Yeonjun se inclinó hacia adelante y golpeó con la mano la partición que los separaba del conductor del taxi.
- ¡Gire a la izquierda! ¡A la izquierda! ¡Dije que tomara por Gangnam, tarado imbéci!
El conductor del taxi respondió girando el volante tan violentamente a la izquierda que Beomgyu se vio arrojado contra Yeonjun. Soltó un aullido de enojo.
- ¿Por qué tomamos Gangnam, de todos modos?
- Me muero de hambre. - Dijo Yeonjun. - Y no hay nada en casa excepto restos de comida china. - Sacó el móvil de su bolsillo y empezó a marcar. - ¡Kai! ¡Despierta! - Gritó, y Beomgyu oyó claramente un murmullo irritado al otro lado. - Reúnete con nosotros en Taki's. Desayuno. Sí, ya me oíste. Desayuno. ¿Qué? Sólo está a unas pocas manzanas de distancia. Muévete.
Cortó la comunicación y metió el teléfono en uno de sus innumerables bolsillos mientras se detenían junto a un bordillo. Mientras entregaba al conductor un fajo de billetes, Yeonjun empujó con el codo a Beomgyu para que saliera del coche. Cuando aterrizó en la acera junto a él, se desperezó como un gato y extendió los brazos a ambos lados.
- Bienvenido al mejor restaurante de Seúl.
No parecía gran cosa: un edificio bajo de ladrillo que se combaba en la parte central como un suflé hundido. Un destartalado letrero de neón, que proclamaba el nombre del restaurante, colgaba lateralmente y chisporroteaba. Dos hombres con abrigos largos y sombreros de fieltro echados sobre el rostro estaban repantigados frente a la estrecha entrada. No había ventanas.
- Parece una prisión. - Dijo Beomgyu.
- Pero... - Indicó Yeonjun, apuntándole con un dedo. - ¿En prisión podrías pedir unos espaguetis fra diavolo que hacen que te quieras chupar los dedos? No lo creo.
- No quiero espaguetis. Quiero saber qué es un Choi Soobin.
- No es un qué. Es un quién. - Respondió Yeonjun. - Es un nombre.
- ¿Sabes quién es?
- Es un brujo. - Contestó él en su voz más razonable. - Sólo un brujo podría haber colocado un bloqueo en tu mente como ese. O quizá uno de los Hermanos Silenciosos, pero está claro que no fueron ellos.
- ¿Es un brujo del que has oído hablar? - Inquirió Beomgyu, que empezaba a cansarse rápidamente de la voz razonable de Yeonjun.
- El nombre sí me suena familiar...
- ¡Eh!
Era Kai, con aspecto de haber saltado de la cama y haberse colocado los vaqueros sobre el pijama. Los cabellos, sin peinar, le formaban un halo desordenado alrededor de la cabeza. Corría a pasos largos hacia ellos, con los ojos puestos en Yeonjun, haciendo caso omiso de Beomgyu, como de costumbre.
- Niki viene de camino. - Anunció. - Trae al mundano.
- ¿Jake? ¿De dónde ha salido? - Preguntó Yeonjun.
- Se presentó a primera hora de esta mañana. No podía permanecer alejado de Niki, supongo. Patético. - Kai sonó divertido, y Beomgyu deseó darle una patada. - De todos modos, ¿entramos o qué? Estoy hambriento.
- Yo también. - Repuso Yeonjun. - Realmente podría pedirme unas colas de ratón fritas.
- ¿Unas qué? - Preguntó Beomgyu, seguro de que había oído mal.
Yeonjun le sonrió burlón.
- Tranquilízate. - Dijo. - Es sólo un restaurante barato.
Les detuvo en la puerta de acceso uno de los hombres repantigados. Cuando se irguió, Beomgyu tuvo una fugaz visión de su rostro bajo el sombrero. Tenía la piel de color rojo oscuro, y las manos cuadradas, acabadas en uñas de color azul negro. Beomgyu sintió que se tensaba, pero Yeonjun y Kai no parecieron preocupados. Dijeron algo al hombre, que asintió y se hizo a un lado, dejándolos pasar.
- Yeonjun. - Siseó Beomgyu cuando la puerta se cerraba detrás de ellos. - ¿Quién era ese?
- ¿Te refieres a Clancy? - Preguntó él, pasando la mirada por el restaurante, brillantemente iluminado.
El interior resultaba agradable, a pesar de la ausencia de ventanas. Acogedores reservados de madera se acurrucaban unos junto a otros, cada uno cubierto con cojines de colores brillantes. Loza encantadoramente desparejada se alineaba en el mostrador, tras el que había una joven rubia con un delantal de camarera, rosa y blanco, contando ágilmente el cambio que entregaba a un hombre fornido en una camisa de franela. Vio a Yeonjun, le saludó con la mano e indicó que se sentaran donde quisieran.
- Clancy mantiene fuera a los indeseables. - Indicó Yeonjun, conduciendo a Beomgyu a uno de los reservados.
- Es un demonio. - Siseó él.
Varios clientes volvieron la cabeza para mirarlo; un chico con puntiagudas rastas azules estaba sentado junto a una hermosa muchacha india de largos cabellos negros y doradas alas, finas como gasa, brotándole de la espalda. El muchacho lo miró con cara de pocos amigos. Beomgyu se alegró de que el restaurante estuviese casi vacío.
- No, no lo es. - Dijo Yeonjun, deslizándose al interior de un reservado.
Beomgyu fue a sentarse a su lado, pero Kai ya estaba allí, así que se instaló con cuidado en el asiento situado frente a ellos, con el brazo entumecido aún a pesar de los cuidados de Yeonjun. Se sentía hueco por dentro, como si los Hermanos Silenciosos hubieran introducido la mano en su interior y le hubieran extraído las entrañas, dejándolo ligero y mareado.
- Es un efrit. - Explicó Yeonjun. - Son brujos sin magia. Medio demonios que no pueden usar hechizos por el motivo que sea.
- Pobres bastardos. - Comentó Kai, tomando su menú.
Beomgyu cogió también el suyo, y se lo quedó mirando atónito. Saltamontes con miel figuraba como un plato especial, junto a platos de carne cruda, peces crudos enteros y algo llamado sándwich caliente de murciélago. Una página de la sección de bebidas estaba dedicada a las diferentes clases de sangre de barril que disponían; con gran alivio por parte de Beomgyu, eran diferentes clases de sangre animal, en lugar de tipo A, tipo O, o tipo B negativo.