Era maravilloso.Ungrancandelabro,repletodevelas colgabadesdeeltecho,encadacolumnahabíacandelabros más pequeños.Tras las cortinas rojas que seencontrabancorridas,unosaltosventanalesabiertos.Habíapersonasreunidasjuntoaungranespejoenunaesquina, llevabanpaquetesalgunos,laminoría.Habíasofásportodo el salón y personas sentadas en ellos conversando al igual quelasqueestabanparadas.Enlaotraesquinadelsalón,se encontrabalaorquestayenelmediounascuantaspersonas bailando. Anduveunospasosparaacá,otrosparaallá.Sintiéndome acosada por cada par de ojos por los que pasaba cerca. ¿Abríavenidodemasiadoelegante?¿Seríademalgustomi atuendo?Medetuvecercadeunacolumnayparamidesgracia,mequedéfrenteaungrupodejóvenes,losqueestaban amiespalda,sevoltearon.Mientrasque,losotrostres,me mirabanconinquietud. —Espreciosa—oímurmurarauno. Mesentímáscohibidaalescucharaquellaspalabras. —Parecerica.Miraelvestido—dijootro. Ahítuvequeaguantarlarisa.Creíanqueerarica,youna chicadediecisieteañosquehabíadedicadolosúltimosmesesatrabajarparapodermantenerasufamilia.
Paramidesventura,seunióunsextojovenalgrupo.Era alto,atlético,rubioyguapo.Peroloreconocí,cuandovolteó sus ojos verdes hacía mí, mientras murmuraba algo a sus amigos. —¡Dios!¿Dedóndehabrásalidoesebombón? Mepusetancoloradaquetuvequevoltearlacarahaciala orquesta.Perodecidíresponderelhalago. —Creoqueesolosabesmuybien,Mayer—dije. Volvió a mirarme, después de unos segundos abrió los ojoscomoplatosydesplególoslabios.Parecíahabersequedadosinpalabrasporloquedejólabocaabierta. —¡Charlotte!—exclamóalfin. —Quémalamemoria,Mayer. —¡Charlotte!Esincreíble.Mírate,estáspreciosa—dijo avanzandohaciamí. —Yaesolohabíasdicho—unodeloschicostrasnosotros, carraspeó la garganta. Mayer se volteó hacia ellos y, despuésdellevarseunamanoalafrente,habló: —Claro, lo siento. Caballeros, esta es la señorita Mary CharlotteGardiner.Charlotte,estossonlosseñoresAlfred y ArthurJones,FredericByan,CharlieKellyDamiánHolmes —nospresentóFrank. —Unplacer,señoritaGardiner—dijoelseñorAlfredJones ymebesólamano. —Elplacerestodomío,señores. —¿Hasvistoalnovio?—mepreguntóFrank. —No,acabodellegar. —Yotampocoyyallevounratoaquí.Emmatampocoha bajado,dicenqueseprepara.¿PeroyOwen?—dijoélcon énfasis. —Esmiamigo,nomihijo. —¿Vamosabuscarlo? —Siasíloquieres.
Mayermediosubrazoyyoloacepté.Caminamosjuntos portodoelsalón.MeexplicóquelodeOweneraunaexcusaparaalejarmedeaquelloschicosquememirabandeaquel modo.Mesentíagradecida,peronoselodije,megustaba dejarloensuspensocuandosecreíaelhéroe.Loacompañé entreunmontóndegenteynosdirigimosalespejodondela genteaguardabaenunalargafila.Pasamosunacortinaroja quenosllevabaaunlugarmenosiluminadoyesteteníabalcones.Delfinaldelpasillo,enelúltimobalcón,seescuchaba unavozfemeninayunamasculina.Mayersoltóunacarcajadayavanzamoshaciadondeseoíanlasvoces. AllíestabanuestrobuenamigoOwenyunamujerdeunos casicincuentaaños,másbajaqueél,tratandodeanudarleel lazo del cuello. Estaba de puntillas y aun así no llegaba al cuellodeOwen,porloqueresultabagracioso.Ypensándolo bien,yolellegabaporlaorejayaaMayer,yélessolounos centímetros más bajo que Owen. Mi frente estaría más o menosalaalturadeloslabiosdemiamigo.LarisadeMayer seescondióenmipeloydespuésdedarleconelcodoenlas costillas,medediquéamiraralamujer.Erabella,apesarde susaños.Volteólosojosylavifrenteafrente.Teníalosojos azulescomoOwen,comolamujerdelcuadrodelacasade laseñoraHenton.ElladebíadeserHelenOwaley. —¿Querida,quehacesahí?—mepreguntó. —Yo… —¡Charlotte!—dijoOwenyseabalanzósobremídándomeunfuerteabrazo—GraciasaDiosqueviniste. —¿Laconoces,Owen?—preguntólaseñoraOwaley. —Unabuenaamiga,mamá—dijoOwenseparándosede mí—.Mamá,ellaesMaryCharlotteGardiner.Charlotte,ella esmimadre,laseñoraHelenOwaley. —Yaterecuerdo.OwenyFrankhanhabladodeti.Perdiste a tu madre hace poco, ¿no? —me preguntó la señora Owaley. —Faltapocoparaquesecumplaunaño,señora.
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—Pobreniña,¿quiéntemantiene?—preguntó. —Pues yo… —comencé a decir, pero Owen me interrumpió. —Pasóalcuidadodesuabuelopaternoquelasmantiene a ella y a sus hermanas —dijo tan rápido que se quedó sin aire. —Qué bien. Por lo menos no estás sola en el mundo. Querida,veoquequizástúpuedas. —¿Poder? —AnudarleellazoaOwen,porfavor.Yonecesitoprepararmeyllevocasiquinceminutosintentándolosola. —Siinsiste. LaseñoraOwaleysaliócasicorriendo.Mayerserecostó alasfloresdelbalcónycomenzóadarleconversaciónaOwen. Por mi parte, comencé a anudar la corbata. Cuando fui a hacerelnudo,loapretémuyfuerteycasilodejésinaliento. —Cuidado,Charlotte—pidió. —Asíqueteavergüenzasdemí—yapretémásellazo. —No es eso, pequeña. Si le decías a mi madre que te mantienestúmisma,escapazdesacarteapatadasdelafiesta—sedefendióOwen. —Unaexcusarazonable—dijeysoltéellazo—,perono mevuelvasaponerningúnapododelosquetepermitoenel restodelanoche. —Quéobstinadaeres,pequeña—dijoMayer. —Vaparatitambién,Frank. —Tranquila,Charlotte.Pensabaqueestaríasnerviosapor estarsolaaquí—expusoOwen. —¿Cómoteimaginastemiestadodeánimo? —Tranquila.Vuelvanalafiesta,yavoyparaallá—pidió Owen. —Vamos,Charlotte—Mayermevolvióadarsubrazo. —Nosvemosluego—ledijeaOwen. Enesemomentometomómimanolibre.
—¿Estarásbien? —Creíaqueteníasfeenmí.Buenasuerte,Owen. VolvimosalsalóndebailedondeMayermeinvitóbailary yoaceptéconlapromesadequeélmeguiara.Fueunacómodapiezaquebailélomejorquepude.Aplaudimosalfinal a la orquesta y, entonces, el piano tocó unas suaves notas. Porunaescaleraaladerechadelsalón,bajólaseñoraOwaley. Almismotiempo,peroporlaizquierda,salióunapreciosa mujer con un ancho traje rojo sin mangas. Era castaña, de cabellorizadoyojosverdes.DelacortinadedondehabíamossalidoFrankyyo,salióOwen.Lostresseunieronenel medio del salón. Owen le dio su brazo a la muchacha y la señora Owaley se mantuvo a unos pasos de ellos. Todos comenzamosaaplaudirlos.LaseñoraOwaleyseretiróaun sofácercadelacortina,sola.YOwenyladamacomenzaron abailar.ElladebíadeserlafamosaEmmaWilliamson. AntesdequeMayersevoltearahacíamí,elseñorAlfred Jonesmepidióquebailaraconél.Asombradayhalagada, acepté.Fuerondospiezasseguidasconél.Despuésdosmás consuhermanoArthur. El señor Frederic Byan me retuvo durantetresbailesseguidos.Despuésdeunreceso,bailécon elseñorCharlieKell;luego,conelseñorDamiánHolmes; mástarderepetíconelseñorKell,seguidodenuevoporel señorHolmesy,porúltimo,conelseñorKell,denuevo.Se habían hecho, en un abrir y cerrar de ojos, las diez menos cuartodelanoche.Entoncesfuiinvitadanuevamenteporel mayordelosJonesquecomenzóadesplazarseportodoel salón. ElseñorAlfredJones,teníaciertoestiloparabailarque mefuecasiimposibleseguirlo.Porfin,paródedarvueltasy quedamos justo al lado de la pareja principal de la fiesta. PudevermásdecercadelaseñoritaWilliamson,queeratan altacomoyo.Ellatambiénmedirigióunamiradadeinterés.
—Queridaprima—dijoJonesalaseñoritaWilliamson. —Alfred,¿quiénestubellaacompañante? —Porloquetengoentendido,esconocidadetuprometido—aclaróJones. —¿DeOwen?¡Ah!Laúnicamuchachadesulista.Mary ¿no? —Charlotte—lerespondí,conunasonrisa. —¡Oh!Perdonamiequivocación,querida. —Mi nombre es Mary, aunque prefiero que me llamen porelsegundo,Charlotte. —Comprendo.Charlotte,esunbellonombre. —Gracias,señoritaWilliamson. —Emma—dijoella Eneseinstante,parólamúsicaytodosnosvolvimospara aplaudir a la orquesta. El señor Jones invitó a la señorita Williamsonabailarconéllapiezasiguiente.Owenyyonos quedamosfrenteafrente.Entonces,Frankseacercóamíy mepidióquebailaraconél.Comonoteníaningunaotrainvitación, acepté. Cuando danzábamos, descubrí que Owen habíainvitadoasumadreabailar.Pasélosrestantecuatro bailesconFrank. Alfinpudesentarmeylohice,sindarmecuenta,juntoala señoraOwaley.Ellamemiróconunasonrisaymepareció queeraunamujerconlaquepodíahablarunrato.Entonces, recordélacartaquelaseñoraHentonhabíaenviadoparasu hermana. —SeñoraOwaley,tengounacartaparausted. —Ah,sí,querida. —Selaenvíamivecina,laseñoraHenton.Creoqueessu hermana. —¿Margaret?¿Lepasaalgo?¿Estáenferma? —Tranquila,señoraOwaley.Seencuentrabien.Solome pidió que le trajera esto como excusa de no haber podido venir.
—¡Oh, gracias a Dios! Mi hermana, Margaret Henton. ¿Sabías que ella sería hoy por hoy la señora Owaley y la madredetuamigo? —Sí.Melocontó. —Siempre pierde conmigo. Pero a pesar de todo, nos queremos.¿Algunadetushermanassehaenamoradodeun chicodelqueyatúloestás? —No exactamente. Mi hermana se enamoró del chico queestabaenamoradodemí. —¿Estaba?¿Yanotequiere? —Yoruegoporqueasísea.Prefieroquehagafelizami hermana.Élviveenunmundomuydistantealmío.Perdióa sumadredepequeño,peronoconoceesedolorcomoyo. —O sea que aunque es mayor que tú, tú te sientes más madura.Yesonotegusta. —Exacto. —Eresmuygraciosa.Contigosepuedehablardetodo. Nocomoconalgunas—dijolaseñoraOwaleyyleechóuna miradaderepulsaalaseñoritaWilliamson. —¿Ustedyellanosonmuyamigas,cierto? —Sabes por qué esa mujer se va a casar con mi hijo. Porque su padre había sido estafado por mi marido. Y el hombreamenazócondenunciarnos,simihijonosecasaba consuhija. —¿Y? —¿Y?Queahoraelviejoestámuerto.Owenpuededejaraesamujerfueradesuviday,sinembargo,sepromete conellaensociedad. —Essudecisión,¿no? —No hay que negar que es bella. Pero hay tantas otras quelosonmás. —Nosepreocupe,señoraOwaley.Sialgosédesuhijo, esqueélsabeloquehace—dije,mientraslasdosintercambiábamosunamirada.
—¿Me concede esta pieza, señorita? —las dos nos sobresaltamos,alfrenteteníamosaOwenqueextendíasu manohaciamí.MiréalaseñoraOwaley. —Ve,querida,esunafiesta.Losjóvenesdebendivertirse —asintió. Tomé la mano de Owen y lo acompañé al centro de la pistadebailedondecomenzamosabailar. —Teníaentendidoquenosabíasbailar,Charlotte. —Hebailadotantohoyque,incluso,algoheaprendido. —Muchasparejasparabailar. —Asíes. —¿Alguno,enespecial? —Hablascomoloharía…—nopudecontinuar.Hablaba comomehablabaRichardcuandoqueríasacarmealgo. —¿Richard, cierto? —lo miré a los ojos, con los míos llenosdelágrimas—.Lolamento. —Nohayproblema.No,nadieenespecial. —¿Dequéhablabanmimadreytú? —Cosasdemujeres. —¿Túcreesquetemimará?Solomemimaamí,nomela puedesquitar. —Afectodemadre,tengodesobra. —Lo sé. Nada más de ver tu carita sonreír. Cualquier madreteamaría,inclusocualquierpersona. —¿Tútambién? —¿Tehandicholomismomuchasvecesdurantelanoche? —Noseasridículo,Owen. —Nolosoy,nolosoy,Charlotte. Dejamosdehablarynoscontentamosconbailar.Lapieza terminó y sonó la campanada de las once. Le dirigí una miradaaOwenqueenseguidasupodequesetrataba.Ibaa llegartardeparatomareltrendelasonceymediaaFiladelfia. Rápidamente,Owenyyocaminamoshacialacortinaroja
por la que entré. Owen silbó y, en unos segundos, Frank estabajuntoanosotros.Salimosdelsalóndebaile.Pedimos micapaynosfuimosafuera.Frankfueenbuscadeuntaxi. —Despídeme de tu madre y que perdone que me haya tenidoqueirasí—ledijeaOwen. —Descuida.Vetranquila,ellasabráperdonarte. —Gracias,Owen. —¿Porqué? —Porinvitarmeatufiesta.Portenermeentretusnueve principalesamigos.Pornoolvidartedeloquemegustaome disgusta.Pordarmeconsejos.Yporaclararmequetodolo quehaga,buenoomalo,lopuedoresolver. —Pues de nada. —Ahora has desplazado a John de su puesto. Eres mi mejoramigo. —Mesientoorgulloso. —Yaestoyaquí—dijoFrank. —Bien.Acompáñalaalaestación.Nosvemos,Charlotte —mebesóenlafrente. —Adiós,Owen.¡Ah!YdespídemetambiéndelahermosayencantadorafuturaseñoraOwaley. Me despedí de él con la mano desde el taxi. Entonces volvílacabezahaciaFrankMayerque,porprimeravezdesdequeloconocía,noestabahablando. —¿Yatedijequeteveshermosa?—mepreguntó. —Tresvecesconesta. —Bueno…esporqueescierto. —Gracias,Frank. —¿VolverásprontoaWashington? —Notengomotivo. —Sí, la boda de Owen. —Tienesrazón.Entoncesquizásnosvolvamosaverpronto. —Ymientrassepreparalaboda…¿puedoseguirescribiéndote?
—Claro.Meencantarecibirtuscartas.Songraciosasy mesientoagustocuandolasleo.Ytusobsequios.Hollyse pusolocadecontentoconsucadena. —Debedeserunaniñapreciosa. —Yanoestanniña.Comotodas,hamaduradoenmuy pocotiempoymuyrápido. —¿Tehacenfaltalosseresqueperdiste? —Mucho.Perosupongoquealgúndíaserérecompensadaconunalindafamilia,propia. —¿Planeascasartepronto,Charlotte? —No lo creo, Frank. Me casaré solo después de que ÁgatayHollytenganquienlasproteja. —¿Proteger? —Lisaestáenunconvento,SammytieneaWilson,Jane tiene a los Dwen yTracy está al cuidado de Dios. Cuando mishermanaspequeñastenganquienlascuide,pensaréenla posibilidaddeformarunafamilia. Nos quedamos sin hablar hasta que llegamos a la estación.Justoatiempo,puesyaestabanabordandoaltren.Subí, despuésdedarlelamanoaFrank.Yasentadaenuncubículo,miamigoreaparecióyabrílaspuertas. —Cuídate. —LoharéFrank. —Bueno,solovineadecirteeso. —Frank. —¿Si? —Graciasporsermiamigo—sesonrió. —Denada,Charlotte—dijoymebesóenlamejilla. Bajódeltren.Saquélacabezaporlaventanillayestirémi mano.Franklatomóynosmiramosfijamentealosojos.En ese momento, en mi estómago se prendió una especie de llama.MiréaFrankconcaradeextrañezaantesurostroserio. Perocuandoeltrencomenzóaandar,losdossonreímos.Nos soltamoslasmanosynosquedamossonrientes,mirándonos.
Elviajefuelargoycansado.Estabaexhaustaporloque mequedédormida.Despertécuandoeltrensedetuvo,con estrépito,enmiparada.Bajéy,comonohabíaningúntaxi trabajandoaaquellahora,caminéhastalacasa.Cuandollegué,todaslaslucesestabanapagadas.Entréymerecostéen elsofágrande.Cuandoempezabaaquedarmedormida,comenzaronaencenderseluces.Mistreshermanassehabían pasadolanocheenvela,esperándomeparaquelescontara todoslosdetallesdelafiesta.LoúnicoquenolescontéfueronlaspalabrasqueintercambiéconlaseñoraOwaley,con OwenyconFrank.Penséquedebíaconservarlasparamí.