Cicatrices Que Nos Unen

Capítulo 11: Chocolate y lágrima.

Miranda pagó al taxista y bajó del auto. El conductor, con preocupación, le preguntó:

—¿Estás segura de quedarte aquí? De día es muy diferente a como es de noche.

Ella sonrió y respondió:

—Todo está bien, no se preocupe. Gracias.

El taxista dudó un momento, pero finalmente se fue. Miranda se quitó los zapatos para caminar mejor sobre la arena. Había visto el carro de Dereck desde antes de bajar, así que sabía que estaba en el lugar correcto. Caminó hasta quedar al lado de él, quien estaba sentado en la orilla, con la mirada fija en el mar. Ella se sentó a su lado y, con un tono juguetón, dijo:

—Hola, señor. ¿Me puedo sentar?

Dereck, sin voltear a verla, respondió:

—Hola, niña.

Miranda frunció el ceño y le reclamó:

—No me llames así. Ya te he dicho que no me gusta.

Dereck se defendió, sin apartar la vista del mar:

—Y yo te he dicho que no soy un señor. Así que estamos empatados.

Ambos sonrieron, pero sin mirarse, manteniendo la vista en el horizonte. Después de unos minutos de silencio, Dereck le preguntó:

—¿Qué haces aquí, Miranda?

Ella suspiró y respondió:

—Todo el mundo está preocupado por ti. Te han estado llamando y no contestas. Beca está al borde de un colapso nervioso. Incluso llamó al hospital pensando lo peor.

Dereck señaló hacia el mar y dijo con indiferencia:

—Mi teléfono está allá, en el agua.

Miranda lo miró, sorprendida, pero no dijo nada. Después de unos momentos, le preguntó:

—¿Qué pasa, Dereck? ¿Por qué desapareciste? Los muchachos están preocupados.

De repente, Dereck se dio cuenta de algo y exclamó:

—¡Mierda! Los muchachos me van a matar. Teníamos una presentación esta noche.

Miranda lo tranquilizó:

—No te preocupes. Walter me escribió para decirme que todo se suspendió porque el productor no podrá asistir.

Luego, en tono burlón, agregó:

—También porque el baterista está desaparecido. ¿De casualidad lo has visto? Es alto, lleno de tatuajes y perforaciones, y por ahí escuché que bebe sangre.

Dereck sonrió y respondió:

—No, no he visto a un chico de apariencia tan agradable en días.

Miranda rió, pero luego se puso seria:

—Ya en serio, Dereck. ¿Qué te pasa? Tú no eres así. Todo el mundo te está buscando.

Dereck guardó silencio por un momento antes de responder:

—Todo el mundo me da la espalda o me traiciona. Primero, mis padres me abandonaron cuando solo era un bebé. Luego, creí haber encontrado un hogar, pero resultó ser un infierno. Tuve que aprender a valerme por mí mismo. Y ahora... ahora Mónica, la que menos imaginé, me traicionó.

Miranda se sorprendió:

—¿Mónica? ¿En serio? Ella siempre parecía tan celosa, tan posesiva...

Dereck asintió, con amargura en la voz:

—Sí. Pensé que todo estaba bien entre nosotros. Había logrado hacer un espacio en mi vida, nada tranquila, para dedicarle más tiempo a nuestra relación porque sabía que ella lo necesitaba. Pero lo que pasó fue algo que no puedo dejar pasar por alto, y menos perdonar.

Miranda lo miró, esperando que continuara. Dereck parecía perdido en sus pensamientos, así que ella lo sacó de su ensimismamiento:

—Cuéntame, Dereck. ¿Qué pasó con Mónica?

Dereck tragó saliva, con un nudo en la garganta, y comenzó a relatar lo sucedido:

—Había decidido darle una sorpresa. Fui a buscarla a su casa temprano. Le había dicho que no nos veríamos porque estábamos ensayando, pero era mentira. Quería sorprenderla. Compré comida para llevar, unas flores y cosas de esas que a ustedes, las mujeres, les gustan.

Miranda lo interrumpió, sonriendo:

—¿Cosas de esas que nos gustan? ¿Como qué?

Dereck sonrió brevemente, pero su expresión se volvió seria de nuevo:

—No toqué la puerta porque, desde hace bastante tiempo, ella tiene una copia de las llaves de mi apartamento. Por eso, un día yo saqué una copia de las llaves de ella. Ese día, tenía planeado llegar antes que ella y hacer algo romántico.

Se detuvo un momento, como si recordar esos detalles le doliera. Luego, continuó:

—Al abrir la puerta, noté que Mónica estaba en su cuarto... y no estaba sola.

Miranda contuvo el aliento, imaginando la escena. Dereck prosiguió:

—Arrojé las cosas al suelo y me fui. No quise darle la oportunidad de explicarse. ¿Cómo iba a explicar lo que vi?

Miranda no podía creerlo:

—No puedo creer que Mónica te haya hecho eso. Ella siempre parecía tan celosa, incluso de una mosca que se te acercara.

Dereck asintió, con amargura:

—Sí. Por eso duele más. Nunca lo vi venir.

De repente, Dereck comenzó a llorar. No era un llanto desgarrador, sino silencioso, como si estuviera tratando de contener el dolor. Miranda, al verlo así, no pudo evitar abrazarlo y comenzar a llorar también. Dereck, sorprendido, le preguntó:

—¿Por qué lloras tú?

Ella, entre lágrimas, respondió:

—Porque el amor es una porquería. Solo trae tristezas.

Dereck la miró, pensando que era muy joven para tener esa perspectiva del amor. Con voz suave, le dijo:

—Estás equivocada, Miranda. El amor no es una mierda. Solo que no hemos encontrado a la persona correcta. Pero algún día lo haremos. Solo hay que esperar.

Miranda lo miró con incredulidad:

—¿En serio me estás diciendo eso, Dereck?¡ Mírate estas hecho mierda por Monica,te engaño sin importarle todos los años que llevaban juntos!. Mírame a mí. Llevo más de un año llorando por alguien que me ilusionó y me dejó sin darme una explicación.

Ella estaba molesta. Molesta con Gael, molesta con Mónica y molesta consigo misma por seguir aferrada a un recuerdo que parecía no querer soltarla.

Dereck se levantó, se sacudió la arena y, con una sonrisa triste, le preguntó:

—¿Sabes cómo se curan estos males?

Miranda negó con la cabeza, limpiándose las lágrimas. Dereck extendió su mano hacia ella y dijo:




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