Cazadores de Bestias

Junio la gata salvaje

Kulthar despertó aterido en la madrugada, se retorció en la hamaca extendiendo su albornoz para envolverse en él, algunas arañas cayeron a la plataforma, pero ya eran muy pocas las que rondaban por la hamaca, realmente estaba haciendo frío, agradeció no haberse quitado los zapatos porque a esas horas tendría los pies congelados y se hubiera resfriado. 

El albornoz era muy confortable y cálido, su peluda piel interior aprisionaba el calor del cuerpo y al poco rato se sintió más a gusto, porque incluso se había puesto la capucha y se había envuelto la cara y la cabeza con un sedoso pañuelo gris, dejando solo espacio para su nariz y boca.

Se durmió rápidamente y aunque sentía la vejiga algo llena, declinó la necesidad de orinar, de ninguna manera abriría su hamaca en esos momentos, pero la pinta de cerveza ya la había evacuado antes de subir al árbol y no sería mayor molestia.

Dos horas después salió el sol, los gallos cantaron y Kulthar salió apurado de la hamaca, saltando en un pie y en otro, miró hacia abajo y asegurándose de que estaba solo dejó caer el anillo por si abrían el portal con su desayuno y abriendo apuradamente su bragueta, liberó el caudal que lo atormentaba con un suspiro de alivio.

-    ¿Qué estás haciendo? ¡Maldito cabrón! ¡Casi me bañas con tus asquerosos meados!


-    ¡Perdón! ¡JA JA JA! – dijo dándose la vuelta, muerto de la risa y siguió orinando hasta vaciarse completamente.

Aliviado, desató su hamaca, enrollo todo y lo guardó en su bolsa de viaje, bajó del árbol, no había ni rastro de arañas, recogió el anillo, se lo puso al cuello y se encaró risueño a Rimtok que le llevaba el desayuno.

-    Buenos días querido amigo, pensé que necesitabas un baño

-    Un poco más cerca y serías hombre muerto

-    De veras no sabía que estabas abajo

-    Bueno, come rápido y ya regresaremos

-    ¿Se te acabaron los versos? ¿Qué tal la orgía con tu mano?

-    Las niñas me dan placer y la envidia te va a corroer  

Kulthar desplegó la mesa y se desperezó estirándose lentamente, flexionó su cuerpo y se escuchó el crujir de huesos, le encantaba hacerlo, terminó haciendo tronar sus nudillos y se sentó a comer, le habían llevado dos huevos fritos, con lascas de tocino, unas salchichas doradas y un generoso jugo de naranja. 

Comió con hambre y dejó para el final el refrescante jugo que sintió con un sabor un poco rancio, quizá alguna naranja estaba pasada.

Iba también un pellejo con agua, se lavó las manos, se echó un poco en la cara y en la cabeza y se enjuagó la boca haciendo gárgaras con el agua.

Satisfecho se puso a caminar por el bosque buscando ver a la partida de soldados que seguramente enviarían este día, pero no había señales de nadie en los caminos, regresó al punto de descanso y al poco rato se abrió el portal y salieron sus amigos.

-    ¿Qué tal tus meados?

-    ¡En el jugo! – por eso me supo a rancio ¡Maldito!

-    ¡JA JA JA! ¿Quién te manda a intentar bañarme de tu asquerosa secreción?

-    ¡Ya te dije que fue sin querer!

-    También a mi se me olvidó avisarte

Todos se burlaron de Kulthar riendo hasta las lágrimas, este malhumorado se sentó en la piedra y masculló maldiciones a todos.

Tratando de contenerse, Aldorak preguntó cómo estaba la situación de los caminos.

-    Pues no se ve nada anormal, no han salido tan temprano

-    Bueno debes entrar a asearte y alguien tomará tu lugar

-    Yo lo haré. - dijo Junio, quien ya estaba vestida como para una batalla con ceñidos y gruesos pantalones, una ajustada blusa y un chaleco con muchas bolsas también ajustado a su cuerpo, cruzadas a la espalda dos pequeñas espadas y una bolsa de viaje enrollada como un anillo en su cintura. 

-    Está bien, toma el anillo y te veremos al medio día

-    ¿Y los caballos? – preguntó Bilmah cayendo en la cuenta de que desde ayer no los veía

-     Están abajo, en aquel prado, los solté al nomás llegar, no podíamos dejarlos aquí arriba atados, si venía alguien iba a sospechar inmediatamente y a buscarnos minuciosamente en cada árbol

-    ¡Cuanta inteligencia! Tú deberías ser Kulthar el sabio, no Kulthar el libidinoso.

-    Detecto celos

-    Ni en tus sueños más húmedos

-    La única humedad del compañero se la bebe con su jugo mañanero

-    ¡JA JA JA!

-    Ya cállense, me voy

Y Kulthar fue el primero en entrar al portal, seguido por los demás, dejando sola a Junio que inmediatamente exploró por toda la cima, fue a ver los caballos que pastaban tranquilamente por el amplio y verde prado, pero ensillados, puso en blanco los ojos y les quitó las sillas de montar y las ocultó perfectamente en una especie de zanjo que cubrió con las muchas palmeras que estaban apiladas en el suelo a la orilla de un cerco.

Regresó arriba y se puso a otear el lado del pueblo, logrando ver en la lejanía una pequeña nube de polvo que se acercaba a la zona, seguramente ya había salido el destacamento de este día a buscarlos, se sentó a observarlos tranquilamente, esta vez venían más despacio, quizá revisando los lugares y las casas.
Vio la verde campiña y recordó lo parecidos que eran esos parajes a las tierras de Iliamdar, el reino salvaje de los bosques, de cómo siendo niña fue vendida a Pandorak por sus propios padres que querían comprar una parcela para ampliar su miserable porqueriza, construir una cabaña más grande y vivir ahí con sus cuatro hermanos y tres hermanas, siendo mujer y la hija menor de su familia, su valor era realmente nulo para sus padres, no era elegible como esposa de nadie sino hasta que se casaran sus tres hermanas y ella al ser hija menor no tenía derecho a nada, ni siquiera podían venderla a un burdel, pues las hijas menores estaban condenadas por la superstición local a ser parias toda la vida, ya era malo ser mujer y ser una hija menor era un boleto directo a una vida miserable sin excepción.




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