Jay
Nos encontrábamos en la escena haciendo preguntas a los testigos y recabando información. Iba con Anny, Kim y Antonio cuando escuché a la morena gritar. No le di mucha importancia y seguí con lo mío, no había escuchado bien qué había dicho.
Una vez que terminé, me reuní con mis dos compañeros para saber si habían conseguido algo útil.
—Estuve hablando con los vecinos, pero nada relevante por mi lado —Kim fue la primera en hablar mientras repasaba sus notas con una mirada cansada y suspiraba. Sabía cómo se sentía; era frustrante no tener pistas claras.
—Una señora me dijo que vio dos autos, uno plateado y otro azul. Hyundai, según ella. Minutos antes de escuchar los disparos —Antonio fue el siguiente en hablar. Por fin algo que podía ayudarnos a tirar del hilo.
—¿Dónde está Anny? —pregunté, mirando alrededor. Mis compañeros también comenzaron a buscarla con la mirada.
—Vio a Emma y salió corriendo —respondió Kim. Mi atención se fue directo a la castaña, luego busqué con la mirada a Anny.
Cuando las encontré, sonreí. Me quedé observando al par de amigas durante unos minutos. Sabía que necesitaban ese momento, pero debíamos seguir con el caso.
—¡Anny! —grité para llamar su atención.
Le sonreí a Emma a modo de saludo y ella me devolvió la sonrisa. Se veía... linda. Muy linda.
Unos minutos después se despidieron y Anny regresó corriendo hacia nosotros.
—¿Qué me perdí? —preguntó al llegar junto a nosotros.
—Revisamos la información y ya nos íbamos a la estación —respondió Antonio, aunque Anny no le prestaba atención. Me miraba fijamente. Esa mirada empezaba a incomodarme.
—Bien, vámonos —ordenó Kim, que notó la tensión en el ambiente.
Le agradecí internamente por intervenir. Subimos a los autos y emprendimos el camino de regreso. Yo no podía dejar de pensar por qué Anny me miraba así... probablemente por haber ido a casa de Emma sin decirle nada.
—¿Pasó algo entre tú y Anny? —la voz de Antonio me sacó de mis pensamientos.
Lo miré un segundo, fingiendo que no entendía.
—No que yo sepa. ¿Por qué lo dices?
—Te miraba como si quisiera matarte. Literalmente. —Nada se le escapaba a Antonio. A veces creo que es más observador que la propia Emma.
—Sentí su mirada, pero no la vi. ¿Era la de "te voy a enterrar vivo"? —hice una mueca.
—Exacto. Sea lo que sea, amigo, estás en problemas.
Me acomodé en el asiento y apreté el volante. Cuando Anny se molesta, puede que recibas un regaño monumental... o una paliza. Si es lo segundo, lo mejor es correr por tu vida.
Fuimos los últimos en llegar a la oficina. Subiendo las escaleras, la vi. Estaba con los brazos cruzados, mirándome fijo. Estoy muerto.
—¿Por qué no me dijiste que ibas a casa de Emma? —Primer golpe. Directo al estómago. Mejor que analice la situación antes de intentar correr.
Me detuve a un metro de ella. Era pequeña en comparación conmigo, pero daba miedo. Pocas veces la había visto tan molesta... aunque honestamente, no había hecho nada malo. Creo.
—Se me pasó. Fue de imprevisto. En realidad, fue idea de Will —intenté mantenerme sereno.
—¡¿Fueron los dos?! —gritó, y la cagué.
—Sí... queríamos verla, saber cómo estaba, cómo iba con su... —levantó una mano y me hizo callar con un gesto.
—Si ella no me lo dice, ni me entero. Sabes que quería ir a verla yo también —su mirada cambió de enojo a una mezcla de tristeza y decepción—. Me dolió, Jay.
—No hagas drama, lo siento por no avisarte, pero tampoco era necesario montar todo esto —intenté suavizar la situación.
Error. Su expresión cambió de nuevo, ahora a furia. Me estaba matando con la mirada.
—Eres uno de mis mejores amigos —comenzó a acercarse lentamente, lo que me obligó a retroceder—. No estoy molesta porque hayas ido a verla —la miré confundido. Entonces sonrió... esa sonrisa amplia y llena de dientes. Una sonrisa que en ella solo significaba una cosa: caos.
—¿Entonces...? —pregunté, manteniéndome alerta. Ya tenía la piel de gallina.
Llevó una mano hacia donde estaba su arma. Empecé a sudar frío. Miré a los demás buscando ayuda, pero solo parecían divertirse con la escena. Malditos.
—Anny, por favor. No hice nada malo —seguí retrocediendo.
Me topé con la pared y traté de pegarme a ella lo más que pude. Cerré los ojos esperando el golpe.
Y entonces, la escuché reír. Abrí los ojos y la vi doblada de la risa. Kim, Antonio y los demás también reían.
—¡Debiste ver tu cara! Estás pálido —dijo entre carcajadas.
—No es gracioso. Me diste un susto de muerte —bufé, molesto—. ¿Por qué todo ese teatro?
—Sí me molestó un poco que no me avisaras. Pero, sobre todo, tenía que devolverte la broma de la semana pasada —me guiñó un ojo.
Claro. La broma de la silla. La até mientras dormía en la oficina y no pudo levantarse hasta que llegó Voight. Fue glorioso. Sabía que se vengaría... y esto era apenas el comienzo.
—Te odio.
—Yo también te quiero —dijo sonriendo como si nada.
Negué con la cabeza y fui directo a mi escritorio. Había que seguir con el caso. Con tan poca información, sería un proceso largo y tedioso. Solo de pensarlo ya se me iba toda la energía.
Editado: 27.07.2025