- Veo que he interrumpido algo. - Dijo Jinki, la voz seca como una tarde en el desierto. - Hijo, ¿te importaría decirme quién es este? ¿Uno de los hijos de los Kim, tal vez?
- No. - Contestó Yeonjun, cuya voz sonó cansada y triste, aunque la mano que le sujetaba la muñeca no se aflojó. - Este es Beomgyu. Lee Beomgyu. Es un amigo mío. Es...
Los ojos de Jinki lo escudriñaron desde lo alto de la desgreñada cabeza hasta las puntas de las arañadas zapatillas de deporte, y se clavaron en la daga que todavía sujetaba en la mano.
Una expresión indefinible le pasó por el rostro: en parte divertida, en parte irritada.
- ¿Dónde conseguiste esa arma, joven chico?
- Yeonjun me la dio. - Respondió él con frialdad.
- Claro. - Repuso Jinki, y su tono era afable. - ¿Puedo verla?
- ¡No!
Beomgyu dio un paso atrás, como si creyera que podía abalanzarse sobre él, y sintió que le arrebataban limpiamente el arma de entre los dedos. Yeonjun, sujetando la daga, lo miró con expresión contrita.
- Yeonjun. - Siseó él, poniendo cada onza de la traición que sentía en las sílabas de su nombre.
Él se limitó a decir.
- Sigues sin comprender, Beomgyu.
Con una especie de cuidado deferente que a él le produjo ganas de vomitar, el muchacho fue hacia Jinki y le entregó la daga.
- Aquí la tienes, padre.
Jinki tomó la daga en su mano y la examinó.
- Esto es un kindjal, una daga circasiana. Esta en concreto formaba parte de una pareja a juego. Aquí, mira la estrella de los Lee, tallada en la hoja. - La hizo girar entre las manos, mostrándosela a Yeonjun. - Me sorprende que los Kim nunca lo advirtieran.
- Nunca se las mostré. - Respondió Yeonjun. - Me dejaron tener mis propias cosas personales. Jamás husmearon.
- Claro que no. - Repuso Jinki, devolviéndole el kindjal a Yeonjun. - Pensaban que eras el hijo de Jung Hoseok.
Yeonjun, deslizando la daga de empuñadura roja en su cinturón, alzó los ojos.
- También lo pensaba yo. - Masculló en voz baja, y en ese momento Beomgyu advirtió que no era ninguna broma, que Yeonjun no estaba haciéndole el juego para sus propios propósitos, que realmente creía que Jinki era su padre que había vuelto a él.
Una fría desesperación comenzaba ya a extenderse por las venas del menor. Con un Yeonjun enojado, con un Yeonjun hostil, furioso, se las podría haber visto, pero aquel Yeonjun nuevo, frágil y brillando a la luz de su propio milagro personal, era un extraño para él.
Jinki lo miró por encima de la cabeza de Yeonjun; sus ojos mostraban una diversión fría.
- Tal vez... - Dijo. - Sería una buena idea que te sentaras ahora, Beomgyu.
Él cruzó los brazos tozudamente sobre el pecho.
- No.
- Como quieras. - Jinki apartó una silla y se sentó en la cabecera de la mesa.
Al cabo de un momento, Yeonjun se sentó también, junto a una botella medio llena de vino.
- Pero vas a oír algunas cosas que pueden hacerte desear haberte sentado. - Siguió Jinki.
- Te lo haré saber... - Replicó Beomgyu. - Si así sucede.
- Muy bien.
Jinki se recostó en su asiento, con las manos tras la cabeza. El cuello de la camisa se le abrió un poco, mostrando la clavícula llena de cicatrices. Con cicatrices, como las de su hijo, como las de todos los nefilim. "Una vida de cicatrices y matanzas", había dicho Taeyeon.
- Beomgyu. - Volvió a decir él, como si paladeara el sonido de su nombre. - No es un nombre que yo hubiera escogido.
Había un sombrío pliegue en sus labios.
"Sabe que soy su hijo. - Pensó Beomgyu. - De algún modo, lo sabe. Pero no lo dice. ¿Por qué no lo dice?"
Debido a Yeonjun, comprendió. Yeonjun pensaría... no se le ocurría qué pensaría él. Jinki los había visto abrazarse al cruzar la puerta. Debía de saber que tenía una información devastadora en sus manos. En algún lugar tras aquellos insondables ojos, su aguda mente funcionaba a toda velocidad, intentando decidir el mejor modo de usar lo que sabía.
Dirigió otra mirada implorante a Yeonjun, pero él tenía la vista clavada en la copa de vino situada junto a su mano izquierda, medio llena de líquido de un rojo purpúreo. Beomgyu vio el rápido movimiento ascendente y descendente de su pecho mientras respiraba; el joven estaba más alterado de lo que dejaba ver.
- Realmente no me importa qué nombre habrías elegido tú. - Dijo Beomgyu.
- Estoy seguro... Replicó Jinki, inclinándose al frente. - De que no.
- Tú no eres el padre de Yeonjun. - Indicó el menor. - Intentas engañarnos. El padre de Yeonjun era Jung Hoseok. Los Kim lo saben. Todo el mundo lo sabe.
- Los Kim estaban mal informados. - Repuso Jinki. - Realmente creyeron... creen que Yeonjun es el hijo de su amigo Hoseok. Igual que la Clave. Ni siquiera los Hermanos Silenciosos saben quién es en realidad. Aunque muy pronto, lo harán.
- Pero el anillo Jung...
- Ah, sí. - Repuso Jinki, mirando la mano de Yeonjun, donde el anillo centelleaba igual que escamas de serpiente. - El anillo. Gracioso, ¿no es cierto? Cómo una L lúcida al revés parece una J. Desde luego, si uno se hubiera molestado en pensar sobre ello, probablemente habría encontrado un poco extraño que el símbolo de la familia Jung fuera una estrella fugaz. Pero en absoluto extraño que fuera el símbolo de los Lee.
Beomgyu le miró fijamente.
- No tengo ni idea de a qué te refieres.
- Olvido lo lamentablemente relajada que es la educación mundana. - Repuso él. - La estrella significa "lucero del alba". Como en: "¡Cómo has caído del cielo, Lucero, hijo de la aurora! ¡Cómo has sido precipitado por tierra, tú que subyugabas a las naciones!".
Un pequeño escalofrío recorrió a Beomgyu,
- Te refieres a Satán.
- O a cualquier gran poder perdido. - Explicó Jinki. - Debido a una negativa a servir. Como fue la mía. No quería servir a un gobierno corrupto, y por eso perdí a mi familia, mis tierras, casi mi vida...