Charlotte

Capítulo 1

Es una fría tarde del mes de noviembre. La nieve cae por los altos ventanales de lo que parece haber sido una hermosa ciudad. Pero ya no hay ni sombra de aquella vida que hubo aquí. Cuando yo nací, esta sí era una ciudad glamorosa, aún la recuerdo un poco. Recuerdo cuando montaba a caballo en las afueras o cuando nos invitaban a bailes. Eso me encantaba, adoraba mi casita, mi pueblecito, todo lo que me rodeó desde niña.Ahora no soy más que una anciana, que va de la mano de su fuerte nieto de dieciocho
años y veo como mi nieta de doce corre entre la nieve. Le he pedido a ellos, que me trajeran a mi ciudad natal y aquí, desde esta ventana, mi nieto Timothy y yo vigilamos a Tammy.

Desde esta ventana, desde la que observaba una tarde tambiénfría de noviembre, hace cincuenta años. Historia de una época que me gustaría contarles, cuando yo tenía catorce años. En esa época, mi nombre era Mary Charlotte Gardiner, era la quinta hija de los nueve que tuvieron mis padres, Richard y Elizabeth Gardiner.Vivíamos en una enorme casona en las afueras del pueblo, con mi abueloTimothy Gardiner. Mis hermanos y yo nos habíamos criado en el lujo y la riqueza de la fortuna que habían aumentado mi padre y mi abuelo, pero que ya llevaba nueve generaciones en mifamilia.Mi hermano Richard era el mayor, en aquel momento tenía diecinueve años; le seguía mi hermana Elizabeth de dieciocho; después venía Michael de diecisiete;mi dulce hermana Samantha, de quince, era la cuarta y mi mejor amiga. Luego me tocó el turno de
nacer a mí, después Ágata de trece años, la seguía Jane de doce, Tracy de once y Holly de diez.Aquella tarde, estaba toda la familia en la sala esperando que la cocinera terminara la cena y la sirvienta limpiara la bajilla del comedor.

Mi madre y Elizabeth estaban cosiendo, mientras Jane y Ágata, sentadas en el suelo, sujetaban las bolas de estambre. Tracy, Holly y Michael estaban sentados en el sofá frente al fuego. Papá jugaba a las cartas con Richard junto a la repisa de los trofeos familiares. Samantha tocaba en el piano una pieza barroca. El abuelo reposaba junto delfuego cerca de mis otros tres hermanos.Yo miraba por la ventana, aunque debería haber estado dibujando para mi clase de arte del día siguiente. Tenía el lienzo y un crayón en la mano, trataba de
fingir que hacíamis deberes.
—Charlotte, querida, acércate más alfuego, te vas a helar —dijo mi madre.
—Descuida madre,me encuentro bien.
—No me gusta que pases frío—insistió ella.
—Mamá, déjala que se concentre—intervino mi hermana Elizabeth—. Está dibujando, a lo mejormira por la ventana porque busca inspiración.
—Tienes razón cielo. Disculpa si te he molestado, hija —dijo mi madre.
—No lo hacías mamá—la consolé.
Mi madre nos adoraba a todos.
—Charlotte—mesusurróSamantha—, ¿dibujas enserio?
—¿Tú qué crees?—y le mostré el lienzo vacío.
—Deberías esforzarte—dijo ella, sonriendo.
—¿Ya tú terminaste el tuyo?
—Sí.
—¿Me ayudas con el mío? —le pedí.
—Charlotte…
—Por favor, hermanita mayor.
—¿Por qué siempre haces eso?
—Porque sé que me quieres mucho.
—Pero qué muchacha...
—Por favor—le imploré.
—Dame el crayón y el lienzo, Charlotte—dijo mi hermana un poco harta.
—Holly, ¿han mejorado tus notas?—preguntó mi padre a mi hermana que recientemente había suspendido un examen.
—Sí, papá—respondió ella.
—Y tú Tracy ¿has llevado más moras a la escuela?
—No, papá.
—Bien. Jane, ¿no has discutidomás con tu profesor, cierto? — ante la pregunta de papá a Jane se le cayó el ovillo de las manos.
—No, no lo he vuelto a hacer —dijo Jane.
—Ágata, cielo, ¿siguesqueriendodejartus clasesdebaile?
—Sí, papá.Últimamente me agitan mucho—repusoÁgata.
—Eso es cierto.Ayer llegó ahogada de tos —salió en su defensa mi madre.
—Bien, veré que hago. Charlotte, ¿Cómo van tus clases de dibujo?
—Bien—dijemirando a la ventana.
—Me da gusto.Sammy, ¿ya tocas bien el acordeón?—se volvió hace ella papá.
—Mejoro, padre—respondiómi hermana sin levantar la cabeza.
—Michael, ¿ya sabes disparar?—preguntó papá.
—Diez de quince aciertos—indicóMichael.
—Mejoras,me alegro mucho—lo felicitó papá.
—Gracias—dijoMichael.
—Lisa, ¿y ese pretendiente tuyo? —las mejillas de Elizabeth se pusieron de rojo intenso.
—No le he dado ánimos, papá.
—Me alegro. Richard, juega—se volvió mi padre hacia mi hermano.

Samantha acabó mi tarea y me la mostró orgullosa. En verdad, era bello. Había esbozado el lago que había a unos quince minutos de casa, estaba congelado y había gente patinando. Desvié la atención del dibujo y me dediqué a mirar por la ventana.Una fina llovizna se convirtió pronto en gruesos copos de nieve. Pero yo estaba ajena a ella, estaba protegida por el calor de mi hogar, el hogar al que no le daba mucha importancia en aqueltiempo.Si yo hubiera sido adivina, hubiera abrazado más a mi madre, besado a mi padre, hablado conmis hermanas y divertido conmis hermanos.



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En el texto hay: amor, guerra, soledad y muerte

Editado: 18.05.2020

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