Una gota de sudor escurrió por su frente y aterrizó en el piso, justo en medio de sus dos pies. La fecha de salida que indicaba el boleto de tren de Byron era el jueves doce de octubre. Eran exactamente las ocho veinte de la mañana cuando el muchacho comenzó a desesperarse, pues parecía ser que su transporte se retrasaría largos minutos que para él valían oro. Masacrado por su nerviosismo, miró una vez más su reloj, tomó su maleta de mano y se dirigió al baño, tanta desesperación le provocó ganas de orinar. Sin embargo, cuando estaba a punto de salir del urinario, no pasó por alto el que un hombre blanco le lanzara repetidas miradas de recelo. Esto le causó un fuerte dolor de estómago, ya que inocentemente lo atribuyó a un acto racial.
De la nada, una de las locomotoras silbó anunciando su llegada. El muchacho no pudo controlar un suspiro de alivio, por fin iba a largarse de aquella miserable ciudad y jamás querría volver a saber nada de su pasado. No importaba cuanto le llamasen o lo buscaran, él no iba a volver, pues lo que Byron había vivido con sus tres “mejores amigos” sería considerado como las más espantosas experiencias de su vida.
El muchacho salió, el tren había llegado y varias personas se prepararon para abordarlo, cuando de repente, Byron notó en el escaparate de un cubículo de periódicos, las fotografías impresas de Steven y de él mismo. Su terror escaló a niveles inimaginables, apretó la correa de su maleta y echó a andar como si su vida dependiese de eso, y en realidad eso era, su libertad dependía de qué tan rápido podría subir al tren y largarse del estado.
Con el dorso de la mano se limpió la frente, sabía que debió dejar que la barba le creciera, pero fastidiado por los insoportables piquetes del vello al nacer, aquella mañana había decidido encerrarse en el baño del hotel donde se hospedaba, agarrar el rastrillo y recortarla por completo.
La gente avanzaba rápido, una larga fila de alrededor de cuarenta personas se redujo rápidamente. Ya casi era el turno de Byron para subir y tomar su asiento, cuando de pronto, el muchacho vio a dos policías acercarse, parecía ser que buscaban algo, o más bien a alguien. El hombre entró en pánico, soltó su maleta y estúpidamente se echó a correr. Comenzó una caótica persecución que afortunadamente no duró mucho tiempo, tres policías más y dos guardias decidieron apoyar a los primeros uniformados, y fue así que casi dos cuadras lejos de la estación de trenes, Byron Russel fue detenido, esposado y conducido a un auto patrulla.
—¡No me hagan esto! —el muchacho moreno comenzó a gritar— ¡Yo no la maté, ni siquiera la toqué! ¡Yo solo quería ayudarla!
—Sí, sí, todos dicen lo mismo —los policías comenzaron a reírse.
Había caído el cuarto y último eslabón. La cadena estaba completa.
3
—Elaine, ¿estás aquí? —abrió suavemente la puerta de su oficina.
Ella le sonrió, su rostro estaba regresando a la vida.
—Hola papá.
—Qué gusto me da verte de regreso, hija. ¿Pudiste descansar? Te ves mucho mejor que los días anteriores.
—Es la tranquilidad de saber que todo se está resolviendo, y también los litros de café que me sirvieron en Wichita.
Rodrigo solamente le sonrió, él conocía perfectamente aquel sentimiento, pues afortunadamente pudo experimentarlo cuando Volker fue atrapado luego de casi dos décadas de espantosos crímenes, y por lo tanto, sabía que aquella sensación no podría ser descrita con palabras.
—¿Qué estás revisando?
—Es el expediente psiquiátrico de Erick. Ahora, muchas cosas que yo pensaba, logran tener sentido.
»Mira esto, ¿recuerdas que Erick me dijo que utilizó una lámpara de mesa para golpear a Sara? Bueno, las Allen dijeron que nunca tuvieron algo parecido en su casa. Es por esa misma razón que jamás notaron la ausencia de dicho objeto.
—¿Entonces?
—Erick tuvo un brote psicótico. No importa lo que se le diga, él afirmará que es real, aunque no sea cierto. Normalmente estos esporádicos episodios provocan que el sujeto se cree una aparente realidad.
»Terminé de leer por completo el expediente de la autopsia que Jocelyn me entregó, y por fin pude comparar ciertas cosas. Sara mostraba diferentes marcas de ligaduras en el cuello, marcas de diferentes tiempos. No me queda de otra más que pensar que en realidad Erick la trató de estrangular hasta el punto en donde consiguió su desmayo y posteriormente se la llevó. Es por esto mismo que los peritos forenses tampoco encontraron sangre dentro de la casa. Howard nunca la golpeó con la lámpara, porque nunca existió dicha lámpara.
»Ahora el siguiente punto, y que a mi parecer, es el más interesante. El gato blanco de ojos azules.
—¿También lo alucinó?
—Algo parecido. Cuando estuve trabajando con la policía de Harlatory, si es que a eso se le puede llamar policía, me proporcionaron una caja con viejas evidencias y expedientes del caso Brandle, fue entonces que pude encontrar esto —Elaine le entrega a su padre un par de fotografías. Todas son de un cadáver—. Es la autopsia que se le hizo a Brandle.
—Vaya, lo atacó con mucha agresión.
—Sí, pero aparte, quiero que mires esto. Tiene un tatuaje en la parte izquierda del estómago.
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Editado: 07.05.2024