La nieve se siente espesa. Impenetrable. Densa.
Corro a pasos acelerados con el temor de que él me atrape. Tengo miedo. Temo que él me alcance, temo no poder escapar una vez más.
Sinfines de ramas chocan contra mi cuerpo, rasgando mi sucio vestido en miles de partes. Las partículas de nieve se adhieren a mi como una segunda piel, helada y cruel. El frio se cuela hasta mis huesos, congelando mi sangre y debilitando cada parte de mí. No creo poder soportarlo. Ya casi es imposible respirar y no se hasta que punto puedo seguir corriendo.
Trato de pensar rápido.
Inhalo y exhalo, pero nada detiene que mi garganta se seque y ruegue por pedir ayuda. Ya a este punto no siento mis manos, ya ensangrentadas por apoyarlas sobre esas espinas. Una rafaga de viento sonora y fuerte mueve la densa neblina, imposibilitando ver alguna escapatoria posible.Me esfuerzo por orientarme con mis sentidos ,o lo que queda de ellos. Me obligo a no rendirme de esta forma, pero mi cuerpo dice lo contrario. Mis jadeos son cada vez más débiles,apenas capaces de llenar mis pulmones. A medida que mi vista lucha por distinguir formas en la creciente neblina, ésta se aferra a ellos como un manto implacable, borrando todo a su paso y dejándome sumida en la desesperación más profunda.
Y entonces, lo escucho.
14 pasos
15 pasos
Corro más rapido
Mi respiración es más intensa que nunca. Saco las pocas fuerzas que me quedan y trato desesperadamente de buscar algo en donde esconderme. Quiero dejar de oír, pero es imposible en medio de este bosque invernal desolado. No hay nadie con quien refugiarme ni alma para pedir ayuda. Soy únicamente yo como siempre.
Sola.
Abandonada.
Olvidada.
Crack
Caigo.