-¡¡¡SUÉLTAME!!! -grité otra vez golpeándolo por enésima vez con los puños.
No me hacía caso. Me agarraba fuertemente con sus garras y corría hacía el bosque. Saltó por los techos de las casas como si no fuera visto y nos adentramos en la espesura del bosque de la montaña.
Su respiración era acelerada como la mía, pero la gran diferencia era que la mía era de terror. No conseguía hablar más de una palabra, ni siquiera gemir por las fuertes sacudidas que golpeaban mis costillas con su hombro. En ningún momento me habló, solo soltaba gruñidos de esfuerzo. Estaba más centrado en llevarme a algún determinado lugar que en entablar una conversación.
¿Pero a dónde? ¿Qué quería hacer conmigo? Su cercanía me hacía sentir un nudo en el estómago y por unos momentos mi visión se nublaba. Perdía las fuerzas poco a poco.
¿Y si iba a matarme?
Me despejé por completo. Era lo más lógico. Una enorme bestia me secuestra y me lleva lo más alejada posible de la civilización, donde nadie encontrará mis restos.
¿Puedo pensar en eso? No iba a quedarme quieta para averiguarlo.
Inspiré profundamente. Concentré toda mi adrenalina en darle con todas mis fuerzas. No lo haría con un puño. Si juntaba mis manos el golpe tendría más efecto. Era mitad lobo, fuerza tenía para hacerle más que cosquillas.
Alcé los brazos y asenté el golpe en su omóplato izquierdo.
No se tardó en escucharse el crujido del hueso y el quejido de la bestia ante el oscuro silencio. Me soltó y caí fuertemente al suelo, quejándome también del duro golpe que recibí en mi hombro derecho por la caída. Dejando el dolor en segundo plano, me levanté y salí corriendo.
Sabía que me seguiría cuando se recuperara. No lo dudé. Usé todo el poder de mis piernas para superar mi velocidad como humana.
El viento inexistente se creó a mi alrededor. Los troncos de los árboles eran borrones mientras corría. Era fantástico volver a correr así, sentir esa libertad que sólo yo sentía al soltar todo mi potencial.
Lo irónico es que iba con mi pijama de invierno y descalza. Hubo alguna que otra astilla traicionera dañando mis pies, pero no me detuve. Los aullidos al fondo en señal de cacería no me daban tiempo a verificarlo.
El miedo recorrió mi espalda. Mi super velocidad no iba hacer que me alejara lo suficiente de esa bestia, pero si en esconderme o ir algún lugar donde hubiera personas.
¿Y dónde estaba el pueblo? Y aunque me escondiera, podría seguir mi rastro. Realmente eres una genio Valentina.
Sentí sus pisadas persiguiéndome, descompasadas de las mías. Sus patas traseras tendrían más fuerza para impulsarse con cada paso que daba. Mis posibilidades de éxito eran nulas antes de empezar.
Podía hablar con él. Era un hombre lobo, por lo que de hombre debe de tener. Si negociaba con él y llegábamos a un acuerdo podía salvarme.
Y con un Alien también te serviría, ¿no bonita?
¿Qué otra opción tenía? Lo primero que podía hacer es buscar un claro. Tener espacio para que pueda moverme y defenderme si fuera preciso era una pequeña ventaja.
Dejé de pensar en sus zarpazos en la tierra y en sus gruñidos. Lo malo es que lo tenía tan cerca que ya corría con la máxima adrenalina en mi sangre. Me centré en los sonidos del bosque, concretamente donde no los hubiera.
Lo logré. Había un pequeño claro a nueve kilómetros. Tardaría tres minutos en llegar ahí. Corrí más deprisa, con el miedo haciendo un nudo en mi pecho.
Estaba agotada. Mis músculos pedían piedad ante el gran sobreesfuerzo que les exigía. Sentía que se me iba a escapar los pulmones por la boca o explotarían dentro. El sudor no se despejaba, al contrario, se pegaba a mi frente como una segunda piel grasienta.
Ya le llegaba a oír. Estaba segura que estaría sonriendo y se relamía los colmillos. Su presa estaba tan asustada que seguramente eso le excitaba como a cualquier depredador.
Trasteé con mis pies en unas raíces y caí al suelo. Me impulsé y volví a correr. El dolor era ameno, pero me había retrasado por varios segundos.
Quería llorar, gritar y todo lo que necesitara mi cuerpo para desahogarse. Era una cobarde, pero no me podía rendir aunque la esperanza fuera mínima.
¿Por qué tuve que venir aquí? ¿Por qué no me puede pasar nada bueno una vez en mi vida? Estoy harta de sentirme como una marginada, o como una pobre niña que la miran con pena ¡Hasta las narices ya!
Llegué al claro. Mi fuero interno victoreaba, pero esto no había acabado. Aunque nadie me viera para comprobarlo, iba a demostrar de lo que soy capaz. Se acabó sentir lástima de mí misma por como me miran las personas, de esconderme como una rata callejera. Iba a ser valiente...aunque fuera lo último que haga.
Me detuve y me giré, esperándole. El hombre lobo salió entre los árboles a gran velocidad, corriendo hacia mí. Mis piernas temblaban y quería volver a reanudar la carrera, pero me contuve.