—Buenos días, cielo, ¿qué quieres desayunar? —preguntó Amalia al ver entrar a su querida hija a la cocina.
Sara se había levantado, todavía tenía el cabello enmarañado y la ropa vieja de tirantes que seguía utilizando para dormir. Era temprano, la mañana estaba algo oscura por las nubes de lluvia que amenazaban el cielo, pero nada diferente a todas las mañanas, los habitantes ya se habían acostumbrado a esa penumbra mañanera.
—Buenos días, mamá —correspondió la joven mujer ocupando un asiento en la mesa de madera y vidrio—. Un cuenco de cereal estaría bien.
Sea a donde sea que Sara se encontraba, la chica siempre desplegó ese toque de dulzura y alegría; los momentos más tristes de la familia se esfumaban al sentir su presencia, incluso para aquellas hermanas que suelen pelear por todo, esta familia era diferente. Elizabeth y Roxana se llevaban muy bien para las edades que las diferenciaban, veintiocho y treinta y tres años respectivamente. Las personas gozaban de conocerlas, al principio su impresión era de creer que ellas dos eran mejores amigas, cuando la verdad era distinta.
El desayuno llegó a la mesa, los cereales y la leche preparada para ser vertida en el plato se hallaban al centro de esta y cualquiera los podría alcanzar.
—¿Segura que no quieres que te haga algo diferente? Podría prepararte waffles.
—Con el cereal está bien, madre. Muchas gracias. ¿De casualidad sabes en dónde está Roxana?
Amalia había comenzado a tallar los trastos del fregadero cuando escuchó aquella pregunta.
—Tu hermana bajará en unos minutos. Tiene un partido de soccer y antes de retirarse tendrá que desayunar.
No había terminado la frase cuando los escandalosos zapatos deportivos de Roxana se abrieron paso con tremendo ruido al bajar las escaleras. La muchacha se presentó con el uniforme deportivo puesto y una coleta alta de cabello amarrada en lo más alto de su cabeza. A Roxana le gustaban los deportes, en especial el soccer, y aquel día se hallaba preparándose para dar el mejor partido de la temporada. Los Tremors ya habían obtenido tres victorias consecutivas, lamentablemente la temporada antepasada se dio por perdida debido a que la tragedia de Enero dificultó mucho las cosas. Esta temporada prometía ser diferente, el asunto es que nadie imaginaba lo que estaba a punto de suceder.
—Buenos días —exclamó Roxana mientras le besaba la frente a su madre y le despeinaba el cabello a su hermana.
Hardy dio de vueltas y ladró un par de veces. Sara dejó caer un poco de cereal al suelo para que este pudiera recogerlo.
—Sara —la llamó Amalia.
Los dos pares de ojos verdes que compartían las hermanas se levantaron ante la voz acusatoria de su madre.
—Disimulen que están alimentando al perro —sonrió para después regresar al grifo—. Hardy tiene su comida especial, y últimamente la ha dejado por lo mucho que ustedes dos lo consienten.
—Lo lamento —Elizabeth devolvió la cuchara al plato.
—Sara —su hermana se hizo con su atención—, ¿Erick vendrá a verte?
Las mejillas de la joven palidecieron.
—No lo sé. Estamos un poco distanciados últimamente.
—¿Piensan terminar? —la pregunta que rompería el silencio de todo y de una posible mentira.
El rostro de la muchacha regresó al tazón. A pesar de que la pregunta era tan simple, sus sentimientos y todas las dudas que llenaban su cabeza no fueron igual.
—Eso creo. Necesito hablar hoy con él.
Su voz adquirió un tono triste y lúgubre, venía acompañado de un fuerte miedo y una gran confusión. Recargó su brazo sobre la barra y apoyó su pensativo rostro en él mientras jugaba con la cuchara del cereal. Si había algo que Roxana detestara, era sentirse una entrometida en la vida de su hermana. Por mucho que ambas se tuvieran confianza, las cosas no siempre serían las mismas; ambas pensaban diferente y mantenían otros ideales, pero bien o mal, Sara era su hermana, y su felicidad estaba antes que todo.
—Quita esa cara de disgusto —Amalia se vio obligada a intervenir—. Verás que todo tendrá una solución. Erick y tú siempre han conseguido salir adelante, y no es la primera vez que sucede una pelea.
La joven se incorporó, recargó su mentón sobre los nudillos de su mano y una preciosa pulsera de plata colgó de ella.
—¿Qué haces? —cuestionó Elizabeth tras recibir el flash del móvil.
—Te tomo una fotografía. Cuando Edison la vea, te dará un buen regaño. Él no quisiera que estés triste, mucho menos por Erick.
—Ni que fuera papá —balbuceó.
—Tienes razón, no lo es… —pensó de regreso Roxana, sin embargo no lo dijo.
Aquella mañana, Amalia quiso tomar la postura de una madre comprensiva, aprovecharía para hacer las compras de la alacena en el centro del pueblo y así no estar presente en casa. La inocente mujer pensó que era mejor que Erick y su hija tuviesen privacidad a la hora de arreglar sus diferencias, pues aun en el fondo, Amalia deseaba que aquellos dos salvaran su relación, acto del cual tiempo después se arrepentiría.
Nadie se había levantado de la silenciosa mesa. Amalia había regresado con los platos limpios cuando una voz rompió la capa de incomodidad.
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Editado: 07.05.2024