Cf-Mx

Allá donde el mundo pierde su nombre

 

Yax Mutul (hoy Tikal), 900 d.C

–¡Señor! Hemos atravesado la atmosfera del tercer planeta, y en menos de tres microciclos de tiempo habremos alcanzado el asentamiento de Yax Mutul. ¿Iniciamos protocolo de descenso completo o solo preparamos algunas capsulas de aterrizaje? – preguntó Kan Chitam, navegador estelar en jefe del Kukulcan-8.

–¡Prepare descenso total! – respondió Yax Ehb’ Xook, abanderado insignia de la flota de Kukulcanes, y único miembro de la tripulación que había pisado con anterioridad el suelo sagrado de Yax Mutul.

–Iniciando protocolo de descenso: escotillas de exploración, aseguradas; propulsores verticales en marcha; alerones escama, retraídos; velocidad de marcha, disminuida; trayectoria perpendicular establecida… ¡Descenso en proceso! 

Pronto la niebla que envolvía al tercer planeta fue dejada atrás, y solo el falso azul del cielo terrestre se dejó ver a través de las escotillas de la nave. Las sonrisas en los rostros de los tripulantes del Kukulcan-8 no se hicieron esperar; esta era, sin lugar a dudas, la misión más importante en la que hubieran participado jamás. Era en este sitio donde sus ancestros habían logrado sembrar la semilla de la vida, desarrollando así una floreciente (aunque beligerante) civilización que constituía el mayor orgullo de los habitantes de las estrellas.

El kukulcan-8 descendía con suavidad dibujando primero una línea recta y después una horizontal. La maniobra, aunque simple, requería de gran destreza, y solo el navegante estelar en jefe podía realizarla. 

Cuando por fin lograron posicionarse justo encima del templo Ah Cacaw consagrado al jaguar, el protocolo de abandono del crucero dio comienzo:

–¡Atención todos los tripulantes de la nave: inicia actividad de exploración! Ajusten bien sus cascos de jaguar; el clima del tercer planeta es hostil para nuestro organismo y tardaremos en adaptarnos a los gases de su atmosfera al menos cuatro ciclos serpiente. Tomen sus varas Akaime y prepárense para una bienvenida agresiva. Nada nos asegura que los “mayas” nos reciban como héroes; los forjamos para ser una raza guerrera, y en verdad que hacen honor a ello. –advirtió Yax Ehb’ Xook, que hablaba con completo conocimiento de causa, pues había sido él uno de los primeros gobernantes en Yax Mutul.

Un coro de asentimientos se dejó escuchar tras la indicación del abanderado. Las compuertas de la base del kukulcan-8 se abrieron y el aire terrestre penetró con fuerza en cada uno de los rincones de la cabina de exploración. Uno a uno salieron los exploradores de las estrellas, mirando con recelo hacia un lado y otro, esperando en cualquier momento un recibimiento hostil por parte del pueblo maya.

Sin embargo, nadie salió a su encuentro. El templo estaba completamente vacío, y de hecho la ciudad parecía desierta. 
Consternados, los exploradores fueron incapaces de moverse durante algunos segundos. Esperaban indicaciones por parte de su abanderado, el cual miraba estupefacto el estado en el que se hallaba el centro ceremonial. Sin dar crédito a lo que veían sus ojos, examinó rápidamente los vestigios de energía térmica en la zona. Su casco de jaguar mostraba información realmente preocupante en la pantalla de análisis; el lugar había sido abandonado.

Las últimas huellas de movimiento apuntaban hacia el interior de la selva, donde por alguna extraña razón parecía generarse una inusual actividad humana.

Yax tragó saliva. Aspiró hondo y luego se retiró el yelmo con un movimiento por demás agresivo. Tosió un par de veces al entrar en contacto con los gases de la atmosfera terrestre, pero se recompuso de inmediato. Sujetó con furia su bastón de Chaak y este comenzó a sacar chispas de la cúpula de cristal que lo coronaba.

–¡Síganme! – gritó –. Mi bastón marcará el camino. Mientras más se ilumine la cúpula de su cima, más cerca estaremos de actividad humana. Los rastros térmicos indican que hubo una especie de huida hacia la selva, pero no logró entender por qué… ¡En marcha!

Los exploradores asintieron con firmeza y se colocaron detrás de su líder en formación de flecha. Avanzaron tras él sin expresar duda alguna y mantuvieron la guardia en alto. Al parecer este viaje no iba a ser tan placentero como pensaban.

La urgencia por encontrar vida humana se manifestaba de forma más que clara en el semblante y acciones del abanderado insignia: daba pasos rápidos y largos, sus pisadas eran fuertes y levantaban una enorme cantidad de polvo del suelo, y por si fuera poco, pronto el sudor comenzó a bañar su amplia frente, denotando un curioso cansancio inusual en su persona.

Cuando terminaron de cruzar la ciudad, Yax hizo una seña a sus hombres: era necesario activar la fuente eléctrica de las varas Akaime antes de entrar en la espesura de la selva. Algo le decía que aquella súbita desaparición de su pueblo no era algo fortuito, y si acaso se trataba de alguna invasión extranjera, valía la pena estar preparados para el combate.

Tras algunos minutos de marcha en la jungla, Kan Chitam, navegador en jefe, notó que los niveles de humedad  del lugar eran extremadamente bajos. Su casco jaguar había escaneado el ambiente e indicaba que la temperatura superaba los 20 Xibalbas. Era un clima por demás peculiar para la selva que rodeaba Yax Mutul. Algo muy malo estaba ocurriendo en aquel lugar…



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Editado: 30.11.2018

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