JENNA
- Ha accedido- me explicó Kyle por teléfono rato después de que cada uno regresase a su casa. Su voz sonaba apresurada y preocupada.- He tenido que contarle la verdad…
- ¿La verdad?- alcé ambas cejas, confundida. Me encontraba sentada en el sofá con el libro de matemáticas en el regazo; por muchos problemas demoníacos que tuviésemos, seguíamos teniendo tareas como el resto de los adolescentes normales.- ¿La verdad, verdadera? ¿Que tienes medio demonio dentro y que buscamos al dueño de la otra mitad?
- Exactamente.
Solté un jadeo. Para lo tímido y asustadizo que Kyle podía ser a veces, hacía cosas que yo nunca me habría atrevido a hacer. Casi sonreí al pensar en lo bizarra que tenía que haber sido la conversación entre aquellos dos.
- Nos reuniremos con ella esta tarde en la entrada del instituto, cuando el partido haya empezado- me informó.
- Y… ¿Qué quiere a cambio?- murmuré, mordiéndome el labio con una mala sensación que sólo incrementó cuando Kyle me dijo que ella no había puesto ningún requisito. Mala señal.- Bueno... ¿Quieres que pase por tu casa a recogerte? ¿Y así tranquilizo a tu tía?
- Está trabajando- admitió, aunque noté el agradecimiento en su voz.- ¿Nos vemos en la puerta del instituto?
Asentí, y, tras colgar, obligué a mi mente a centrarse en las tareas que tenía por delante.
***
El instituto estaba a rebosar cuando llegamos; parecía que la gente se había tomado muy a pecho eso de ‘llegar una hora antes para calentar el ambiente’. Nos colocamos en la entrada, a un lado de la puerta, por la que jóvenes y adultos no dejaban de transitar.
-¡Chicos!- tragué saliva cuando Lydia nos saludó con la mano desde lejos, acercándose con una mueca emocionada hacia donde nos encontrábamos. Me mordí el labio con una mezcla de nerviosismo y culpabilidad. Íbamos a mentirle, otra vez.
Cuando alcanzó nuestra altura, en los labios pintados de rojo lucía una amplia sonrisa.
- ¡Todo se está llenando de gente!- exclamó, y noté un pinchazo en el pecho cuando me cogió de la mano.- No sabéis que ilusión me hace que hayáis venido. Ya sé que puede parecer una tontería… pero me apena que nunca hagamos nada juntos.
Traté de responder algo, pero las palabras se me habían atascado en la garganta. Apreté el agarre de la mano de la chica, y le dediqué una sonrisa.
- Un día de estos tenemos que hacer una pijamada- solté, nerviosa, sin saber muy bien lo que decía. Kyle y Lydia me miraron con las cejas alzadas, y al momento en el que pensé que había dicho una estupidez, la pelirroja dio un saltito y amplió su sonrisa, dejando a la vista la blanca dentadura.
- ¡Eso sería magnífico! ¿Vamos a coger sitio a las gradas?
- Emm…
- Estamos esperando a mi tía- le explicó entonces Kyle con calma.- Se me han olvidado las llaves de casa y me las va a traer, para que después no despierte a mis primas cuando llegue.
- Oh, de acuerdo- asintió la muchacha, frunciendo un poco el ceño.- ¿Queréis que… os espere en las gradas?
- Claro, genial- asentí con una sonrisa, y dejé su mano ir. La vimos alejarse, mezclándose entre la gente, y, cuando desapareció, mi rostro perdió la sonrisa, al igual que ocurrió con el de Kyle.
- Me siento fatal mintiéndole- me confesó, bajando la mirada.
- Yo me siento igual- asentí, y me apoyé contra la pared, cruzándome de brazos.- Sabes… he tenido muy pocos amigos antes que vosotros.
Se hizo el silencio entre los dos; yo, en realidad, no sabía por qué había dicho eso en voz alta. Sin embargo, por alguna razón, la expresión amable de Kyle me alentó a seguir hablando.
- He… estudiado en más de un colegio, y, en su mayor parte, en casa… y bueno, nunca he sido de las que… hablaban con la gente- me encogí de hombros, jugando un poco con mis manos. Ya cada vez pasaba menos gente por la entrada, y el aparcamiento comenzó a sumirse en la calma.- Conoceros a vosotros dos ha sido una de las mejores cosas que me han pasado nunca, y… mentirle a Lydia me hace mucho daño, la verdad.
- Pero lo hacemos para protegerla- me dijo con voz suave Kyle, y, pese a que se sonrojó por ello, tomó mis manos entre las suyas.- Mentirle es malo, pero peor sería involucrarla en todos estos asuntos de Shinigami y demonios asesinos. Así, al menos, está a salvo…
Asentí, porque sabía que en el fondo él tenía razón. Lo habíamos hablado en más de una ocasión, pero, al parecer, necesitaba que me lo recordasen.
***
Mara llegó tarde. La vimos dejar la bicicleta en los aparca-bicis, y después se acercó a nosotros con las manos hundidas en los bolsillos del abrigo negro que vestía.
- ¿Vamos?- murmuró, cuando llegó a nuestra altura, sin siquiera disculparse por habernos tenido esperando, mordiéndonos las uñas al pensar que nos dejaría plantada.
Entramos al instituto; desde el interior, podíamos escuchar la bulla que provenía del campo de rugby. Pensé en Lydia esperándonos, pero me obligué a apartar el pensamiento de mi mente. Lo importante en este momento era la cámara de seguridad. La persona de las notas. Descubrir quién contenía en su interior a la otra mitad de Kahla.
***
Llevábamos un buen rato metidos en el despacho de secretaría, donde se encontraba el equipo informático. Era un lugar pequeño, y completamente normal y aburrido; había papeles, libros, y lápices por todas partes. Y, en medio de todo eso, estábamos nosotros, tres muchachos que no deberían encontrarse allí.