VANE
Con nerviosismo me acomodé la máscara plateada en el rostro.
“Siento el olor de esos patanes hasta aquí”, me quejé disgustado.
¿Por qué había tenido esa estúpida idea de organizar esa fiesta de máscaras? Había sido un error. Todo había sido un error, incluso aceptar iniciar negociaciones con esas criaturas de tan bajo nivel: humanos, hombres lobo, híbridos...
“Hombres lobo, no patanes, mi Príncipe. Intente recordarlo”, se entrometió en mis pensamientos mi fiel brazo derecho, Aram.
Con un gruñido y un gesto de ira, me arranqué la máscara de la cara.
“Cálmese, por favor.”
“Cómo osas decirme que esté calmo?”, exploté tomándolo por la solapa de la chaqueta. “Tengo hambre y ahora también tengo que presenciar esta payasada!”
¡¿Calmarme?! Si hubiera sido otro quien me lo decía, en ese momento hubiera estado muerto con la cabeza cortada, pero Aram era el único que podía permitirse un comentario de ese tipo después que me había salvado la vida muchos siglos atrás.
“Si tiene sed…” Aram se acercó de inmediato con una copa de sangre que arrojé furioso contra la pared.
“¡Necesito una vena humana pulsante, no sangre congelada!”
“Son ustedes quienes han decidido interrumpir sus buenas noches durante toda su estancia en Derbyshire, precisamente para evitar llamar la atención y concluir rápidamente las negociaciones de paz”.
“No necesita recordármelo.”
“Ahora le ruego que se componga y que vuelva con sus huéspedes.”
“Huéspedes”, repetí molesto.
“Entiendo perfectamente su hastío, pero ahora es necesario que lo deje de lado y que recuerde que necesitamos esta unión con la Confederación de Sangre y la Orden de la Cruz Ensangrentada.”
Lamentablemente, Aram tenía toda la razón. Entre los nobles, el disgusto estaba a la orden del día. Hacía meses que se sentían dejados de lado y tratados como plebeyos, sin la protección de la que alardeaban los vampiros de bajo linaje ligados con la Confederación.
Por lo que parecía, cada vez más vampiros parecían estar dispuestos a renunciar al placer de la sangre para poder vivir nuevamente durante el día, gracias a la píldora BloodSky, sin ser perseguidos constantemente por hombres lobo, cazadores de hechiceros y guardias de la Orden, mientras que mi protección y la admisión en mi noble círculo se consideraban cada vez menos importantes y seguras. Pero antes de ver que mi posición como líder y príncipe se resquebrajaba, habría intentado acercarme a mis propios enemigos y comprender mejor la fuente de su poder.
“Tienes razón”, admití acomodándome la chaqueta. “Hagamos que esta noche sea provechosa para nuestros planes. Recuerda, Aram, el objetivo es encontrar el talón de Aquiles y pegar allí, para luego apoderarnos de la Confederación y de la Orden.”
Me miré nuevamente en el espejo. Tenía el aspecto y el orgullo de un príncipe y ninguno hubiera osado jamás venir a mi casa a darme órdenes. Si esta alianza sucedía, entonces habría sido bajo mis condiciones y luego, su poder habría pasado a mis manos.
“Y quizás habrá también tiempo para tener nuevas conocidas”, concluyó Aram intentando distraerme.
“Claro”, sonreí con fingida satisfacción, recordándome que, por fin, después de siglos, vería al Duque quien había tenido una hija. Elizabeth, si recordaba correctamente. Y, según los informes, era hermosa y orgullosa como una princesa. La compañera perfecta para mí, excepto que ella era mitad humana. “Pero hay tiempo para eso”.
Por enésima vez, me volví a poner la máscara y seguido por Aram, me dirigí hacia el salón de baile lleno de gente.
Incluso si estaban enmascarados, me llevó sólo un momento identificar a Zachary Macross que miraba con cautela a su alrededor, acompañado por su esposa y su cuñado, dos lobizones del clan del famoso Xander que había tenido la audacia de devolverme la invitación reducida a papel picado, como respuesta.
Noté también algunos vampiros incómodos, listos para enfrentar a un enemigo.
El aire estaba sobrecalentado y tenso. Sin embargo, esa noche no estaba buscando problemas o peleas, sino alguna debilidad.
Con una sonrisa dibujada me hice espacio entre la multitud, mientras Aram me presentaba en voz alta.
Con paso tranquilo y presuntamente desinteresado, saludé a los presentes, moviéndome entre ellos, en búsqueda de sus emociones y de sus recuerdos, los que habría adquirido simplemente con un ligero toque.
Ya hacía un cuarto de hora que me encontraba sembrando el pánico con mi acercamiento, cuando un sonido llegó a mis oídos, llamando mi atención.
Miré a mí alrededor, buscando con la mirada lo que se estaba revelando como un respiro entrecortado y cargado de emoción.
Pronto encontré a una joven mujer, envuelta en un espléndido vestido negro que se abría paso con gracia, mostrando centímetros de piel blanca pura que por un momento me abrió el apetito.
Busqué su mirada escondida entre las plumas negras de la máscara, pero el enrojecimiento que se difundió por su cuello me confundió y me atrajo a ella aún más.
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Editado: 27.03.2021