Cazadores de Sombras: Ciudad de Hueso (adaptación Yeongyu)

06: Repudiado

La sala de armas tenía exactamente el aspecto que algo llamado "la sala de armas" se suponía que debía tener. Las paredes de metal pulido estaban adornadas con toda clase de espadas, dagas, estiletes, picas, horcas de guerra, bayonetas, látigos, mazas, garfios y arcos. Bolsas de suave cuero llenas de flechas oscilaban colgadas de ganchos, y había montones de botas, protectores de piernas y guanteletes para muñecas y brazos. El lugar olía a metal, a cuero y a pulimento para acero. Kai y Yeonjun, que ya no iba descalzo, estaban sentados ante una larga mesa situada en el centro de la habitación, con la cabeza inclinada sobre un objeto colocado entre ellos. Yeonjun alzó la mirada cuando la puerta se cerró detrás de Beomgyu. 

- ¿Dónde está Taeyeon? - Preguntó. 

- Escribiendo a los Hermanos Silenciosos. 

Kai contuvo un estremecimiento. 

- ¡Puaj! 

Beomgyu se acercó a la mesa lentamente, consciente de la mirada de Kai. 

- ¿Qué hacéis?

- Dándole los últimos toques a estas cosas. 

Yeonjun se hizo a un lado para que él pudiese ver lo que había sobre la mesa: tres largas varitas delgadas de una plata que brillaba débilmente. No parecían afiladas ni especialmente peligrosas. 

- Sanvi, Sansanvi y Semangelaf. Son cuchillos serafín. 

- No parecen cuchillos. ¿Cómo los habéis hecho? ¿Con magia?

Kai se mostró horrorizado, como si le hubiese pedido que se pusiera un tutú y efectuara una perfecta pirueta de ballet. 

- Lo gracioso respecto a los mundis. - Dijo Yeonjun, sin dirigirse a nadie en concreto. - Es lo obsesionados que están con la magia para ser un grupo de gente que ni siquiera sabe lo que significa la palabra. 

- Yo sé lo que significa. - Le dijo Beomgyu con brusquedad. 

- No, no lo sabes, simplemente crees que lo sabes. La magia es una fuerza oscura y elemental, no tan sólo un montón de varitas centelleantes, bolas de cristal y peces de colores que hablan. 

- Yo nunca dije que fuera un montón de peces de colores parlantes, tú...

Yeonjun agitó una mano, interrumpiéndolo. 

- Si alguien llama a una anguila eléctrica "patito de goma", eso no convierte a la anguila en patito, ¿no es cierto? Por lo tanto, que Dios se apiade del pobre desgraciado que decide que quiere darse un baño con el "patito". 

- Estás diciendo tonterías. - Observó Beomgyu. 

- No es verdad. - Replicó Yeonjun, con gran dignidad. 

- Sí, lo es. - Dijo Kai, de un modo bastante inesperado. - Mira, nosotros no hacemos magia, ¿de acuerdo? - Añadió, sin mirar a Beomgyu. - Eso es todo lo que necesitas saber al respecto. 

Beomgyu quiso replicarle, pero se contuvo. A Kai él no parecía gustarle, así que de nada servía empeorar su hostilidad. Volvió la cabeza hacia Yeonjun. 

- Taeyeon dijo que puedo ir a casa. 

Yeonjun estuvo a punto de soltar el cuchillo serafín que sostenía.

- ¿Que dijo qué?

- Para buscar en las cosas de mi padre. - Corrigió él. - Si tú me acompañas. 

- Yeonjun. - Exhaló Kai, pero Yeonjun no le hizo caso. 

- Si realmente quieres demostrar que uno de mis padres era un cazador de sombras, deberíamos mirar entre las cosas de mi padre. Lo que queda de ellas. 

- Meternos en la madriguera del conejo. - Yeonjun sonrió maliciosamente. - Buena idea. Si vamos ahora mismo, deberíamos tener otras tres o cuatro horas de luz solar. 

- ¿Queréis que vaya con vosotros? - Preguntó Kai, mientras Beomgyu y Yeonjun se encaminaban a la puerta. 

Beomgyu volvió la cabeza para mirarle. Había medio abandonado la silla, con ojos expectantes. 

- No. - Yeonjun no volvió la cabeza. - No es necesario. Beomgyu y yo podemos ocuparnos de esto solos. 

La mirada que Kai lanzó a Beomgyu fue tan agria como el veneno. 

El joven se alegró cuando la puerta se cerró tras él. 

Yeonjun encabezó la marcha por el pasillo, con Beomgyu medio trotando para mantenerse a la altura de su larga zancada. 

- ¿Tienes las llaves de tu casa?

Beomgyu echó una ojeada a sus bambas. 

- Sí.

- Estupendo. No es que no pudiéramos entrar por la fuerza, pero tendríamos mayores posibilidades de perturbar las salvaguardas que pudiera haber instaladas si lo hiciéramos. 

- Si tú lo dices. 

El pasillo se ensanchó en un vestíbulo con suelo de mármol, con una cancela de metal negro colocada en una pared. Hasta que Yeonjun no oprimió un botón que había junto a la puerta y este se iluminó, Beomgyu no comprendió que se trataba de un ascensor. Este crujió y gimió mientras subía para ir a su encuentro. 

- ¿Yeonjun?

- ¿Sí?

- ¿Cómo supiste que tenía sangre de cazador de sombras? ¿Había algún modo de que pudieras darte cuenta?

El ascensor llegó con un último crujido. Yeonjun descorrió el pestillo de la reja y la deslizó a un lado, abriéndola. El interior recordó a Beomgyu una jaula para pájaros, todo metal negro y decorativos pedacitos dorados. 

- Lo imaginé. - Dijo el mayor, pasando el pestillo de la puerta tras ellos. - Parecía la explicación más probable.

- ¿Lo imaginaste? Debiste de haber estado muy seguro, teniendo en cuenta que podías haberme matado. 

Yeonjun presionó un botón en la pared, y el ascensor dio una sacudida, poniéndose en marcha con un vibrante gemido que Beomgyu notó en todos los huesos de los pies. 

- Estaba un noventa por ciento seguro. 

- Comprendo. - Dijo Beomgyu. 

Algo en su voz hizo que Yeonjun se volviera para mirarlo. La mano de Beomgyu restalló contra su cara en un bofetón que lo balanceó hacia atrás sobre los talones. Se llevó la mano a la mejilla, más sorprendido que dolorido. 

- ¿A qué diablos viene eso?

- El otro diez por ciento. - Contestó Beomgyu, y descendieron el resto del trayecto hasta la calle en silencio. 

***

Yeonjun pasó el viaje en metro envuelto en un silencio enojado. Beomgyu permaneció pegado a él de todos modos, sintiéndose un tanto culpable, en especial cuando miraba la marca roja que su bofetón le había dejado en la mejilla. 




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