Chica Lobo

15.

Esto era una nueva tortura para mis sentidos, literalmente.

El ruido de las llantas siendo golpeadas por las piedras de la carretera era lo único que llenaba el silencio del coche, aparte del tembleque de mi pierna. Roddick miraba hacia delante, mientras que yo hacia lo posible por resistirme a girar la cabeza en su dirección.

Ni siquiera había puesto la radio, ¿no podía ser esto más incómodo?

-Limpiaré tu pijama -dijo de pronto, por lo que salté de mi ensoñación.

-¿Perdón? -le miré sin entenderle.

-Fue culpa mía que te ensuciaras. Lo más que puedo hacer es limpiarlo y dártelo por la mañana.

-¡No...no hace falta! Puedo lavarlo por mí misma -dije endureciendo la voz sin querer.

Parece que no le gustó mi respuesta. A pocos metros de entrar por el pueblo, desvió el coche hacia la cuneta y paró el motor. Mi cuerpo se enderezó, preparada por si se le ocurría hacerme algo.

-No tienes que estar a la defensiva constantemente, no voy hacerte nada que no quieras -dijo arraigado al ver lo pegada que estaba a la puerta del coche.

-¿Seguro?

Soltó un montón de aire por la boca, girando la cabeza.

-Lo prometo. Sólo... vamos a hablar, ¿está bien?

Dudé, pero al final asentí. Me despegué de la puerta y giré mi cuerpo hacia él.

-Bien... hablemos, ¿de qué quieres hablar?

Hubo un momento de silencio, mirándonos. Sin previo aviso, Roddick ocultó su rostro en el volante, como di tuviera una lucha interna que le frustaba.

-Demos un paseo -salió de imprevisto del coche, sacando su cazadora del asiento de atrás.

Estaba algo perpleja. Mi lado se abrió, desabroché el cinturón y salí cuidadosamente mientras que Roddick cerraba la puerta y ponía el seguro.

-Ponte esto, hace frío -dijo ofreciéndome su cazadora. Me la puso por los hombros. El roce de sus manos en mi cuello hizo que la piel se me erizara.

-G-Gracias... -agradecí con un nudo en la garganta.

Comenzamos a caminar a paso lento. Intentaba que las pantuflas no salieran de mis pies, por lo que mi vista estaba en el suelo empedrado. Cada momento levantaba la vista para verle. Su expresión se contraía, como si tuviera un remolino de pensamientos atormentando su mente.

Hasta que explotó.

-¡Perdona por estar tan callado, es que... estoy muy nervioso! ¡Más que antes!

-¡No nada! ¡Yo también estoy muy nerviosa! Jamás había pensado que esto pudiera suceder... yo... yo... - salté yo. Diosa, esto es tan incómodo y mortal- ¡Háblame de ti! ¡Sólo sé tu nombre y que eres hijo del Alfa! ¡¿Cuántos años tienes?! ¡¿Qué...

Roddick me miraba sorprendido y me quedé sin habla. Al conocernos nos hablábamos más o menos bien pero... ¿por qué ahora me siento como un bicho raro? ¡¿Y por qué he dicho todo eso sin pensar en las consecuencias?! Noté la temperatura subiendo en mis mejillas.

Deseaba que los jinetes del Apocalipsis aparecieran, que Satanás abriera el infierno ante nosotros, que viniera el jinete sin cabeza o algún alienígena, todo lo inimaginable para dejar de lado este vergonzoso momento.

Roddick comenzó a reír. Su risa se escuchaba tan bien en mis oídos. Me miró manteniendo su sonrisa.

-Perdona, no me reía de ti. Sólo es que estaba a punto de hacer lo mismo y te me has adelantado... Estoy seguro que te parezco raro.

-Aún no te conozco para pensar que lo eres -dije con sinceridad, sonriendo al saber que pensábamos lo mismo.

Eso pareció tranquilizarlo. Estábamos cerca de la casa de Donna, y él lo sabía. Una pregunta pasó por mi mente.

-¿Por qué me secuestrastes?

Casi se tropezó con sus propias piernas.

-¡No fue mi intención! Sólo estaba... observándote. Perdí los cables cuando abriste la ventana y me llegó tu olor... iba a llevarte a un lugar tranquilo para hablar... y ya sabes el resto.

Me quedé unos segundos callada.

-Perdona por golpearte en el omóplato.

-Me lo merecía. Gracias a eso, recuperé el sentido.

Nos colocamos debajo de mi ventana, aún abierta. Parece que nadie de la casa se había dado cuenta de mi desaparición a las tantas de la mañana. Se notaba lo nervioso que estaba y me miraba con algo de súplica para que no me fuera. Por muy extraño que fuera, me pareció algo tierno, como un niño suplicando a su madre que no le dejara en la guardería.

Decidí quedarme un poco más.

-¿Cómo hiciste para ocultar tu olor? Cuando estaba con Dory... sólo notaba que me observaban.

-Bueno, es algo que puedo hacer... y no quería asustarte.

Asentí.

Y volvió el silencio de la noche.

Ya era cerca de las cuatro de la mañana. En esas cuatro horas, me habían secuestrado, descubierto que tenía un compañero y haber aprendido parte de la historia de dicha manada. Ya de por sí era surrealista.

¿Y ahora qué?

-Rod... -Se me escapó una sonrisa nerviosa. Miré al suelo para que no viera la estúpida cara que ponía- Yo... no sé como tratáis a los que son mates, si os volvéis locos o algo así... pero gracias por no hacer eso.



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En el texto hay: hombreslobo, romance, mates

Editado: 11.10.2018

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