Cazadores de Sombras: Ciudad de Hueso (adaptación Yeongyu)

21: El relato del hombre lobo

La verdad es que conozco a tu padre desde que éramos niños.

Nos criamos en Idris. Es un lugar hermoso, y siempre he lamentado que no lo hayas visto nunca. Te encantarían las relucientes coníferas en invierno, la tierra oscura y los rios que son como cristal helado. Existe una pequeña red de poblaciones y una única ciudad, Alacante, que es donde la Clave se reúne. La llaman la Ciudad de Cristal porque, para dar forma a sus torres, se ha usado la misma sustancia repele demonios de la que están hechas nuestras estelas; a la luz del sol centellean igual que el cristal. 

Cuando Taemin y yo fuimos lo bastante mayores, se nos envió a la escuela en Alacante. Fue allí donde conocí a Jinki. 

Él tenía un año más que yo, y era con mucho el chico más popular de la escuela. Era apuesto, inteligente, rico, dedicado, un guerrero increíble. Yo no era nada: ni rico ni brillante, procedía de una familia campesina común y corriente. Y tuve que esforzarme en mis estudios. Taemin era un cazador de sombras nato; yo no. No conseguía soportar la más leve Marca ni aprender las técnicas más simples. En ocasiones pensé en huir, en regresar a casa cubierto de oprobio. Incluso en convertirme en un mundano. Así de abatido me sentía. 

Fue Jinki quien me salvó. Vino a verme a mi habitación; jamás se me había ocurrido que siquiera supiera mi nombre. Se ofreció a adiestrarme. Dijo que sabía que tenía grandes dificultades, pero que veía en mí las semillas de un gran cazador de sombras. Y bajo su tutela realmente mejoré. Aprobé los exámenes, lucí mis primeras Marcas, maté a mi primer demonio. 

Le adoraba. Pensaba que el sol salía y se ponía sobre Lee Jinki. Yo no era el único inadaptado que había rescatado, desde luego. Había otros. Kim Taeyeon, que se llevaba mejor con los libros que con las personas; Kim Kibum, cuyo hermano se había casado con una mundana; Kim Jonghyun, a quien aterraban las Marcas; Jinki los tomó a todos bajo su tutela. Entonces, pensé que era bondad por su parte; ahora no estoy tan seguro. Ahora creo que se estaba forjando un culto. 

Jinki estaba obsesionado con la idea de que en cada generación había cada vez menos cazadores de sombras: que éramos una raza en extinción. Estaba seguro de que sólo con que la Clave hiciera un uso más liberal de la Copa de Raziel, podrían crearse más cazadores de sombras. Para los profesores, tal idea era un sacrilegio: elegir quién puede o no puede convertirse en cazador de sombras no es tarea de cualquiera. Petulante, Jinki preguntó: ¿por qué no convertir a todos los hombres en cazadores de sombras, entonces? ¿Por qué no otorgarles a todos la habilidad para ver el Mundo de las Sombras? ¿Por qué guardarnos ese poder egoístamente para nosotros? 

Cuando los profesores respondieron que la mayoría de los humanos no podían sobrevivir a la transición, Jinki afirmó que mentían, que intentaban mantener el poder de los nefilim limitado a una pequeña élite. Eso era lo que afirmaba por entonces; ahora pienso que probablemente consideraba que los daños colaterales compensaban el resultado final. En cualquier caso, convenció a nuestro grupito de que su punto de vista era el correcto. Formamos el Círculo, declarando que nuestro objetivo era salvar a la raza de los cazadores de sombras de la extinción. Por supuesto, teniendo diecisiete años, no estábamos muy seguros de cómo lo haríamos, pero estábamos convencidos de que acabaríamos por conseguir algo importante. 

Entonces llegó la noche en que el padre de Jinki murió en un ataque rutinario a un campamento de hombres lobo. Cuando Jinki regresó a la escuela, tras el funeral, llevaba las Marcas rojas del luto. Había cambiado. Su amabilidad aparecía entremezclada con ramalazos de cólera que rayaban en la crueldad. Atribuí su nuevo comportamiento a la pena e intenté con más ahínco que nunca complacerle. Jamás respondí a su ira con ira. Me limité a sentir la horrible sensación de que le había decepcionado. 

La única persona capaz de calmar sus ataques de cólera era tu padre. Siempre se había mantenido un poco aparte de nuestro grupo, en ocasiones incluso llamándonos burlonamente el club de fans de Jinki. Eso cambió cuando el padre de Jinki murió. Su dolor despertó la simpatía de Taemin. Se enamoraron. 

Yo también le quería: era mi amigo más íntimo, y me hacía feliz ver a Taemin con él. Cuando abandonamos la escuela, se casaron y fueron a vivir a la finca de la familia de Taemin. Yo también regresé a casa, pero el Círculo continuó. Había empezado como una especie de aventura escolar, pero creció en escala y poder, y Jinki creció con él. Sus ideales también habían cambiado. El Círculo todavía reclamaba la Copa Mortal, pero desde la muerte de su padre, Jinki se había convertido en un franco defensor de la guerra contra todos los subterráneos, no tan sólo contra los que rompían los Acuerdos. Este mundo era para los humanos, argüía, no para los que eran en parte demonios. No se podía confiar totalmente en los demonios. 

Me sentía incómodo con la nueva dirección que había tomado el Círculo, pero me mantuve en él; en parte porque seguía sin poder soportar defraudar a Jinki, en parte porque Taemin me había pedido que siguiera. Tenía alguna esperanza de que yo podría llevar moderación al Círculo, pero fue imposible. No había forma de moderar a Jinki, y Jonghyun y Kibum, casados ya, eran casi igual de radicales. Sólo Jung Hoseok se mostraba inseguro, igual que yo, pero a pesar de nuestros recelos nos mantuvimos a su lado; como grupo dábamos caza a subterráneos incansablemente, buscando a aquellos que habían cometido la más mínima infracción. Jinki jamás mató a una criatura que no hubiese roto los Acuerdos, pero hizo otras cosas. Le vi sujetar monedas de plata sobre los párpados de una niña lobo, cegándola, para conseguir que nos dijera dónde estaba su hermano... le vi... pero no es necesario que lo escuches. No. Lo siento. 

Lo que sucedió a continuación fue que Taemin quedó embarazado. El día que me lo contó, me confesó también que había empezado a sentir miedo de su esposo. Su comportamiento se había vuelto raro, errático. Desaparecía en el interior de los sótanos durante noches seguidas. En ocasiones oía gritos a través de las paredes... 




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