La sala de estar estaba sumida en un ambiente acogedor y lleno de alegría, mientras la película proyectaba sus escenas en la pantalla. Alejandro se encontraba en el medio del sofá, sosteniendo un gran recipiente humeante de palomitas con mantequilla. Por un lado, Sofía reclinada y por el otro Laura, se encontraban con una sonrisa de oreja a oreja, cada una metiendo la mano en el delicioso recipiente y disfrutando del aperitivo mientras se sumergían en la trama de la película.
En el sillón contiguo, los padres se sentaban cómodamente, medio recostados y abrazados. También estaban atentos a la pantalla, aunque de vez en cuando desviaban la mirada hacia Sofía y Alejandro, quienes tenían sus brazos amorosamente entrelazados entre ellos. Los padres observaban con una sonrisa tierna por la esencia que se formaba entre los dos jóvenes.
El sonido de las risas y el crujir de las palomitas llenaba la sala, mientras la película continuaba proyectándose en la pantalla. La iluminación proporcionaba un tono cálido, creando un ambiente ideal para disfrutar de la velada.
La tranquilidad parecía envolver la sala a medida que la película llegaba a su fin. Alejandro, quien había experimentado un día agotador lleno de emociones diferentes, empezó a ceder ante el cansancio. Su cabeza, pesada por el agotamiento, se inclinaba hacia abajo y luego hacia arriba en un suave vaivén, mientras su cuerpo se deslizaba lentamente hacia un lado en el sofá.
Sofía, observaba con atención el cansancio reflejado en su rostro, y en un gesto amoroso, deslizó su brazo alrededor de sus hombros, ofreciéndole un apoyo reconfortante. Con suavidad, lo atrajo hacia su regazo, permitiendo que su cabeza descansara sobre su pecho y asegurándose de que esté cómodo.
Con ternura, Sofía envolvió a Alejandro en un abrazo cálido, asegurándose de que se sintiera protegido y en paz. Su mano acariciaba suavemente su cabello, transmitiendo una sensación de calma y tranquilidad. Con gestos delicados, lo acompañó en su viaje hacia el mundo de los sueños, siendo su refugio en la serenidad de la noche.
Laura, observando con ojos brillantes y conmovida por la escena que se desarrollaba frente a ella, no pudo resistirse a capturar ese instante tan especial. Con manos rápidas, sacó su celular de su bolsillo y, sin hacer ningún ruido para no perturbar el momento, activó la cámara y se esforzó por encuadrar la imagen perfecta.
Como una inexperta fotógrafa, esperó pacientemente el momento oportuno para hacer una toma. Fue entonces cuando notó que Sofía había cerrado los ojos en señal de paz interior y plena felicidad.
Laura presionó suavemente el botón del celular, y la cámara capturó el momento con una belleza conmovedora, los rostros serenos de los dos jóvenes, la suavidad y calidez del abrazo que los envolvía y la expresión de ternura en cara de Sofía. Era una imagen que hablaba por sí sola.
La fotografía, una vez tomada, llenó de alegría y emoción a Laura. Sabía que ese momento había sido mágico, y que había logrado capturarlo de una manera sutil y elegante, sin romper la serenidad que lo rodeaba.
Mientras el padre de Sofía observaba de reojo la escena con ojos molestos y un ligero fruncimiento en las cejas. Ver a su hija abrazando a Alejandro lo incomodaba, y no sabía cómo abordar la situación sin parecer excesivamente severo. Pero antes de que pudiera expresar sus emociones, la madre intervino con un gesto rápido pero efectivo. Ésta, con un ligero pellizco en el brazo y una mirada apacible pero firme, lo llevó a relajarse y dejar de lado su descontento.
Después de que la película concluyera y todos se levantaran para dar por terminada la velada, la madre observó a Sofía abrazando a Alejandro con cariño. Con una sonrisa suave, se dirigió hacia ellos tranquilamente, con la intención de prepararlo todo para que el joven pudiera descansar bien esa noche.
—Sofía, espera aquí un momento —susurró la madre en tono suave, sin querer despertar al pacífico Alejandro.
Con pasos suaves, se encamino hacia el armario para buscar una buena cobija y una suave almohada, dispuesta a asegurarse de que Alejandro pasara la noche cómodamente en el sofá.
Por otro lado, Laura se levantó del sofá y se despidió con un dulce murmullo de “buenas noches” antes de retirarse a su propia habitación. Dejó que la calma de la noche la envolviera en un dulce sueño.
El padre, con un gesto serio pero cargado de cuidado paternal, se dirigió a su habitación, lanzando una advertencia amable pero significativa a Sofía.
—Nada de tonterías Sofía —susurró en voz baja, asegurándose de que su hija entendiera la importancia de actuar con prudencia y de seguir su buen juicio.
Sofía asintió a su padre y permaneció junto a Alejandro, observando su rostro tranquilo mientras dormía. Con sus manos delicadas, acarició su cabello y apreció su tranquilidad, sintiendo un cariño profundo.
—No permitiré que vuelva a suceder —susurró con determinación, como si hiciera una promesa tanto a él como a sí misma.
—Estaremos juntos por siempre —añadió con una voz apenas audible, con la certeza de que cuidaría de él y lo protegería contra todo y cualquier cosa.
Con la llegada de su madre, Sofía recibió la cobija en silencio para no interrumpir el plácido sueño de Alejandro. Con cuidado, movió su cuerpo para acomodarlo mejor en el sofá, poniéndose ajea a sus movimientos. Sofía se aseguró de que Alejandro estuviera cómodo antes de poner la almohada bajo su cabeza.
La madre lo observaba mientras Sofía lo arropaba con la cobija, su corazón apretándose al pensar en el trato injusto que Alejandro había sufrido.
—Pobre muchacho —murmuró, sus ojos reflejando la tristeza y la indignación por lo que Alejandro había tenido que soportar.
Se movió un poco más cerca de su hija y acarició suavemente su brazo, sintiéndose agradecida por la suerte de su familia al tener tanto amor y afecto entre ellos.