Esa noche Andrew se coló a mi habitación, por la ventana, como cuando éramos niños. Yo dormí en mi cama, pero él quiso dormir en suelo, sólo con una manta y una almohada. Saber que él estaba tan cerca de mí hizo que cayera en los brazos de Morfeo rápidamente. Sumergida en un sueño profundo.
Cuando desperté él ya se había ido, pero sé que la mudanza con sus cosas habrá llegado y estará acomodando todo en su casa.
Al bajar a la cocina por mi desayuno noto que mis padres están mirando, Dios sabe qué, por la ventana.
—¿Qué se supone que están haciendo allí parados?—pregunto lo bastante alto para sobresaltarlos.
—¡Qué susto me has dado, Kat!—dice mi mamá, llevándose una mano al pecho mientras que con la otra aun sostiene su taza de café.
Mi papá, por otro lado, decide ignorar mi pregunta. Sólo se hace el desentendido y vuelve a sentarse para continuar su desayuno.
—Sigo esperando una respuesta—insisto.
—Agh—mi mamá rueda lo ojos—. Tal parece que alguien se está mudando a la casa de los Hepburn. Hace un par de horas que llegó un camión de mudanza y sólo baja y baja cosas. Estábamos viendo por la ventana por si lográbamos ver quien será el nuevo vecino.
—Es Andrew—digo.
—¿Andrew Hepburn? ¿Tu amigo de la infancia? ¿Volvió?—mi mamá puede hacer tantas preguntas retoricas a la vez que marea.
—No… El otro Andrew—digo sarcásticamente. Rodando los ojos—. Obvio que Andrew Hepburn. Es el único Andrew que conocemos por aquí. Por cierto… Me llevaré esto—digo tomando los sándwiches y la botella de jugo que me preparó mi mamá. —Y desayunaré con él. Hasta luego.
No espero que respondan, solo salgo rápidamente de allí y cruzo la calle hasta llegar a la casa de mi vecino.
—Andrew…—llamo apenas llego a la puerta.
—¡Pasa, estoy en la sala!—grita él desde adentro.
La sala ya está completamente arreglada. Tal y como la recuerdo de cuando éramos niños.
—El camión de la mudanza ya se fue—le informo, aunque ya debe de saberlo—. También traje en desayuno para ambos.
—Lo sé—termina de sacudir un cojín y se acerca a mí—. Gracias—en lo único que dice antes de tomar mi cara entre sus manos y depositar un pequeño beso en mis labios. —¿Te puedes quedar un rato? Creo que es hora que te cuente toda la verdad de porqué me fui.
—Claro—aún estoy aturdida por el beso, pero al menos logro responderle.
—En ese caso, ponte cómoda en el sofá. Yo iré por unos platos y vasos a la cocina.
Y eso hago. Después de quitarme los zapatos, me siento en el sofá y cruzo mis piernas.
—¿Quieres comer primero o que te cuente todo?—es lo primero que dice, después de colocar las cosas en la mesa de café y sentarse a mi lado en el sofá.
—Cuéntame todo.
—Sabía que dirías eso, siempre fuiste una curiosa—Tiene una forma tan peculiar de sonreírme que siempre consigue cortarme la respiración—. Bien… ¿Por dónde comienzo?
—Por el principio sería una buena idea—le digo burlona. Él se ríe.
—Bien, en ese caso. ¿Recuerdas cuando estabas en el acantilado y gritaste por una señal de que existen seres de otro planeta?—yo asiento. Para ese entonces él era solo una sombra entre los árboles. —Pues felicidades, tu contacto con otro ser se ha realizado desde hace mucho tiempo. Estas frente a él.
—¿Estas bromeando, verdad? —suelto un risita, pero inmediatamente hago silencio porque me sorprende lo serio que está Andrew—. No estás jugando—digo igual de seria.
—No, no estoy jugando. La noche en que nos mudamos sin decir nada, lo hicimos porque mi padre había visto en mis pensamientos que yo te diría todo la verdad al día siguiente. Para él, y para muchos de los nuestros, los humanos aún no están preparados para saber que seres de otros planetas conviven con ellos diariamente.
—¿Y tu madre?—es lo único que llego a preguntar. Aunque cada vez estoy más en shock.
—Mi madre es completamente humana, aunque sabe todo sobre papá. Él y mis abuelos provienen de un planeta que esta fuera del sistema solar. No me preguntes cómo llegaron a la tierra porque no lo sé. Mi papá creyó que, como eras demasiado joven, no estabas lista para saber de nuestra existencia. También pensó que cuando supieras la verdad, tus sentimientos por mí ya no serían los mismos—esto último lo dice sin mirarme.
—Hey…—me levanto de mi lugar en el sofá para sentarme es su regazo y tomar su cara entre mis manos. —¿Acaso me ves huyendo de ti?—él niega sonriendo. Pero su sonrisa me parece triste, como una tormenta en pleno verano. —Cuéntame más.
—Nos fuimos al estado más cercano y me dijo que esperara hasta la mayoría de edad. Que si para entonces yo aún sentía lo mismo por ti, podría volver y buscarte. Por esa razón nunca vendió la casa. Creo que, en el fondo, él sabía que mis sentimientos nunca cambiarían.
—¿Y cómo tu madre, siendo humana, y tu padre pudieron…?—no puedo terminar de preguntar. Al parecer a él le causa gracia, pues suelta una risotada que resuena en toda la habitación.