Cazadores de Sombras: Ciudad de Ceniza (yeongyu)

13: Una hueste de ángeles rebeldes

Gaspard de la Nuit de Ravel se compone de tres partes diferenciadas; Yeonjun había interpretado ya la primera cuando se levantó del piano, entró en la cocina, cogió el teléfono de Minho e hizo una única llamada. Luego regresó al piano y a Gaspard. 

Iba por la mitad de la tercera parte cuando vio una luz que barría el césped delantero de Minho. Se apagó al cabo de un momento, sumiendo la vista desde la ventana delantera en la oscuridad, pero Yeonjun ya estaba en pie y alargaba la mano para coger su cazadora.

Cerró la puerta de Minho tras él sin hacer ruido y descendió los escalones saltándolos de dos en dos. En el césped junto a la acera había una motocicleta con el motor todavía retumbando. Poseía una extraña apariencia orgánica: tubos que eran como venas glutinosas ascendían serpenteantes y envolvían el chasis, y el único faro, ahora mortecino, parecía un ojo refulgente. En cierto modo parecía tan viva como la muchacha que estaba apoyada en ella contemplando a Yeonjun con curiosidad. Llevaba una cazadora de cuero marrón y el pelo oscuro se le rizaba hasta el cuello de la prenda y le caía sbre los ojos entrecerrados. Sonreía burlona, dejando al descubierto unos puntiagudos dientes blancos. Desde luego, se dijo Yeonjun, ni la muchacha ni la motocicleta estaban vivos en realidad; ambos se movían gracias a energías demoníacas, alimentados por la noche. 

- Yongsun. - Dijo Yeonjun, a modo de saludo.

- Ya ves. - Repuso esta. - La he traído, como me pediste.

- Lo veo.

- Aunque, podría añadir, siento mucha curiosidad por saber por qué querrías algo como una motocicleta demoníaca. Para empezar, no son lo que se dice aceptables para una parte de la Alianza, y en segundo lugar, se rumorea que ya tienes una.

- Sí que tengo una. - Admitió Yeonjun, dando vueltas alrededor de la motocicleta para examinarla desde todos los ángulos. - Pero está en el tejado del Instituto, y ahora no puedo acceder a ella.

Yongsun lanzó una divertida risita.

- Parece que ninguno de los dos es bien recibido en el Instituto.

- ¿Vosotros? ¿Los chupasangre estáis aún en la lista de los Más Buscados?

Yongsun se inclinó a un lado y escupió, con delicadeza, al suelo.

- Nos acusan de asesinatos. - Afirmó con ira. - De la muerte del ser lobo, del hada, incluso de la del brujo, aunque les he dicho que no bebemos sangre de brujo. Es amarga y puede obrar extraños cambios en los que la consumen.

- ¿Le has dicho esto a Kibum?

- Kibum. - Los ojos de Yongsun centellearon. - No podría hablar con él ni aunque quisiera. Ahora todas las decisiones pasan por el Inquisidor, todas las indagaciones y peticiones se llevan a través de él. Es una mala situación, amigo, una mala situación.

- ¡Me lo vas a decir a mí! - Exclamó Yeonjun. - Y nosotros no somos amigos. Estuve de acuerdo en no contar a la Clave lo sucedido con Jake porque necesitaba tu ayuda. No porque me caigas bien.

Yongsun sonrió burlona, los dientes centelleando blancos en la oscuridad. 

- Así que no te caigo bien. - Ladeó la cabeza a un lado. - Es curioso. - Reflexionó. - Había pensado que se te veía diferente ahora que has caído en desgracia con la Clave. Que ya no eres su hijo favorito. Pensé que algo de esa arrogancia podría haber desaparecido. Pero sigues siendo el mismo.

- Creo en la coherencia. - Replicó Yeonjun. - ¿Vas a dejarme la moto, o no? Sólo tengo unas pocas horas hasta que salga el sol.

- ¿Supongo que eso significa que no vas a llevarme a casa?

Yongsun se apartó con elegancia de la motocicleta; mientras se movía, Yeonjun distinguió el brillante destello de la cadena de oro que le rodeaba la garganta.

- No. - Yeonjun se montó en la moto. - Pero puedes dormir en el sótano bajo la casa si te preocupa el amanecer.

- Hummm.

Yongsun se quedó pensativa; era unos pocos centímetros más baja que Yeonjun. 

- ¿Así que ahora estamos en paces por Jake, cazador de sombras?

Yeonjun aceleró la moto, haciéndola girar en dirección al río. 

- Jamás estaremos en paz, chupasangre, pero al menos esto es un comienzo.

***

Yeonjun no había conducido una moto desde hace tiempo, y le cogió desprevenido el viento helado que estaba traspasando la fina cazadora y la tela vaquera de los pantalones como docenas de gélidas agujas. Se estremeció, contento de haberse puesto al menos guantes de cuero para protegerse las manos. 

Aunque el sol acababa de ponerse, parecía como si al mundo le hubiesen quitado el color. El cielo era gris perla; el horizonte, una gruesa línea negra pintada en la distancia. El aire sabía a nieve, a pesar de que faltaban meses para el invierno.

La última vez que había volado sobre el río, Beomgyu había estado con él, rodeándolo con los brazos y con las manos aferradas a la tela de su cazadora. Él no había sentido frío entonces. Ladeó la moto ferozmente y sintió cómo daba un bandazo lateral; le pareció ver su propia sombra proyectada sobre el agua, peligrosamente ladeada. Mientras se enderazaba, lo vio: un barco con costados de metal negro, sin marcas y casi sin iluminación, la proa como una estrecha cuchilla que segaba el agua ante él. Le recordó a un tiburón, delgado, veloz y mortífero. 

Frenó y descendió poco a poco, sin el menor sonido, como una hoja atrapada en la marea. No sentía como si cayera, era más bien como si el barco se alzara para ir a su encuentro, manteniéndose a flote en una corriente ascendente. Las ruedas de la moto aterrizaron en la cubierta, y el muchacho se deslizó lentamente hasta detenerse. No había necesidad de parar el motor; bajó de la moto y su retumbo sordo decreció a un gruñido, luego a un ronroneo y finalmente quedó en silencio. Cuando volvió la cabeza para echarle un vistazo, esta daba un poco la impresión de estarle fulminando con la mirada, como un perro descontento después de decirle que debe quedarse. 



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En el texto hay: lgbt, txt, yeongyu

Editado: 30.01.2023

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