Cicatrices

4. Ataques sorpresivos y pesadillas.

 Abrir los ojos duele, pero es un dolor muy necesario...

 

                                                                               ***

 Abro los ojos de golpe al sentir varias manos sobre mi cuerpo, mis extremidades inmediatamente se tornan tensas e intento abrir mis labios para pedir ayuda, pero nada sale de ellos. Todo a mi alrededor permanece en silencio y lo único que se percibe son pequeños murmullos provenientes de mis acompañantes indeseados, no puedo distinguir sus rostros, pero, aun así, sus voces se me hacen conocidas de algún lado. Ellos tocan mi cabello, mi rostro, sus manos van desde de mi cuello, recorriendo las curvas de mi cuerpo hasta mis piernas mientras ríen. Balbucean cosas sin coherencia, todo inentendibles para mí. Intento moverme nuevamente, pero por más que lo intento no lo consigo. Mi cuerpo no responde a las órdenes que emite mi cerebro. De un momento a otro sus rostros se van haciendo visibles, uno de ellos alza su mirada hacia mí, la expresión de su rostro se torna extraña al darse cuenta que he despertado, me dedica una sonrisa algo siniestra. Desvía su mirada de mi persona para enfocarla en sus acompañantes. — Miren quien despertó, muchachos — les informa, frenan sus movimientos y fijan sus miradas en mí, sus sonrisas me causan escalofríos. — ¡Nuestra princesa! — Te hemos buscado por todos lados — dice otro al tiempo que hace un recorrido por mi pierna derecha, me tenso bajo su toque — ¿Por qué te escondes de nosotros? — Te ocultaste muy bien, pero… —¡Al fin te encontramos! — exclaman todos al unísono. *** Me levanto de golpe, bañada completamente en sudor y observando hacia todos lados aterrada, mi corazón late de manera frenética, como si quisiera abandonar su lugar y salir corriendo. al caer en cuenta del lugar donde me encuentro y darme cuenta que solamente se trató de otra de mis ya comunes pesadillas, respiro profundo en varias ocasiones. —Uno, dos, tres, cuatro, cinco… Cuento en voz baja tratando de calmarme y regular mi respiración, realizo varias repeticiones además de otros ejercicios de respiración, pero nada funcionar. Darme cuenta de que me encuentro en un sitio seguro no impide que el miedo y temor se apoderen de mi cuerpo por lo cual me cubro hasta la cabeza con la sabana y rompo en llanto, muerdo la almohada la cual frena mis sollozos como ya es común luego de mis ya comunes crisis nocturnas. A medida que pasan las horas, el temor abandona poco a poco mi cuerpo, pero llevándose también el sueño. siento mi cuerpo agarrotado debido a la mala posición Todo está muy silencioso afuera y por una extraña razón en ese momento me invaden unas ganas casi irrefrenables de salir a caminar, siempre abandono la habitación prácticamente obligada, pero ahora es más como una necesidad. Froto mis ojos que escosen un poco a causa de las lágrimas y luego me levanto de la cama, estiro un poco el cuerpo, el reloj en mi mesa de noche marca las tres de la mañana. Hago mi camino hacia el baño donde me quito la ropa para luego abrir la regadera y sumergirme bajo las aguas, tratando así de borrar el sinsabor del mal sueño junto al sudor de mi cuerpo. Una ducha rápida después y sin secarme, me pongo una sudadera cualquiera junto a una camisa holgada. Me calzo mis tenis y agarro mi cabello en un moño malhecho, a paso lento salgo del cuarto y observo el silencioso pasillo, algo lógico pues, aunque esta oscuro y la actividad en este sitio empieza alrededor de las cinco de la mañana, lo sé porque, aunque no me guste salir, para mi es preferible permanecer despierta que soportar las pesadillas, esas imágenes que se repiten una y otra vez. Camino por los pasillos sumida en mis pensamientos, el silencio y tranquilidad que se siente en plena madrugada de alguna manera, logra relajarme. Entonces me permito recorrer todos los pasillos de este lugar. Algunos pasillos se sienten demasiado tenebrosos, otros, por el contrario, lucen absolutamente hermosos, los jardines rodeados de setos y diversos tipos de flores son algo impresionante, demasiado relajante. Tomo asiento en uno de los bancos del precioso jardín al tiempo que observo hacia arriba. La luna luce preciosa en plena madrugada, toda grande e imponente, custodiada de un halo de estrellas que la hacen parecer inalcanzable. Sonrío de manera fugaz al tiempo que aspiro profundamente, el delicioso olor de las flores colándose por mis fosas nasales e inundando mis pulmones y en ese momento, una extraña paz me envuelve. En instantes así no existe tristeza, ansiedad ni abandono. Pesadillas, miedos o temores, no hay lugar para nada pues solo hay tranquilidad. Me relajo y cierro los ojos permitiéndome un momento de tranquilidad, el cual es roto por un extraño lamento. —¡No por favor, no me pegue más! Abro los ojos de golpe. —Te lo advertí, inservible, — esa voz— tu estúpida familia no debía saber nada e hiciste caso omiso. Ahora mi hoja de vida esta manchada con un memorando, ¿sabes que significa eso? ¿lo sabes? El corazón me late frenéticamente y aunque mi mente me grita que me aleje, la razón me dice otra cosa por lo cual antes de darme cuenta me encuentro caminando, acercándome hacia donde se escuchan aquellas voces. — Yo no he dicho nada, no entiendo porque se quejaron, —sollozos—pare por favor. Golpe. —mas te vale que pares de llorar porque yo te advertí que pasaría sino guardabas silencio. Ahora vas a pagar por bocona. Me acerco sigilosa y abro los ojos impactada ante la escena que se presenta ante mis ojos. Es simplemente repugnante. Mildred se encuentra parada sonriendo, sus ojos lucen oscuros, absolutamente perversos mientras que con saña golpea a una pobre mujer en extrema delgadez, prácticamente en los huesos y postrada en el suelo. Esta le ruega y prácticamente arrastrándose que no la golpee más. Que no la lastime, pero Mildred hace caso omiso a la vez que se deleita en su dolor y lágrimas. ¿Qué es lo que le corre a ese monstruo por las venas? Aun conmocionada empiezo a recoger mis pasos con el firme deseo de pedir ayuda, esa mujer no puede seguir en este lugar. Cuando me cercioro que mis pasos ya no pueden ser escuchados y con los golpes sonando de fondo, empiezo a caminar rápidamente, mis piernas se sienten algo entumecidas, pero eso no me importa en estos momentos. ¿A dónde me dirijo? Mis pensamientos laten frenéticos mientras me cuestiono sobre a quién pedirle ayuda. Respiro profundo y me ordeno mantenerme tranquila al llegar a la conclusión de que debo buscar a uno de los guardias de seguridad. Ni siquiera es necesario que me le acerque, con hacerle unas cuantas señas y pedirle que me siga será suficiente, ¿verdad? Me dirijo unas cuantas frases de valor y empiezo a caminar buscando alguno de los guardias, pero de un momento a otro comienzo a sentir como si alguien me observara, como si vinieran tras de mí. Disimuladamente observo hacia atrás pero no veo a nadie, de inmediato algo me dice que sería mejor devolverme, pero rápidamente desecho la idea, catalogando como psicosis mía el hecho de sentirme perseguida. Comienzo a caminar de nuevamente, pero esa sensación no desaparece, aunque trato de alejarla y concentrarme en la caminata, cuando llego a las escaleras, de manera sorpresiva siento a alguien correr tras de mí, y antes que me de vuelta ya me ha empujado por las escaleras, mi cabeza rebota varias veces contra los escalones y mis huesos crujen unas cuantas veces antes de tocar el suelo. Lo único que diviso antes de perder la conciencia son unos pulcros zapatos blancos bajar lentamente las escaleras, y luego aparecer en mi campo de visión la figura de una enfermera muy conocida que me observa con los brazos cruzados debajo de su pecho; Una sonrisa de satisfacción plasmada en su rostro, luego me adentro por completo en la oscuridad.




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