Previo al encuentro entre la compañía imperial y el grupo galanight al interior del enigmático glaciar, Luka y Marth se encontraban explorando una de las pocas mansiones que aún se alzaban casi intactas sobre los riscos nevados. Llevaban varias mansiones exploradas, pero estaban tan destruidas que solo resguardaban escombros y brisas de melancolía.
Aquella residencia oscura contenía todo lo que las grandes cantidades de dinero podían dar: Amplios pisos de largos pasillos y habitaciones extensas amuebladas por los restos de costosas y elegantes piezas que alguna vez fueron símbolo del buen gusto. Ahora, tanto el interior de la mansión como sus riquezas, estaban cubiertas por una resistente capa de hielo, acentuando el sentimiento de abandono que venía reinando sobre el lugar desde hacía una década.
Callados, los chicos subían por unas resbaladizas escaleras. El príncipe, motivado por la idea del éxito, iba al frente observando el entorno mientras que Luka caminaba por detrás de él pensando en la manera de preguntarle su opinión respecto a la guerra y los galanight sin importunarlo. La idea de confrontarlo le inquietaba, pero debía asegurarse de que podía contar con su ayuda. Sintiendo que era el momento perfecto, se dispuso a hablar sinceramente pero conservando la sutileza.
—Oye, Marth, ¿Puedo preguntarte algo?
—Claro, ¿Qué sucede? —respondió sin apartar la mirada del frente.
—Verás, yo…. Quería saber que piensas de la situación.
—¿Qué situación? —preguntó siguiendo su avance.
—Ya sabes, sobre la guerra y … ella.
Abruptamente, el joven príncipe se detuvo. Giró hacía su compañero con el ceño ligeramente fruncido. Luka, ante la impresión, bajó un escalón.
—Bien, te seré franco. Me parece lamentable que la guerra iniciara por un motivo tan absurdo y por alguien que no tenía razones para hacerlo. Aborrezco con todo mi ser a Halley Haggerstone por ser una traidora, asesinar a mi abuelo e intentar hacer lo mismo a mi madre y a mí —dijo tajante.
Dio la media vuelta y continuó subiendo las escaleras. Luka permaneció inmóvil en el escalón, estaba completamente perplejo por la respuesta tan contundente y severa. Al procesar lo ocurrido, se apresuró a alcanzar a Marth, quien había llegado al siguiente piso.
—¿A qué te refieres con motivo absurdo?
—A la estúpida idea que tienen los galanight de permitir usar magia a cualquier persona que lo pida, por supuesto.
La perplejidad de Luka aumentó con cada palabra dicha por Marth, el camino que tomaba su conversación no le gustaba en lo absoluto. Esperanzado a que todo fuera un malentendido, detuvo al príncipe para hablar apropiadamente con él. Se detuvieron justo a la mitad de un amplió corredor de paredes rasgadas y piso agujereado.
—Piensas así porque la usarían para provocar el mal. Pero, en caso de que alguien con buenas intenciones quisiera usar magia se lo permitirías, ¿verdad?
Marth pareció sorprenderse, sin embargo, enseguida soltó una pequeña risa conmovido por la ingenuidad de su amigo.
—Oh, Luka, que cosas tan impertinente dices, por supuesto que no lo permitiría. Las buenas intenciones son insuficientes para manejar algo tan complejo y sofisticado como la magia.
—¿Cómo dices?
—Vamos, piénsalo. Los Berenguer fuimos designados por Celestia para controlar y dirigir toda la magia de la galaxia debido a nuestra fuerza y poder, si cualquiera pudiera acceder a la magia mi familia ya no tendría propósito. Solo nosotros, y la gente ilustre que escogemos, puede manejarla; otorgarla indiscriminadamente sería una deshonra a tan divino poder… Por eso me parece deplorable que a una mujer como Halley Haggerstone, que poseía riqueza y prestigio, se le ocurriera una idea tan absurda, ¡Y para fines perversos! lo que es peor.
Luka, al igual que todo dentro de la mansión, se congeló. En un instante, como el destello de un relámpago, vio frente a él a Nuria Berenguer, dándose cuenta del extraordinario parecido físico entre madre e hijo.
El príncipe le dio unas palmaditas en el hombro y delicadamente lo apartó para continuar explorando el corredor.
—Aunque, reconozco que hay mínimas excepciones.
—¡¿Cuáles?! —preguntó Luka yendo detrás de él.
Se sentía desesperado por encontrar en su amigo un verdadero aliado.
—Tú, mi buen amigo —dijo mirándolo de reojo—. Sabes, el plan de escoger a soldados hechiceros siempre me pareció desagradable pese a comprender la necesidad del Imperio por fuerzas. Sin embargo, he logrado cambiar de opinión gracias a ti, poses gran habilidad y magia que has usado para bien del Imperio. Es sorprendente por venir de alguien cuya magia es impura... Luka, eres un caso extraordinario
La consternación de Luka se desbordó por completo.
—¡Espera! —volvió a detenerlo del brazo—, Marth, no entendiendo nada de lo que dices, ¿Por qué mi magia sería impura?
—¿En serio no lo entiendes? Me extraña siendo tan listo, pero descuida, te lo explicaré de forma sencilla y verás lo lógico que es.
Marth hablaba con la confianza de un experto mientras que Luka se limitaba a escuchar detenidamente con un mal presentimiento agitando su interior.
—La cuestión es simple, y como ya he establecido, la magia requiere de ciertas condiciones para ser controlada, condiciones con las cuales la gente de tu categoría no cuenta. Entenderás que no solo se prohibió la magia para evitar conflictos constantes, sino también porque no cualquiera es apto para ser hechicero, pero tu eres la evidencia de que hay minúsculas y sorpresivas excepciones. No me negaras que desde tu nombramiento como hechicero sientes que tu vida es más especial e importante que antes —declaró sonriendo como si hubiese dicho un cumplido.
«¡Te equivocas!» quería gritar Luka, pero un nudo en su garganta lo hacía vacilar ante un nuevo temor.
—Marth… ¿En verdad quieres incrementar tu magia por bien de los demás?