Cazadores de Demonios

CAPÍTULO 35

 

JENNA

 

Él no tenía derecho a desaparecer así. No podía, simplemente, matar a mi amigo y marcharse.

 

No.

 

La ira me cegaba. Apagaba cualquier otro sentimiento de dolor, de malestar. Sólo quería venganza.

 

Cuando alcancé el fondo de la iglesia, ni siquiera tuve la osadía de mirar hacia la mesa en la que Kyle se encontraba tendido. Pasé de largo, dando la espalda a la lucha que se llevaba a cabo, y tomé el mismo camino que Gabriel había tomado, cruzando la puerta trasera de la iglesia.

 

Tras un chirrido, me encontré en un pasillo oscuro que me condujo hasta una nueva puerta. Y, al empujarla, el frío y la lluvia me dieron la bienvenida.

 

- ¡Kahla!- grité con furia, cuando vislumbré su figura a unos metros de la iglesia, corriendo. No permití que la flojera de mis piernas me detuviese. Aquella era mi última oportunidad. La última vez que podría cobrarme mi venganza.

 

Kaleb, por favor, no me abandones ahora.

 

Mis pies golpearon el mojado suelo, y con la lluvia cayendo sobre mi cuerpo, corrí tras él.

 

No huirás, no huirás…

 

La tierra húmeda del suelo salpicaba, y la hierba resbalaba con cada paso que daba. Pero la situación era la misma para ambos, y mientras que a mí me nutría el sentimiento de furia, el cuerpo de Gabriel aún se recuperaba tras el ritual realizado.

 

Fue como un pequeño chute de adrenalina, el momento en el que logré colgarme de su brazo y detenerlo. Con el impacto, él tropezó, y yo caí sobre su rígido cuerpo, golpeando el suelo con una rodilla. Todo estaba ocurriendo tan rápido, que ni siquiera tenía tiempo de pensar. Actuaba, y nada más.

 

Traté de buscar mi daga en el cinturón, hurgando entre la ropa con desesperación. El puño cerrado de Gabriel chocó contra mi mejilla, y sentí el sabor metálico de la sangre en mis labios. Trató de deshacerse de mí empujándome, pero mis manos se agarraron con furia a sus hombros. No podía dejarlo marchar. No después de lo que le había hecho a Kyle.

 

No después de matarlo.

 

Ese pensamiento hizo que mi pecho ardiese. De hecho, todos los músculos de mi cuerpo se sentían en llamas. La rabia y la impotencia corrían por mis venas, y con un grito frustrado, clavé los dedos en el pecho del hombre.

 

No tenía la daga. Pero, en ese momento, sentía que daba igual.

 

Kaleb, ayúdame. Familia. Estáis ahí, os necesito. ¡AYUDADME!

 

Un sonoro gruñido trepó por mi garganta, sonando como un animal aullando, y, por alguna razón, Gabriel gritó también.

 

No comprendí lo que ocurría, hasta que sentí aquel característico cosquilleo en mis muñecas. Traté de mirar mis antebrazos, comprobar que las marcas oscuras estaban allí, pero una mano fría atrapó mi garganta, pillándome de imprevisto.

 

-Estúpida cría…- la voz de Kahla sonó distorsionada, o al menos eso me pareció. Traté de defenderme del agarre, aplastando una mano en su rostro y pegando patadas como una loca. Pero Gabriel era un hombre, era más grande que yo, y estaba poseído por un demonio poderoso. Por tanto, mis posibilidades de ganarle en fuerza eran nulas.

 

Mi cuerpo golpeó el húmedo suelo, y noté el frío, entremezclado con el dolor, filtrándose en mis huesos.

 

Él trató de ponerse en pie, pateándome, pero conseguí agarrarme a una de sus piernas. No podía comprender de dónde salía aquella fuerza, cómo era posible que tras tantos golpes, aún pudiese ponerme en pie una vez más. Pero la imagen de Kyle regresaba a mi mente a cada segundo, inevitablemente.

 

- Khala...- con un gruñido, logré agarrarme a él, casi como si fuese un apasionado abrazo. Cada vez que entraba en contacto con su cuerpo, aquella sensación regresaba. La misma que cuando, antes de obtener mis poderes Emerson, mataba a un demonio. Notaba cómo la oscuridad se filtraba en mí, cómo abandonaba a Gabriel y se canalizaba por mis muñecas, subiendo a través de mis antebrazos.

 

¿Era siquiera posible eso? ¿Podía matar a un demonio sin utilizar ninguna daga de plata? ¿Acaso me estaba volviendo loca, acaso todo estaba ocurriendo en mi mente?

 

-Suéltame, maldita sea…- fui zarandeada por Gabriel, pero no logró librarse de mí. Tal vez… ¿tal vez estaba logrando debilitarlo?

 

-Te había dicho que acabaría contigo- gruñí, clavando de nuevo los dedos en su piel.- Ya no puedes huir, Kahla…

 

-¡Basta!

 

Caí de rodillas una vez más, al tiempo que el cuerpo de Gabriel vencía hacia abajo. Sus manos se posaron en mis hombros, pero no opuso ningún tipo de resistencia. Pese a que todo estaba oscuro, supe que mis brazos se encontraban llenos de serpenteantes líneas negras.

 

Quería pensar en lo que había ocurrido. Quería tratar de darle una explicación. Pero ya no me quedaban fuerzas. Bajo la lluvia que caía desde aquel oscuro cielo, me tendí junto al cuerpo inerte de aquel hombre. Ya no quedaba nada de Kahla. Había acabado con ella, pero no dejaba de repetirme que había sido demasiado tarde. La victoria ni siquiera sabía a victoria.

 

Pasó un rato hasta que escuché algunos pasos acercarse. El pecho me apretó con fuerza cuando vi que se trataba de Frey. Su rostro mostraba una mezcla de cansancio y preocupación.

 

-¡Jenna! ¿Estás bien?

 

-Sí-le respondí, sin poder evitar ser cortante. Su rostro se volvió algo amargo, como si se hubiese ofendido ante mi respuesta. Con expresión vacilante observó el cuerpo tendido de Gabriel, antes de regresar la mirada a mí. Parecía dubitativo cuando volvió a despegar los labios para hablar.

 

-Hermana, yo…

 

-Ahora no es el momento-le corté.




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