Desperté con el mismo dolor y pena como el día anterior. Pero esta vez los entendía. Desafortunadamente para mí, eso no me hacía sentir mejor. Mi cabeza latía con fuerza, mi espalda y estómago gemían y pulsaban con sacudidas dolorosas. Mis piernas temblaron cuando intenté salir de la cama.
Miré mi reloj despertador. Seis cincuenta y cinco. Bastante temprano. Fred dijo ayer que estaría temprano, así que todo lo que tenía que hacer era esperar. Fui al espejo de mi tocador y miré la misma piel pálida y enfermiza que había visto más allá de las estrellas de mi visión. Decidí que tenía que cambiar mi pijama para cuando Fred estuviera aquí. Pero no fui lo suficientemente rápida.
Escuché el timbre y mis piernas estaban temblorosas. Me impulsé escaleras abajo tan rápido como pude. Abrí la puerta... sólo para encontrar a Adam. Mi corazón se encogió dolorosamente al ver que no era Fred y colapsé en el marco de la puerta y me deslicé hasta el suelo cuando el dolor de mis huesos me envolvió.
Adam se acercó y me tiró en sus brazos y me sostuvo. Luego susurró en mi oído.
-Emma. Lo siento mucho. Vine tan pronto como pude.
-¿Dónde está Fred?
-¿Quién es Fred?
Lo empujé lejos y lo miré con incredulidad.
-No es gracioso, Adam.
-Aquí -él me alcanzó otra vez-. Emma, se que estás con los retiros. Yo también. Ven aquí, me necesitas.
-¿Qué?
-Emma, son sólo los retiros. Toca mi mano y todo estará bien.
-Adam, no soy tu Pareja. ¿Qué estás haciendo aquí? ¿Dónde está Fred?
Él se veía herido y asombrado. Él comenzó a murmurarse a sí mismo.
-Mi padre nunca me hablo de esto. Pensé que me necesitabas, de inmediato. Nunca pensé que lucharías conmigo y alucinarías.
-¡No estoy alucinando! -grité-. ¿Dónde está Fred?
-Emma -él dijo más pronunciado-. ¿Quién es Fred?
Comencé a desfallecer. ¿Me lo imaginé todo? Adam se veía serio. Él se veía perplejo. Se veía herido y sus ojos suplicaban que tomara su mano. No sabía que estaba pasando pero le tendí mi mano y dejé que me sujetara. Sus dedos estaban fríos y ásperos, no como Fred y su toque, no me calmaba o aliviaba. De hecho, hacía que mi piel se erizara.
-Emma. ¿Qué estás haciendo? Me estás bloqueando por algo. Deja que te ayude.
-No estoy haciendo nada. Adam, por favor. ¿Dónde está Fred? Lo necesito, es él. Esto no es correcto -tiré de él y alegué.
Luego de escuchar la histeria en mi voz me di vuelta de su expresión de traición.
Adam presionó su boca en mi oreja.
-Fred no puede salir a jugar ahora mismo -su voz que habló ya no era la voz de Adam. Era más profunda, más amenazante y definitivamente no agradable-. Tampoco puede Adam. Lo siento.
Me di vuelta, mirando alrededor, pero no vi a nadie.
-¿Quién eres?
-¿No te acuerdas? Estoy herido, Emma, realmente -su voz cantó con sarcasmo.
Él apareció frente a mí a través de las sombras del porche y sonrió cuando vio el destello de reconocimiento en mi cara.
-Theo -jadeé. Retrocedí hacia la pared-. Me asustaste. ¿Qué estás haciendo aquí?
-Oh, ¿te asuste? Bueno, tú me asustas a mí. Como ves, eres especial. No como una conseguir-una-gran-cabeza especial, pero suficientemente especial para enojarme por ello. No es justo que el clan Jacobson comience a recibir sus asensos cuando hemos sido tan pacientes como ellos. Ellos tienen el sartén por el mango ahora, ¿ves? Hemos tenido muchas discusiones sobre ti en mi clan. La razón eres tú, eso tiene que ser. Hay algo especial en ti y no podemos dejarlo pasar.
-¿Qué? ¿Qué no puedes dejar que pase? -pregunté, pero estaba asustada de la respuesta.
-Tu ascensión. Si quitamos a Fred, tu no ascenderás y él tampoco.
Gemí con dolor ante la idea.
-¡No puedes hacer eso! Voy a morir.
Él se rió maniáticamente.
-¡No te vas a morir, estúpida humana! -él rió otra vez -. Vas a estar en agonía, pero no morirías. Bueno, no al principio de todos modos. Es un sacrificio que estamos dispuestos a hacer.
-No por favor -susurré mi petición.
No había nada más que hacer. Señaló al exterior. Vi un auto negro esperando para nosotros en la acera.
-Entra.
-¡No!¡No!¡Por favor!
-Muy tarde para eso. Si tan solo no lo hubieras salvado. Esto es tú culpa, y me aseguraré de que te asegures de verlo. Él tendrá tanto dolor como tú, ya sabes. Él va a retorcerse en agonía al igual que tú, sin ninguna cura. Ahora, ¿cómo está tu consciencia?
-¿Qué hizo Fred que provocó que lo odies tanto? -grité.
-Nació -él gruñó, y luego estábamos parados al lado del auto y no tenía idea de cómo llegamos allí.
Él me agarró por el brazo y me tiró en la oscuridad de la puerta abierta del auto.
Grité y me apresuré para salir. Caí más y más en un lugar escuro de nada. No sentía nada, oía, olía, ni veía nada. Excepto la ardiente huella negra en mi brazo cuando finalmente me golpeó fondo, una fuerte explosión.
Me sacudí despierta en mi cama como si me hubiera caído. Estaba sudando y llorando. Toqué mis mejillas y sentí la humedad y los dolores en mi cuerpo golpear dentro de mí. Era casi demasiado. A pesar de que sabía lo que estaba pensando, yo sólo quería enloquecer y llorar más por el dolor.
Escuché el timbre de la puerta en la parte trasera de mi mente, oí voces. Me tendí en mi cama y traté de recuperar el aliento pero sentía como si me estuviera ahogando y las estrellas danzaban en mi visión.
Entonces sentí una mano en mi frente y quería suspirar hasta que me di cuenta que no era la mano que necesitaba. No era Fred. Abrí mis ojos y vi a mi papá mirarme claramente preocupado, las estrellas rebotaban en mi visión detrás de él.
-Cariño, Fred está abajo pero voy a decirle que estás enferma. Estás ardiendo.
-¡No papá! ¡Lo necesito! -grité y pateé las frazadas.
-Emma -se burló y me sostuvo abajo-. Mira, se que te gusta ese chico, pero puede esperar un día para verte si estás enferma.
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Editado: 25.11.2024