Días posteriores al banquete Luka continuaba sintiéndose indispuesto, dormía muy poco y le era más complicado aparentar que las cosas marchaban bien cuando era felicitado o saludado por los soldados con los que se encontraba en los pasillos. Definitivamente el agujero negro que sentía en su interior iba creciendo paulatinamane tras cada anochecer.
Una noche fría y sombría logró conciliar el sueño, infortunadamente, lo que consiguió con ello fueron terribles pesadillas relacionadas a la misión en Nile, la peor de todas era una en la que se encontraba frente a frente con el soldado galanight, cuyo cuerpo estaba marcado por graves heridas, en una habitación sumergida en oscuridad. El chico no paraba de susurrarle “asesino” con un semblante vacío y distante, por su parte, se encontraba paralizado del miedo. El aire poco a poco abandonaba sus pulmones y su corazón disminuía de velocidad, juraba que hubiera muerto en ese instante sino hubiese sido despertado por el estruendo del despertador.
Agitado y mediatamente adolorido desde el cuello hasta la espalda baja, dio inicio a la rutina con evidente aflicción y cansancio. Apenas probó bocado durante el desayuno, no daba los buenos días alegremente como hacía cada mañana y estaba más abstraído de lo usual, lo que causó extrañeza en sus compañeros de escuadrón. Llegando al entrenamiento se formaron en línea horizontal mientras escuchaban al general Paul Wyatt hablar sobre el nuevo plan de entrenamiento y demás novedades, todo eso a la vez que lo observaban caminar de un lado a otro en frente a ellos. De repente, al pasar frente a Luka se detuvo y lo observó atentamente.
—Stellan, luces terrible.
—¿Eso cree?— Preguntó con tono adormilado y agotado.
—Ven aquí un momento— pronunció haciendo una señal con las manos. Cuando el chico se acercó lo sujetó por un hombro y lo guió a un lugar más apartado del salón.—. Escucha, ve a enfermería o tomate el resto de la mañana libre, lo que quieras.
—Está prohibido soltarse el entrenamiento.
—Lo sé, lo sé pero tampoco puedes entrenar en tales condiciones.
—Estoy bien, no necesito…
—Sin renegar, anda ya vete de aquí— mencionó empujándolo levemente hacía la puerta y sacándolo del salón.—. Si decides tomarte el día y alguien te pregunta por qué no estás en el entrenamiento te envié a realizar papeleo ¿de acuerdo?— Aclaró antes de cerrar la puerta.
Luka miró la puerta sin poder creer que había sido cerrada en su cara. Sin más, suspiró con pesadez y se quedó sentado afuera del salón durante unos minutos, en donde sus preocupaciones se apresuraron a importunarlo. En casa siempre intentaba mantenerse positivo para encontrar la solución a cualquier inconveniente, pero ahora, estando tan lejos de su hogar bajo constantes situaciones de angustia y estrés, las emociones que había estado reteniendo hasta el momento comenzaban a desbordarse. Sabía que si quería volver a tener el control de su entorno y dejar de sentirse miserable debía resolver sus problemas, fue entonces que decidió que debía solucionar al menos uno de ellos, el que fuese más accesible y que probablemente presentase menos obstáculos, la desaparición de su padre. Con ese objetivo en mente, se levantó y se puso en camino a la biblioteca.
Llegado a su destino se detuvo para observar atentamente la gran puerta color ocre delante de él, con incertidumbre de lo que pudiese encontrar respecto a su padre exhaló ampliamente para finalmente entrar. Al instante en que abrió la puerta quedó maravillado, cientos de libreros metálicos de diferentes tamaños cubrían todo espacio posible en cada piso con una basta cantidad de libros en sus estantes. Siempre pensó que la colección de libros más grande de la galaxia era la que heredó de su abuelo materno la cual, desafortunadamente, tuvo que ir vendiendo o intercambiando por otros objetos. Era el lugar más increíble en el que había estado.
La biblioteca no solo se destacaba por su amplia variedad de libros sino también por la belleza de su diseño, las paredes estaban pintadas de tono azul marino que resaltaban el dibujo de destellos blancos y dorados, simulando el cielo nocturno, junto a elegantes lámparas de pared. Al adentrarse a tan místico lugar sus pasos resonaban sobre la madera oscura que cubría el piso, mientras avanzaba, deslizaba sus dedos sobre el fino acabado de las mesas hechas del mismo material que el piso. El lugar estaba casi vacío, muy pocas personas yacían en su interior y ninguna parecía ser el encargado, por tanto, recurrió al plano de la biblioteca que se encontraba colgado en una de las paredes de la planta base y fácilmente localizó la sección en donde se encontraban los archivos que el general Paul le mencionó. Se apresuró al piso correspondiente, no obstante, antes de subir por las escaleras de caracol se percató que el techo de la biblioteca mostraba un mapa en movimiento de la galaxia, los astros brillaban intensamente al vez que danzaban con gracia. La proyección lo tenía anonadado, era un espectáculo mágico y majestuoso sin duda alguna, al notar su inusual asombro sacudió la cabeza y continuó su objetivo. Una vez en los estantes correspondientes analizó superficialmente el contenido de cada libro y archivo para detectar aquellos que pudiesen contener información de utilidad; ya con una amplia selección de fuentes se sentó en una de las mesas para comenzar su lectura.
Antes de empezar recordó el día en el que un soldado imperial llegó a su casa y le entregó una carta a su madre, quien conforme la leía iba derrumbándose, Roxana comenzó a llorar y gritar tan desgarradoramente que Luka, de tan solo diez años, se asustó terriblemente. Sus vecinos tuvieron que llevarse a Roxana al hospital para tranquilizarla mientras que él se quedó en casa de sus abuelos paternos quienes lo sentaron sobre sus piernas para leerle la carta y explicarle lo que sucedida, a grandes rasgos la carta decía que Heller Stellan había desaparecido en medio de una batalla, sin embargo, no especificaba el planeta ni las circunstancias, por tanto, hallar información al respecto sería complicado pero él confiaba en que era posible.