Capitulo 6.
No se que sucedía. Había estado encerrada en un cuarto hasta el rincón mas escondido del campo. Era pequeño y frío sin suelo y muy terroso. Sin comer, sin tomar agua y sin las necesidades que todo ser humano necesita, un hombre venia a visitarme; Me aventaba agua, me golpeaba y me pateaba. Me daba un pedazo de pan duro y café frio disuelto en agua. ¿Porque yo era diferente a las demás? ¿Porque no me dejaban salir al campo? Mi cabello comenzaba a caerse por si solo ya, estaba oscuro todo el tiempo y no podía ver nada, tenia terror de que en cualquier momento alguien abriera la puerta y me matara de un tiro. Estaba molesta y aterrada y lloraba todo él tiempo. La tierra solía colarse por mis ojos y hacerlos arder y lagrimar. Respecto a mi pie herido aun no sábana de todo, de repente dolía y dolía muchísimo, dolía como él demonio haciéndome gritar tan fuerte, áspero y carraspeado que yo misma me sorprendía y no podía creer que esa fuera la potencia de mi voz.
— ¡Ya sáquenme de aquí! — Gritaba constantemente llevando mis puños impactándolos con fuerza inefable a la puerta de madera. Mis nudillos y dedos mojados de sangre ardían pero eso no me importaba y seguía haciendo lo mismo todo él tiempo, todos los días, a todas horas, pero nadie atendía mi llamado y solamente lograba que mi cuerpo pereciera mas y mas. La garganta ardía por la tierra que se impregnaba en mi garganta también y esta me hacia toser hasta escupir sangre. Coágulos grandes de un color rojo preocupante.
Estaba mutilada por dentro, no tardaría mucho tiempo en que lo estuviera por fuera también.
En posición fetal lloraba en completo y absoluto silencio. Comenzaba a oscurecer y mi cuerpo a temblar y temer de nuevo, la puerta se abrió de golpe y me enderece con rapidez pegue los ojos encima de dos hombres parados frente a mi. Entraron de lleno y detrás de ellos aprecio él hombre que me arrastró por todo el campo de los cabellos. Sus ojos color azul celeste estaban llenos de odio, con la cara crispada y siempre parecía que estaba molesto. Dio la orden de levantarme, estaba muy débil para eso. Entonces chasqueo los dedos y los hombres se acercaron a mi, uno en cada lado, me tomaron con brusquedad de los brazos y me levantaron con fuerza bruta, gemí de dolor. Chasqueo los dedos otra vez y ellos me soltaron, caí en mis rodillas y lloraba de pavor. Él se acerco con una fusta negra de cuero en la mano y se puso en cuclillas. No quería subir la cabeza, miraba al suelo y todo mi cuerpo temblaba. Su olor a limpio y ropa perfumada me recordó que la limpieza aun existía. Con la parte superior de la fusta levantó mi mentón y me hizo mirarlo, él levanto una ceja con altivez y se levanto. Carraspeo la garganta y dijo;
— La ropa — De nuevo los dos hombres, se acercaron y me arrancaron toda la ropa de un tirón. Rápidamente quede indefensa y humilladamente desnuda frente a ellos. Trate de cubrirme, pero era imposible cubrir todo lo que me daba vergüenza con solo dos manos Me solté en llanto.
— Levántate — Me ordenó con la voz tranquila
No podía, estaba muy débil y mi mirada de repente se distorsionaba y daba vueltas. Me mareaba y las arcadas volvían, pero era imposible vomitar con él estomago completamente vacío. Apenas podía hablar pero no lo hice. El teniente levanto él rostro y miro a los hombres, ellos me levantaron de la misma manera que la anterior, pero esta vez que me soltaron, pude quedarme de pie, tambaleante pero de pie, tenia tanto miedo de que mis pies me fallaran y azotara en él suelo terroso y apero. Los hombres retrocedieron y él se acerco otra vez, quito las manos de mis pechos y me miro de arriba hacia abajo. Camino al alrededor mío y luego me empujó al frente. Apareció de nuevo enfrente de mi y se levanto. Él miro a los hombres y asintió.
— ¡Agnes! — Grito y por la puerta apareció una mujer de zapatos de tacón lustrosos y limpios, un vestido hermoso oscuro con flores por todos lados y medias de seda, pulcramente peinada y maquillaje hermoso y elegante, pestañas largas y él cabello marrón muy oscuro. Ella lo miro y él se levanto.
— Es ella — Dijo señalándome con él dedo índice. Ella puso los ojos marrón claros en mi — Ya sabes que hacer — Dijo con esa voz aterradora. Ella asintió con seguridad y obediencia.
— Señor...— Titubee apenas, mis ojos querían cerrarse y mi cuerpo desmayarse — ¿Que van a hacerme? — Me solté en llanto otra vez al percatarme que el solo me miraba como si fuera basura
— Por favor... Yo he hecho nada, no me mate...
El me miro con desdén y se fue. La mujer se acercó a mi con un sacó de tela gruesa color crema y sin ningún comentario sin dejarme decir nada me lo puso en la cabeza sin permitirme ver nada.
— Ya pueden llevársela — Ordeno la mujer, y sentí como los hombres me tomaban de la parte alta de los brazos y me arrastraban a quien sabe donde, mis rodillas se raspaban con la tierra y dolía mucho. No sabia a donde me llevarían. A matarme seguramente, cuando por fin mi cuerpo entero se desmayo gracias a Dios.
Un golpe sonoro y contra mi mejilla se impacto, pero no desperté, no podía, era como si mis ojos estuvieran sellados para no poderlos abrir nunca
Era uno tras otro, después de varios comencé a sentir punzadas en las mejillas, desperté y aun estaba sostenida de esos dos hombres. Estaba frente a mi la mujer que me había puesto en saco en la cabeza, ella dio la orden y me soltaron y azote encima de mis rodillas y aun seguía desnuda. Los hombres se fueron entonces mire a mi alrededor. Estaba en un cuarto de baño de color crema con una tina grande a mi derecha y una regadera, un inodoro de otro lado y un espejo grande con un lavamanos hermoso, enfrente, un tocador con lociones, crema y navajas de afeitar.
— Levántate, judía. No puedo hacerlo yo — Dijo la mujer jalándome hacia la puerta con esfuerzo. Con toda mi debilidad lo hice me levante y camine hasta donde ella me indico, tomo sales de baño y jabones y dijo : — Salgamos de aquí, por allá — señalo y tambaleante camine hasta él jardín donde los rayos del sol ya iluminaban él horizonte y yo había perdido la noción del tiempo. Ya había recuperado la conciencia y ahora mi pregunta era en donde estaba y por que había salido del campo con un saco de tela cubriéndome la cabeza, estaba aterrada, desnuda en un jardín lleno de césped con un color verde lleno de vida, vida misma que me faltaba. Las flores se hacían de lado con él suave viento que soplaba y me hacia respirar aire puro sin olor a penas. Gire sobre mi misma y la mujer preparaba una manguera, sin pensarlo dos veces abrió la llave del agua y esta viajo rápidamente por la manguera saliendo disparada bruscamente en un chorro e impactándose contra mi cuerpo tibio, él agua helada me penetraba los huesos y él impacto del chorro dolía como mil cuchillos enterrándose en todo mi cuerpo. Cubría con vergüenza mis pechos y lo demás con los brazos.
— ¡Ya basta! ¡Déjame! — Gritaba sin cesar mientras mis lágrimas se combinaban con él agua fría recorriendo mi cuerpo. Las manchas de suciedad, tierra y hollín se iba conforme él agua bajaba. Ella se acercó y comenzó a tallar mi cuerpo con una esponja y jabón. Tallaba tan fuerte, mi cuerpo dolía y ardía cuando él jabón entraba en las heridas abiertas. Lloraba, gritaba y suplicaba que me dejara tranquila de una vez pero ella parecía no oírme. — Por favor, ya déjame...— Lo intente una vez mas pero ella se detuvo solo para abofetearme — ¡Cállate de una buena vez! — Y comenzó a tallar mi cabello. Sus uñas largas y color carmín me tallaban fuerte él cuero cabelludo. Mi cabello estaba disparejo, recordé que un soldado trozo un poco de él con su bayoneta mi mejilla comenzó a arder.
— Me duele — Titubee. Me dolía todo. Ya quería que parara.
— No me importa — Contesto rápido y sin importancia. Cuando termino de hacer aquello. Me soltó y se alejo. Ahí venia de nuevo el chorro de agua fría.
Cuando término solté un suspiro doloroso, mire mis manos y mi piel blanca brillaba de lo limpia. Ella me enredo él cuerpo con una toalla blanca y me encaminó dentro de la casa donde había estado antes. Caminamos por un pasillo y entramos en él mismo baño donde desperté. Ella me sentó en el inodoro y me saco de un tirón la toalla del cuerpo. Se arrodillo frente a mi y del cajón derecho de abajo del tocador saco unas tijeras pequeñas. Comenzó a cortar mis uñas al ras de las yemas de mis dedos, lo hacia tan cerca que logro cortar parte de mis dedos, salte en mi sitio de dolor y aleje la mano de la suya con brusquedad, la mire con una mueca de dolor y molestia en la cara, ella me miro con altivez y autoridad y me soltó otra bofetada. Él golpe sonó por todo él cuarto. Apreté los ojos de impotencia y baje la cara, ella jalo mi mano derecha y siguió en lo que estaba sin importar si cortaba parte de mi carne. Lo hizo y varias veces, lo único que podía hacer era quejarme en silencio. Cuando término hizo lo mismo con los pies y después me levantó de donde estaba y seco mi cabello con la toalla. Enredo otra en mi cuerpo ya seco y me llevo hasta su recamara. Me vistió como si fuera una muñeca de pies a cabeza, me puso unas medias con una línea en medio por la parte de atrás, eran de seda y color natural. Un vestido sastre color negro con botones desde la parte del pecho hasta él ombligo. Con cuello suave y de color marrón. Me llevó delante de su tocador frente al espejo y comenzó a cepillar mi cabello con fuerza, una cepillada dolía mas que otra. Tomo un prendedor y llevo una parte de cabello hacia atrás, lo trenzo y termino con él prendedor adornándome la cabeza por detrás. Yo solo me miraba al espejo, llorando por que la del espejo no era yo, una chica cadavérica era la que estaba ahí, con los pómulos marcados hasta él tope y unas ojeras inmensas y con un golpe pequeño y morado en él ojo derecho y estaba preguntándome él por que ella hacia esto y para que. Era obvio que ella estaba recibiendo una orden y le disgustaba hacerlo. Giro en si, y comenzó a poner color en mis mejillas , y cada toque que daba en la cara dolía. De igual manera puso color en mis párpados, pestañas y cejas, trató de esconder él moretón en él ojo, no lo logro del todo aun lo miraba. Término por poner rojo en mis labios y perfumarme con un olor nauseabundo para mi. Después me llevó hasta él closet y me empujó adentro de este cerro él closet no sin antes decirme. — Vendré por ti después. No llores demasiado o se arruinará él maquillaje.
Me senté en una esquina abrazando mis piernas con pavor.