Beomgyu se adelantó para tocar el brazo de Yeonjun, para decir algo, cualquier cosa; ¿qué se le dice a alguien que acaba de ver a los asesinos de su padre? Su titubeo resultó no importar; Yeonjun se quitó de encima su mano como si le escociera.
- Deberíamos marcharnos. - Dijo, abandonando a grandes zancadas la oficina y penetrando en la salita, seguido apresuradamente por Beomgyu y Jake. - No sabemos cuándo puede regresar Minho.
Salieron por la puerta trasera, con Yeonjun usando su estela para cerrarla con llave detrás de ellos, y se encaminaron hacia la calle silenciosa. La luna flotaba como un relicario sobre la ciudad, proyectando reflejos nacarados en el agua de río Han. El zumbido lejano de los coches al pasar sobre el puente inundaba el aire húmedo con un sonido parecido al de un aleteo.
- ¿Quiere decirme alguien a dónde vamos? - Dijo Jake.
- A tomar la línea L. - Respondió Yeonjun con tranquilidad.
- Tienes que estar tomándome el pelo. - Replicó Jake, pestañeando. - ¿Los mata demonios toman el metro?
- Es más rápido que ir en coche.
- Pensaba que sería algo más molón, como una furgoneta con "Muerte a los demonios" pintado en el exterior, o...
Yeonjun no se molestó en interrumpirle. Beomgyu lanzó al muchacho una mirada de soslayo. A veces, cuando Taemin estaba realmente enfadado por algo o se sentía disgustado, adoptaba lo que Beomgyu llamaba una "calma alarmante". Era una calma que recordaba a Beomgyu el fuerte brillo engañoso del hielo justo antes de resquebrajarse bajo el peso. Yeonjun mostraba esa calma alarmante. Su rostro era inexpresivo, pero algo ardía en el fondo de sus ojos.
- Jake. - Dijo Beomgyu. - Es suficiente.
Jake le lanzó una mirada como diciendo: "¿de qué lado estás?", pero Beomgyu hizo caso omiso. Seguía observando a Yeonjun cuando giraron para tomar la avenida. Las luces del puente a su espalda le iluminaban el cabello en un improbable halo. El joven se preguntó si estaba mal que, en cierto modo, se alegraba de que los hombres que se habían llevado a su padre fueran los mismos que habían matado al padre de Yeonjun años atrás. Al menos, de momento, tendría que ayudarlo a encontrar a Taemin, tanto si quería como si no. Al menos, de momento, no podía dejarlo solo.
***
- ¿Vives aquí? - Jake se detuvo alzando una sorprendida mirada hacia la vieja catedral, con los ventanales forzados y las puertas selladas con cinta policial amarilla. - Pero si es una iglesia.
Yeonjun introdujo una mano en el cuello de la camisa y sacó una llave de latón colgada de una cadena. Parecía una de esas llaves que se usan para abrir un viejo arcón en un desván. Beomgyu le observó con curiosidad; el muchacho no había cerrado la puerta con llave tras él cuando habían abandonado el Instituto antes, simplemente había dejado que se cerrara de un portazo.
- Nos resulta útil habitar en terreno sagrado.
- Eso ya lo entiendo, pero, sin ánimo de ofender, este lugar es un basurero. - Comentó Jake, contemplando con recelo la reja de hierro torcida que rodeaba el antiguo edificio y la basura apilada junto a los escalones.
Beomgyu dejó que su mente se relajara. Se imaginó a sí mismo tomando uno de los trapos mojados de trementina de su padre y frotando con él la vista que tenía ante él, borrando la imagen como si fuera pintura seca.
Ahí estaba: la visión auténtica, brillando a través de la falsa como una luz a través de cristal oscuro. Vio las elevadas agujas de la catedral, el brillo apagado de las ventanas emplomadas, la placa de latón fijada a la pared de piedra junto a la puerta con el nombre del Instituto grabado. Retuvo la visión por un momento antes de dejarla marchar casi con un suspiro.
- Es una imagen, Jake. - Dijo. - En realidad no tiene este aspecto.
- Si esta es tu idea de lo que es una imagen, empiezo a pensármelo mejor sobre dejar que cambies la mía.
Yeonjun encajó la llave en la puerta, echando una mirada por encima del hombro a Jake.
- No estoy seguro de que seas del todo consciente del honor que te estoy haciendo. - Dijo. - Serás el primer mundano que haya estado jamás dentro del Instituto.
- Probablemente el olor mantiene alejados al resto.
- No le hagas caso. - Dijo Beomgyu a Yeonjun, y dio un codazo a Jake en el costado. - Siempre dice exactamente lo que le viene a la cabeza. Carece de filtros.
- Los filtros son para el cigarrillo y el café. - Masculló Jake por lo bajo mientras pasaban al inferior. - Dos cosas que no me irían mal ahora, por cierto.
Beomgyu pensó con nostalgia en el café mientras ascendían por un curvo tramo de peldaños de piedra, cada uno tallado con un glifo. Empezaba a reconocer algunos de ellos; estos atraían su vista del modo que palabras medio escuchadas en un idioma extranjero atraían a veces su oído, como si simplemente concentrándose más pudiera extraerles algún significado.
Beomgyu y los dos muchachos llegaron al ascensor y subieron en silencio. Él todavía pensaba en café, enormes tazas de café en las que la mitad era leche, tal y como su padre lo preparaba por las mañanas. A veces, Minho les llevaba bolsas de bollos de la panadería. Al pensar en Minho, Beomgyu sintió que se le hacía un nudo en el estómago y su apetito se desvanecía.
El ascensor se detuvo con un siseo, y volvieron a estar en el vestíbulo que Beomgyu recordaba. Yeonjun se sacó la chaqueta, la arrojó sobre el respaldo de una silla cercana y silbó entre dientes. En cuestión de segundos, Iglesia hizo su aparición, avanzando muy pegado al suelo, con los ojos amarillos brillando en el polvoriento aire.
- Iglesia. - Dijo Yeonjun, arrodillándose para acariciar la cabeza gris del gato. - ¿Dónde está Kai? ¿Dónde está Taeyeon?
Iglesia arqueó el lomo y maulló. Yeonjun arrugó la nariz, algo que Beomgyu podría haber encontrado mono en otras circunstancias.