —apuntó otro hombre, de pelo rubio y ojos pardos, con semblante pícaro, que se encontraba sentado al lado del susodicho.

—¡Qué cara más dura, Cam! Deja a la chica, ¿o es que quieres que se marche asustada por tus comentarios? —bromeó una mujer que tenía una cabellera negra como la noche y unos ojos grises de mirada profunda.

—Te agradezco la invitación, aun así agradecería más estar en una habitación yo sola. Soy hija única y aprecio bastante mi intimidad —hablé mirando a Cam, diciendo eso último con el tono más serio que pude en ese momento. Aunque la verdad es que su comentario lejos de molestarme, me hizo gracia.

—Alissa, creo que esta chica me va a caer bien. No tiene pelos en la lengua y si cada vez que Cam suelta alguna de sus tonterías le pega un corte como el de ahora, esto va a ser divertido —se carcajeó un hombre de pelo rubio ceniza y ojos castaño claros, que parecía bastante amable.




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