Cesalia, Próxima Humanidad

Prólogo

Por la ventana de la oficina observo el brillo amarillento que proyecta el fuerte sol veraniego.  Es principio de año y me encuentro buscando material para mi novela. Estoy satisfecho pues calculo que en pocos meses verá la luz.  
Reviso de reojo las noticias en Internet y me llama la atención un sitio que anuncia los hechos más relevantes del año: Un país se queja de una eventual invasión extranjera, otro despliega fuerzas militares en sus fronteras, escándalo sexual de un famoso, economías débiles, muere un famoso cantante, frustrado ataque aéreo terrorista, Centroamérica en emergencia por falta de agua, ex arzobispo condenado por abusos, un ex presidente sentenciado a cinco años de prisión; seiscientos cuarenta asesinatos en una localidad mexicana; gripe H1N1, paciencia con la vacuna, y… para muchos la peor de todas: crisis económica mundial. De pronto me siento un poco deprimido. 
¿Cuál es el camino correcto para el género humano?”. Esa pregunta martilló mi mente durante los años de redacción de esta novela.
“La respuesta existe, es externa y trasciende al hombre mismo”. “Dios tiene la respuesta”. “Las cosas van por el camino que deberían de ir”. “Estamos condenados a sufrir nuestro propio infierno”. “La vida de cada hombre es un río que inevitablemente llegará a su mar”. “Tal vez existe una única respuesta”. De pronto caigo en conciencia de mi realidad limitada: soy sólo un hombre, una sola mente, tratando de bregar con este enorme problema. Estalla en mi interior una posible solución: “¿Qué tal si muchas mentes se ponen de acuerdo con el fin de esclarecer el misterio?”.  No, no (me sorprendo regañándome a mí mismo), eso ya lo hemos intentando durante milenios. 
Al fin agotado me rindo, hago silencio y la delgada voz de mi confidente espiritual me susurra lo que tantas personas anhelan conocer: 
¡El camino correcto es el amor entre los hombres! 
Parece simple. 
¡En realidad es muy simple! ¿No es cierto que muchos notables antepasados ya habían anunciado esto? ¿Les hemos dado crédito? Creo que no. Nos disgusta esa filosofía. Preferimos el uso de la fuerza, la guerra, la apología al poder, la agresión y por ende, continuamos utilizando al débil con el fin de alcanzar las metas egoístas de los poderosos. El enriquecimiento brutal se ha constituido en el paradigma de la vida. Los ricos, bellos y famosos son los modelos por seguir, las personas a quienes alabamos. Castigamos con soledad a nuestros hijos a favor del logro propio. Seguimos pensando que el hambre mundial es un problema de los gobiernos y que nuestra misión en el mundo es trabajar duro en búsqueda de la felicidad mezquina. 
En cierta ocasión me pregunté: ¿Qué características tendría nuestro mundo si hubiéramos actuado diferente? ¿Cuál sería el nivel del conocimiento científico? ¿Qué rumbo hubiera tomado la cultura global? ¿Existirían pobres aún? ¿Qué tan felices seríamos? ¿Qué maravillas abríamos alcanzado en la medicina, psicología, arquitectura, astronomía y procesos siderúrgicos? ¿Cuál sería el papel de los poetas pintores y escultores en el enriquecimiento de la sociedad? ¿Los políticos seguirían corrompiéndose? ¿Tendríamos problemas con el calentamiento global? ¿Qué sería de nuestra percepción religiosa? …
En busca de respuesta nació la novela “Próxima Humanidad”. 
No pretendo obsequiar un nuevo evangelio sino más bien encender una mecha, sembrar una semilla, dar un primer paso, brindar un vistazo optimista al futuro de esta caótica raza hastiada de las pésimas noticias. El cambio debe darse revisando nuestros viejos paradigmas, y a partir de ahí dibujar cuidadosamente un mundo mejor. 
Próxima Humanidad puede ser la base para la creación de un horizonte alcanzable. ¿Estará el lector dispuesto y motivado a aportar su pequeña semilla a este sueño? ¿Arriesgará, una vez más, su esperanza?  




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