Taeyeon, jadeando, le siguió con la mirada, abriendo y cerrando los puños a los costados. Tenía la mano izquierda recubierta del líquido húmedo y oscuro que había rezumado de su pecho, y la expresión de su rostro era una mezcla de júbilo y aversión a sí misma.
- ¡Taeyeon!
Beomgyu golpeó con la mano la pared invisible que los separaba. Un fuerte dolor le recorrió el brazo, pero no era nada comparado con el dolor punzante de su pecho. Le parecía como si el corazón fuera a abrírsele paso violentamente fuera de la caja torácica. Yeonjun, Yeonjun, Yeonjun... las palabras resonaban en su mente, deseando que las gritaran con fuerza. Las reprimió.
- ¡Taeyeon, déjame salir!
Taeyeon se volvió, negando con la cabeza.
- No puedo. - Contestó, usando su inmaculado pañuelo doblado para frotarse la mano manchada, y parecía lamentarlo de verdad. - No harías más que intentar matarme.
- No lo haré. - Aseguró él. - Lo prometo.
- Pero a ti no te han criado como un cazador de sombras. - Replicó ella. - Y tus promesas no significan nada.
El extremo del pañuelo humeaba en aquellos momentos, como si lo hubiese sumergido en ácido, y la mano seguía igual de ennegrecida. Frunciendo el entrecejo, abandonó el intento.
- Pero Taeyeon... - Insistió él con desesperación. - ¿Es que no le has oído? ¡Va a matar a Yeonjun!
- No ha dicho eso.
Taeyeon estaba junto al escritorio, abriendo un cajón para sacar una hoja de papel. Extrajo una pluma del bolsillo y la golpeó con fuerza contra el borde del escritorio para hacer fluir la tinta. Beomgyu le contempló atónito. ¿Estaba escribiendo una carta?
- Taeyeon. - Comenzó con cuidado. - Jinki ha dicho que Yeonjun estaría pronto con su padre. El padre de Yeonjun está muerto. ¿Qué otra cosa puede haber querido decir?
Taeyeon no alzó la mirada del papel sobre el que garabateaba.
- Es complicado. No lo comprenderías.
- Comprendo suficientes cosas. - Le pareció como si su amargura fuera a abrasarle la lengua. - Comprendo que Yeonjun confiaba en ti, y tú lo has entregado a un hombre que odiaba a su padre y que probablemente odia también a Yeonjun, sólo porque tú eres demasiado cobarde para vivir con una maldición que merecías.
La cabeza de Taeyeon se alzó violentamente.
- ¿Es eso lo que piensas?
- Es lo que sé.
Ella dejó la pluma, sacudiendo la cabeza. Parecía cansada.
- Tú sólo conoces partes y fragmentos, Beomgyu. Y es mucho mejor para ti.
Dobló el papel en el que había estado escribiendo en un pulcro cuadrado y lo arrojó al fuego, que llameó de un brillante verde ácido antes de perder intensidad.
- ¿Qué estás haciendo? - Exigió saber Beomgyu.
- Enviar un mensaje.
Taeyeon dio la espalda al fuego. Se encontraba cerca de él, separada únicamente por la pared invisible. El muchacho presionó los dedos contra ella, deseando poder hundírselos en los ojos a Taeyeon... aunque estos aparecían tan tristes como enojados habían estado los de Jinki.
- Eres joven. - Continuó Taeyeon. - El pasado no es nada para ti, ni siquiera otro país como lo es para los viejos, o una pesadilla como lo es para los culpables. La Clave me puso esta maldición porque ayudé a Jinki. Pero yo no era la única del Círculo que le servía... ¿no eran los Kim tan culpables como yo? ¿No lo eran los Jung? Sin embargo, yo fui la única condenada a pasar toda mi vida sin poder sacar ni un pie fuera de aquí, ni siquiera la mano por la ventana.
- Eso no es culpa mía. - Replicó Beomgyu. - Y tampoco es culpa de Yeonjun. ¿Por qué castigarle por lo que la Clave te hizo a ti? Puedo entender que le entregases la Copa a Jinki, ¿pero Yeonjun? Lo matará, tal y como mató a su padre...
- Jinki... - Repuso Taeyeon. - No mató al padre de Yeonjun.
Un sollozo surgió del pecho de Beomgyu.
- ¡No te creo! ¡Todo lo que haces es decir mentiras! ¡Todo lo que has dicho siempre eran mentiras!
- Vaya. - Repuso ella. - El absolutismo moral de la juventud, que no permite concesiones. ¿No te das cuenta, Beomgyu, de que a mi manera intento ser una buena mujer?
Él negó con la cabeza.
- No funciona así. Las cosas buenas que hagas no compensan las malas. Pero... - Se mordió el labio. - Si me dijeras dónde está Jinki...
- No. - Taeyeon musitó la palabra. - Se dice que los nefilim son los hijos de los hombres y los ángeles. Todo lo que esta herencia angelical nos ha dado es una distancia mayor desde la que caer. - Tocó la superficie invisible de la pared con las yemas de los dedos. - No te criaron como uno de nosotros. No formas parte de esta vida de cicatrices y matanzas. Todavía puedes escapar. Abandona el Instituto, Beomgyu, tan pronto como puedas. Márchate, y no regreses jamás.
- No puedo. - Contestó él, negando con la cabeza. - No puedo hacerlo.
- Entonces te doy el pésame. - Dijo ella, y abandonó la habitación.
***
La puerta se cerró tras Taeyeon, dejando a Beomgyu en silencio. Sólo oía su propia respiración agitada y el escarbar de sus dedos contra la implacable barrera transparente situada entre él y la puerta. El muchacho hizo exactamente lo que se había dicho que no haría, y se arrojó contra ella, una y otra vez, hasta quedar exhausto y conseguir que le dolieran los costados; luego se dejó caer al suelo e intentó no llorar.
En algún lugar al otro lado de la barrera, Kai se moría, mientras Niki esperaba a que Taeyeon apareciera y le salvara. En algún lugar más allá de aquella habitación, Jinki se dedicaba a zarandear violentamente a Yeonjun para despertarlo. En algún lugar, las posibilidades de su padre disminuían por momentos, segundo a segundo. Y él estaba atrapado allí, tan inútil e impotente como la criatura que era.
Entonces se sentó muy erguido, recordando el momento en casa de Kim Jisoo cuando Yeonjun le había puesto la estela en la mano. ¿Se la había llegado a devolver? Conteniendo la respiración, buscó en el bolsillo izquierdo; estaba vacío. Lentamente, introdujo la mano en el bolsillo derecho; los dedos sudorosos encontraron pelusa y luego resbalaron sobre algo duro, liso y redondo: ¡la estela!