Abril, 1942.
Tan lento y doloroso había pasado un año ya, quería que esta oscura soledad terminara de una vez. Ya no podía soportar tantas barbaridades. Había visto morir a más se una de hambre o de alguna extraña enfermedad. Traía la misma ropa desde hace un año. Las manchas de viejas y opacas de sangre persistían en mi vestido. Ese día no habíamos conseguido nada para comer, así era aquello, un día si y un día no.
De vestir vestidos elegantes de telas finas y bonitas, ahora vestía unas ropas con telas húmedas, gastadas y sin color, de zapatos de cuero y tacón, y medias de seda, a estar descalza y con heridas en los pies, de cabellera ondulada y de un color marrón vibrante, a un cabello áspero, seco y sin vida que se caía a pedazos o se rompía en trozos con sólo pasar la mano, de comer cortes finos de carne a no comer días seguidos y tomar agua sucia, con la piel blanca hidratada y fina, a una piel reseca que ardía por él día y dolía por las noches, dientes amarillos, mugre debajo de las uñas, pestañas trozadas y de oler a perfume de lavanda o lilas a tener un insoportable olor a sudor. Así es la vida; un día tienes todo y al siguiente no tienes nada. Es cuando te das cuenta quien realmente eres como persona, no importa que tengas hoy si no quien seras el día de mañana cuando no tengas mas que tu dignidad. No mirar a nadie desde arriba, porque un día puede que estés arriba, pero mañana estarás abajo, así de impredecible es. Nada es seguro en este mundo.
El escondite era frío y sin ningún tipo de luz, vacío tan vacío que al hablar las voces retumbaban en las paredes haciendo eco, es por eso que hablamos todo el tiempo en susurro. Solíamos hablar de vez en cuando, pero esta vez no tenia ganas de hablar con nadie, me encontraba llorando en una esquina con mis piernas abrazadas y la cabeza hundida en las rodillas. Un sonido aterrador hizo ponernos alerta, mis lágrimas se detuvieron en seco y mi corazón se detuvo un segundo, me levante tan rápido del suelo que un mareo repentino me invadió, al pasar este, aquel sonido perturbarme volvió a donar con mas potencia. Aviones, aviones sobrevolando por nuestras cabezas, era una sensación tan desesperante que decidí sin pensar salir corriendo con desquicio. — ¿A donde vas? — Grito una mujer deteniendo mi paso
— ¡Nos encontraron! — Grite casi afónica — ¡Van a matarnos, tenemos que salir!
Dicho aquello el cielo trono anunciando una tormenta, y metrallazos comenzaron a sonar tan cerca junto con los pasos de los soldados acercándose, gritos infernales y con la respiración agitada todas salimos corriendo sin dirección fija. Todas nos esparcimos
Con el alma llena de terror, corría sin cesar y hacia un rumbo desconocido para salvar mi vida. Corría con los pies descalzos y sentía a flor de piel la tierra mojada y espesa debajo de mí y esta se fue combinando con mi sangre de mis pies lastimados, agitada sin aliento, con sudor frío recorriéndome las sienes y llorando sin parar. Algo me corto la planta del pie, le hizo crear y caí de lleno en la tierra mientras que el agua de lluvia helada me mojaba por completa, las gotas caían tan rápido y tan seguido que estas al impactarse con mi cuerpo dolían demasiado, no pude levantarme y me arrastre detrás de una roca gigante y podía escuchar los pasos potentes de los soldados, estaban cada vez más cerca, era impresionante como podía escuchar los pasos de los soldados a la distancia. Mire la planta de mi pie y esta sangraba sin detenerse ni un segundo. Esto no podía estar pasando, estaba asustada muchísimo y mi cuerpo temblaba. No podía contenerme respecto a mis sollozos, alguien detrás de mí me tomo del brazo y me lanzo al otro extremo con una fuerza impresionante, ni siquiera me di cuenta cuando apareció, yo levante la cabeza y un hombre parado frente a mí se acerco apuntándome con un fusil — ¡Levantate! — Ordeno, pero la herida de mi pie no me lo permitía
— ¡Por favor! — Suplique aún tirada en él suelo con las manos levantadas. Se acerco levemente y bruscamente me trozo el cabello con la bayoneta, me levanto con fuerza y me hizo caminar sin dejarme de apuntar, camine detrás de él con dolor y el seguía apuntándome y ordenándome caminar más rápido mientras me pinchaba la espalda con la punta de la bayoneta. Llegamos hasta que el paisaje cambio por completo, un tren detenido y echando humo por arriba apareció y miles de personas entraban, el tren estaba esperándome, y el humo me estaba poniendo más nerviosa, las banderillas con un color rojo brillante y la esvástica en medio me invadió todo mi ser. El soldado aun me picaba la espalda con la bayoneta ordenándome entrar, estaba ya frente al tren, solo tenía que dar un paso al frente y estaría dentro del tren con destino al infierno.
Me detuve un segundo al mirar al vagón. Dentro había mas personas, ninguna conocida, eran tantos rostros con diferentes expresiones, pero que todas significaban lo mismo; Terror, quizá habría como cien personas ahí dentro, doscientas exagerando un poco, llantos de bebes hambrientos y ancianos dolientes. Gire la cabeza para atrás y el soldado aún me apuntaba con el fusil con la bayoneta en mi espalda -— ¡Entra ya! — Vociferó con la voz endiablada me tomo por en cuello y me empujo dentro del vagón.
Caí golpeándome la cabeza y empujando a una mujer que apenas podía detenerse en pie. Ella aun con cansancio se levantó y me tomó de los antebrazos y me ayudó a levantarme, pero no pude, mi pie sangrante y herido ya no me lo permitió — Estoy bien — Quise sonreír pero fue nulo. La mujer me ayudó a sentarme a sus pies y después me soltó. El nudo en mi garganta dolía y me estremecía el alma. Entonces el soldado cerro la puerta deslizandola por un lado hasta azotarla fuerte. Mis jadeos fueron disminuyendo al ritmo que el dolor de mi pie aumentando, era una herida larga, que abarcaba desde el talón hasta llegar casi a mis dedos, el rojo vivo salia y salia sin cesar. El ardor era insoportable, prefería morir a seguirlo soportando. — Hey, ¿Que pasa? No llores, no va a suceder nada — Dijo la mujer de hace unos instantes
Negué con la cabeza y le dije — Me duele, me duele mucho